Cuando buscaba una casa a la que mudarse Lucie Desnos lo tenía muy claro: que estuviera cerca de un parque donde poder pasear a su perro. De hecho, es una condición muy frecuente entre las personas que buscan un apartamento y tienen un animal de compañía y, sin embargo, puede ser muy difícil de satisfacer en París; una ciudad que hasta no hace mucho prohibía la entrada de los perros en la mayoría de parques y jardines.
“Todo aquel que tenga perro [en París] te dirá lo mismo”, afirma Desnos. “Es difícil encontrar un lugar donde tu perro pueda corretear, socializar y jugar con otros sabuesos”.
Desnos vive en el distrito 15, desde donde camina casi todos los días con su perro Neiko, un perro salchicha de un año, hasta el parque Champ-de-Mars, un vasto jardín público que atraviesa la Torre Eiffel.
“Allí se lo pasa en grande”, explica. “Cuando faltan cinco o diez minutos para llegar ya está nervioso, corre y tira de la correa sin parar porque quiere llegar y ver a sus amigos”.
A diferencia de Neiko, que parece estar encantado, la mayoría de los 200.000 perros que viven en París no disfrutan de los famosos parques y jardines de la ciudad. Hasta recientemente, solo el 16% de los parques, jardines y plazas permitían el acceso a los perros, en una ciudad en la que, para empezar, escasean las zonas verdes. Si a esto le añadimos el hecho de que la mayoría de parisinos vive en apartamentos sin jardín o patio, la ciudad conocida por su amor hacia les petits chiens ya parece estar menos preparada para atender sus necesidades.
Desde el 1 de enero, muchas zonas verdes de París admiten perros. Con anterioridad a esta medida del Ayuntamiento de la ciudad, los dueños de sabuesos que no vivían cerca de uno de los pocos parques que permitían la entrada de las mascotas solo tenían dos opciones: que el paseo diario se limitara a un triste recorrido por las calles asfaltadas de la ciudad o llevar a sus perros a los grandes bosques de las afueras de París, el Bois de Boulogne y el Bois de Vincennes, trayectos que pueden durar hasta una hora en transporte público. Otros, desesperados, simplemente se saltaban las reglas y paseaban con sus perros por el parque.
“A la mayoría de nosotros ya nos han puesto una multa, nos han pedido que los llevemos con correa o que vayamos a otro lugar”, señala Desnos. La nueva norma forma parte de un paquete de medidas que tienen el objetivo de suavizar la estricta normativa aplicable a los parques parisinos. También se ha aprobado levantar prohibiciones similares (que a menudo se incumplían) como la de ir en bañador, jugar con pelotas, ir en bicicleta o hacer picnic.
Pénélope Komitès, la teniente de alcalde responsable de las zonas verdes de la ciudad, afirma que las normas forman parte de una iniciativa para que los parques sean un lugar más agradable.
“La normativa anterior contemplaba muchas prohibiciones”, señala. “Creo que teníamos la tendencia de ver los parques como espacios muy cerrados, ajenos al espacio público”.
“Estamos cambiando esta mentalidad. Los parisinos nos piden que transformemos los parques y el uso que les damos, quieren que estén abiertos más horas, pasear en bicicleta, algo que hasta ahora no era posible”. “Estamos pasando de un régimen de prohibición a un régimen de permisibilidad”, afirma.
Todavía hay muchas reglas. París no deja de ser París. Los perros deben pasear atados y por los caminos marcados. Además, solo pueden entrar en aquellos parques que no tienen zonas de juego para niños ya que, como explica Komitès, se ha querido dar una respuesta a la inquietud de los padres, que no quieren que cuando el parque se llene de niños también se llene de perros.
Se desconoce con exactitud la cifra exacta de zonas verdes que permiten la entrada de perros. Komitès indica que su equipo está intentando obtener la cifra precisa. La base de datos de zonas verdes de la página web oficial de París muestra que muchos parques disponen de, como mínimo, una zona infantil. Si es cierto que en muchas entradas de parques a lo largo y ancho de la ciudad las señalizaciones que mostraban la imagen de un peatón con un perro tachada con una gran línea roja están siendo sustituidas por la de un sabueso y su dueño paseando libremente.
Se espera que la libertad canina vaya en aumento. Komitès indica que este es el primer paso para que París sea una ciudad más agradable para los perros y señala que en un futuro otros parques también les permitirán la entrada. “Si los parisinos mantienen a sus perros a raya, si se pasean por las zonas indicadas y si respetan las zonas de biodiversidad, podremos plantearnos [ampliar esta medida]”, indica.
Ahora son los dueños de los perros, que no son famosos precisamente por su respeto a las normas (especialmente aquellos que no recogen la merde), los que deberán demostrar que sus animales saben cómo comportarse.
Traducido por Emma Reverter