¿Qué está pasando?
A primera hora del domingo pasado, Armenia anunció que declaraba la ley marcial, movilizaba a su ejército y ordenaba a los civiles que tomaran refugio. El Gobierno declaró que el país vecino, Azerbaiyán, había iniciado una operación militar dentro de la región separatista Nagorno-Karabaj. Por su parte, Azerbaiyán afirmó que los ataques eran una respuesta a los bombardeos armenios.
Nagorno-Karabaj es reconocido internacionalmente como territorio de Azerbaiyán, pero tiene una población mayoritariamente armenia que durante más de un siglo se ha resistido al dominio azerbaiyano. En 1991, la región declaró su independencia y desde entonces tiene un gobierno autónomo –apoyado por Armenia– y se autodenomina República de Artsakh.
A pesar de que en los dos últimos años se habían dado pasos hacia la posible paz, ahora uno de los “conflictos latentes” de Europa ha vuelto a estallar. Desde el domingo, las fuerzas de Nagorno-Karabaj, junto con el ejército armenio, han estado luchando contra los soldados, el arsenal y los aviones azerbaiyanos. La cifra oficial de muertos supera las 100 personas –las cifras varían según el bando–, entre ellas civiles, y se cree que cientos más de personas han resultado heridas. Azerbaiyán afirma que ha tomado territorio dentro de Nagorno-Karabaj, aunque los armenios lo niegan. En el terreno, la situación es fluida.
¿Cúal es el contexto?
Nagorno-Karabaj, una región montañosa y sin litoral situada dentro de las fronteras de Azerbaiyán, ha sido fuente de disputa desde antes de la creación de la Unión Soviética. Las tensiones cesaron en el periodo en el que Armenia y Azerbaiyán pasaron a ser estados soviéticos, pero volvieron a surgir cuando terminó la Guerra Fría y desapareció el control del bloque por parte del partido comunista.
La guerra entre las fuerzas armenias y azerbaiyanas terminó en un alto el fuego en 1994 y con Armenia controlando la región de Nagorno-Karabaj y otros enclaves circundantes del territorio de Azerbaiyán.
La frontera entre ambos está considerada como una de las más militarizadas del mundo, señala Laurence Broers, director del programa para el Cáucaso de la organización Conciliation Resources, enfocada en la construcción de la paz.
“Esta es una situación en la que tenemos una guerra de trincheras en Europa más de un siglo después de la Primera Guerra Mundial”, afirma. “En algunas zonas las líneas están tan cerca que [los soldados] pueden oírse y podrían hablar unos con otros”.
Azerbaiyán es de mayoría musulmana y Armenia, de mayoría cristiana, y algunos sectores de ambas partes tratan de presentar el conflicto desde un ángulo religioso, aunque los analistas afirman que este enfoque es exagerado (Azerbaiyán, por ejemplo, mantiene un fuerte vínculo con Israel).
¿A qué se debe el estallido actual?
La revolución armenia de 2018 dio paso a una nueva generación de líderes y alimentó la esperanza de que el conflicto de Nagorno-Karabaj pudiera avanzar hacia una resolución. Esas esperanzas se han desvanecido con el primer ministro de Armenia, Nikol Pashinyan, que ha adoptado una postura dura –provocadora a ojos de Azerbaiyán– sobre el conflicto.
Broers cree que en un contexto en el que la pandemia de COVID-19 ha tenido un impacto sobre el precio del petróleo y el gas de Azerbaiyán, sus gobernantes podrían haber decidido que era el momento propicio para pasar a la acción. “Puede que hayan pensado: tal vez sea una buena idea llevar a cabo una operación, unir a la población en torno a la bandera, obtener algunos beneficios territoriales y volver a entrar en el proceso de paz desde una posición de fuerza”, sostiene Broers.
Azerbaiyán alega que está respondiendo a la agresión armenia en zonas que son legalmente su territorio y que durante décadas han estado ocupadas por tropas enemigas y separatistas.
¿Por qué es relevante?
Aparte de la cuestión humanitaria, con la muerte de civiles de ambos bandos, el conflicto suscita la preocupación de la comunidad internacional por varios motivos. El principal es que las potencias regionales, incluyendo Rusia, Turquía e Irán, tienen intereses en el sur del Cáucaso. Si se deja que el conflicto se encone, “se podría transformar en un conflicto regional más grande como ocurió en la Primera Guerra Mundial”, explica Broers. Turquía ya ha declarado su apoyo incondicional a Azerbaiyán, mientras que históricamente Rusia siempre ha estado más cerca de Armenia, aunque sus vínculos con las élites azerbaiyanas han aumentado.
Los dos países han mantenido luchas de poder en diferentes escenarios en todo el mundo, como Siria y Libia. Armenia ha afirmado que Turquía está enviando combatientes sirios a la zona para luchar del lado de Azerbaiyán, afirmación que Azerbaiyán califica de “un sinsentido absoluto”
Todavía no hay pruebas claras de que haya sirios sobre el terreno en Nagorno-Karabaj, pero en declaraciones a The Guardian varios combatientes de la provincia siria de Idlib han afirmado que una empresa turca de seguridad privada inició hace un mes una campaña de reclutamiento de hombres para enviarlos a Azerbaiyán.
El Cáucaso meridional es una arteria crucial para el gas y el petróleo desde Azerbaiyán hasta Turquía, Europa y otros mercados mundiales. Azerbaiyán abastece alrededor del 5% de la demanda de gas y petróleo de Europa (ayudando a reducir la dependencia de la UE de Rusia) y, de hecho, en 2016 hubo enfrentamientos cerca de varios de estos oleoductos.
Traducido por Emma Reverter