La ofensiva israelí en Gaza es ya el conflicto más letal para los periodistas en la historia reciente (153 han fallecido, según las autoridades locales), mientras las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) aseguran una y otra vez que los medios de comunicación no son blanco de ataques deliberados. “No existe ninguna política de atacar al personal de los medios de comunicación”, afirmó un alto oficial israelí, pese al récord de periodistas muertos a causa de la intensidad y escala de los bombardeos indiscriminados en los que han perecido más de 38.000 personas, la mayoría civiles.
Según una investigación del periódico británico The Guardian, las FDI retuercen las normas de la guerra tras los ataques del grupo palestino Hamás el 7 de octubre contra el sur de Israel, al señalar como objetivos militares legítimos a periodistas que trabajan en la Franja de Gaza para medios afines a Hamás o controlados por este.
La investigación forma parte de Proyecto Gaza, en el que participan 50 periodistas de 13 medios de comunicación, bajo la coordinación de la ONG parisina Forbidden Stories, con el objetivo de investigar los asesinatos de los informadores en Gaza y los ataques o amenazas contra ellos en Cisjordania.
Más de cien periodistas muertos en nueve meses
Al menos 108 periodistas y empleados de medios de comunicación palestinos han muerto en la guerra de Gaza, de acuerdo con los datos del Comité para la Protección de los Periodistas, con sede en Estados Unidos (CPJ, por sus siglas en inglés). Otros recuentos sugieren que son más –la cifra ofrecida por las autoridades gazatíes es de 153 muertos–. Israel prohíbe el acceso a Gaza de los medios extranjeros, por lo que la labor de documentar la guerra ha recaído en los periodistas palestinos de la Franja. Muchos de ellos han seguido trabajando, pese a los graves riesgos para su integridad física.
En una guerra en la que Israel ha arrojado decenas de miles de bombas sobre un territorio densamente poblado, puede que sea inevitable que tantos periodistas hayan perecido. Entre las víctimas mortales también hay médicos, profesores, funcionarios, cooperantes, paramédicos y poetas, aparte de ciudadanos anónimos. Pero el hecho de que las fuerzas israelíes hayan matado, herido o detenido a tantos periodistas y trabajadores de medios –palestinos que trabajan para medios locales e internacionales– hace que las organizaciones que defienden la libertad de prensa estén alarmadas porque las FDI busquen deliberadamente silenciar la información crítica.
Aproximadamente, un 30% de las víctimas que aparecen en el listado del CPJ desde el 7 de octubre trabajaba para medios próximos a Hamás o estrechamente vinculados con el grupo islamista. The Guardian, junto a la ONG jordana Reporteros Árabes de Periodismo de Investigación (ARIJ, por sus siglas en inglés), ha documentado que al menos 23 víctimas mortales trabajaban para la cadena Al Aqsa, la más importante de los medios gestionados por Hamás en Gaza.
Considerado el canal oficial del movimiento islamista, Al Aqsa empleaba a cientos de personas y operaba un canal de televisión con gran audiencia y numerosas emisoras de radio, hasta que la guerra redujo su producción informativa. Parece que es el medio que ha perdido a más periodistas en esta guerra.
Preguntado por las víctimas mortales que trabajaban para la cadena Al Aqsa, un alto portavoz de las FDI respondió a los periodistas del consorcio Proyecto Gaza que no hay “diferencia” entre trabajar para el medio de comunicación y pertenecer al brazo armado de Hamás, una afirmación que los expertos jurídicos consideran alarmante. En palabras de Adil Haque, profesor de Derecho de la Universidad de Rutgers (Estados Unidos), es “una declaración chocante” que implica una “incomprensión total o, simplemente, el desprecio deliberado del derecho internacional”.
“Informar no es participar directamente en las hostilidades”
Tan pronto como comenzaron los bombardeos de Israel sobre la Franja de Gaza, en respuesta al ataque de Hamás en el que casi 1.200 personas murieron y unas 250 fueron secuestradas en Israel, la sede de Al Aqsa fue evacuada porque los directivos de la cadena creían que las FDI la atacarían, según cuentan dos fuentes.
Al Aqsa opera en un entorno informativo estrechamente controlado por Hamás –movimiento político y armado que gobierna el enclave palestino desde 2007– y su programación es inequívocamente favorable a Hamás, contraria a Israel y, en ocasiones, antisemita.
En el canal de televisión, que ahora emite con el nombre de Seraj, los programas de noticias se intercalan con imágenes de militantes atacando a las tropas israelíes. Antes de la guerra, también emitía programas religiosos y series –como The Fist of Freemen, considerada la réplica de Hamás a Fauda, una popular serie israelí de Netflix sobre las fuerzas de seguridad de ese país–.
“Hamás considera que los medios de comunicación constituyen una herramienta crucial para acercarse a la gente y transmitir su mensaje y propaganda”, explica un veterano periodista afincado en la Franja. “Defienden a Hamás, pase lo que pase”, agrega.
Las FDI bombardearon las oficinas de Al Aqsa en 2018, argumentando que el edificio se empleaba con fines militares. Un año después, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, utilizó sus amplias prerrogativas legales para declarar este medio de comunicación como 'organización terrorista'. Es “un brazo propagandístico de Hamás y para la organización terrorista constituye una plataforma central por la que difundir mensajes de incitación” a la violencia, decía la declaración. Al Aqsa también ha sido objeto de sanciones estadounidenses desde el año 2010.
Según expertos legales, la clasificación como organización terrorista sólo rige dentro del ordenamiento jurídico de Israel y no representa un cheque en blanco para que las FDI puedan matar a sus empleados. De acuerdo con las normas de la guerra, los periodistas sólo pierden su condición de civiles si “participan directamente en las hostilidades y mientras dure tal participación” (Protocolo I adicional a los Convenios de Ginebra de 1949). El simple hecho de trabajar para una organización como Al Aqsa no convierte a un periodista en un objetivo militar legítimo.
Janina Dill, experta en leyes de la guerra y profesora de la Universidad de Oxford, dice que “informar de los hechos no es participar directamente en las hostilidades”. “Incluso si informan de forma sesgada, incluso si hacen propaganda para Hamás, incluso si Israel discrepa fundamentalmente sobre cómo informan, eso no es suficiente”.
“Desprecio por los derechos fundamentales”
Múltiples fuentes israelíes han hablado de la permisividad de las FDI a la hora de seleccionar los objetivos en una guerra cuya finalidad es la “destrucción total de Hamás”.
Según una persona con conocimiento del asesoramiento jurídico recibido por los comandantes del Ejército, algunos miembros de las FDI tienen una opinión “problemática” por la cual “siempre que alguien reciba un salario que en última instancia venga de Hamás” puede ser considerado un objetivo legítimo.
“Hamás invierte muchos recursos en su equipo de propaganda, en muchas ocasiones dejan de hacer cosas si no tienen fotógrafo, todo tiene que estar documentado”, afirma un oficial de la Inteligencia militar israelí. “Así que algunos te dirán: 'Mira, un hamasnik es un hamasnik [miembro o simpatizante de Hamás]'”.
En una entrevista con Radio France (que también participa en Proyecto Gaza), el coronel en la reserva y veterano portavoz de las FDI Olivier Rafowicz dijo que “no hay distinción entre el ala política y el ala militar de Hamás”. “Al Aqsa pertenece a la organización de guerra de Hamás y las personas que trabajan para la cadena son miembros activos de la organización de guerra de Hamás”, agregó.
De acuerdo con numerosos expertos jurídicos, se trata de una postura preocupante. Puede que haya individuos que participen tanto en el periodismo como en actividades de combate, pero sugerir que absolutamente todos los que trabajan para un medio de comunicación son militantes es no diferenciar entre combatientes y civiles, apuntan. “Esta es la idea fundamental del derecho internacional humanitario”, destaca Haque, profesor de Derecho en Rutgers. “Resulta chocante oír a un miembro de las FDI revelando abierta y públicamente su ignorancia, o su desprecio, por este principio fundamental”.
Según Haque, hay que ver las diferencias entre el brazo armado de Hamás, las brigadas Izz ad-Din al-Qassam; y su aparato político, que en la Franja de Gaza emplea a decenas de miles de personas y gestiona colegios, hospitales, tribunales y servicios municipales. “Si un periodista no forma parte del brazo militar de Hamás, si no es un combatiente por su papel o función, entonces es un civil, a menos que participe directamente en las hostilidades y mientras lo haga”, explica Haque.
Tras la publicación de este artículo, las FDI difundieron un comunicado tomando distancia de las declaraciones de Rafowicz durante la entrevista de principios de junio, en la que también participó otro portavoz de las FDI: “Tales declaraciones no reflejan la política oficial de las FDI en relación con la identificación de terroristas y los procedimientos de selección de objetivos. El coronel Rafowicz se equivocó ya que estos comentarios caracterizan erróneamente la política de ataques de las FDI”.
Periodistas acusados de ser terroristas
En respuesta a una solicitud de información de The Guardian respecto a los empleados de Al Aqsa asesinados, un portavoz del Ejército israelí dijo que las fuerzas “no atacan objetivos civiles” y que Al Aqsa “emplea a terroristas haciéndolos pasar por periodistas”. El portavoz repasó los nombres de seis de los trabajadores de Al Aqsa muertos y alegó que eran miembros del brazo armado de Hamás, que se habían puesto “el disfraz de periodistas”. Las FDI se negaron a aportar pruebas que respaldaran esas afirmaciones y dijeron que habían obtenido la información de los servicios de espionaje.
Aunque periodistas con experiencia en la Franja de Gaza señalan que el brazo armado de Hamás se encuentra tan presente en la vida civil del territorio que no se puede excluir que haya utilizado a los medios de comunicación o que haya periodistas que lleven los dos uniformes, las autoridades israelíes han dicho repetidamente que los periodistas muertos en la guerra eran terroristas sin aportar apenas pruebas.
La relatora especial de la ONU sobre la libertad de opinión y de expresión, Irene Khan, declaró a Proyecto Gaza que Israel había “difundido desinformación sobre la vinculación de los periodistas con los militantes” y no había cumplido con el requisito de “presentar pruebas” para sostener sus acusaciones.
Según fuentes de Al Aqsa, decenas de sus trabajadores han muerto o resultado heridos. Otros han sido detenidos y encarcelados por las fuerzas israelíes. Issam Bahar, uno de los periodistas de la cadena acusados por las FDI de terrorismo, trabajaba de forma independiente con Al Aqsa cuando a mediados de octubre fue asesinado a sus 38 años.
No llevaba a cabo “ninguna actividad política ni de otro tipo”, dijo a ARIJ un pariente cercano. “Sólo era periodista y profesor del Corán”, añadió. Según su testimonio, y coincidiendo con información recopilada por la ONG Airwars, Bahar se encontraba en Ciudad de Gaza refugiado en casa de un pariente cuando un bombardeo nocturno israelí terminó con su vida y la de seis miembros de su familia; entre ellos, su esposa y su hijo de 14 años.
En una guerra donde se han destruido más de la mitad de los edificios de Gaza, según las estimaciones de la ONU, los periodistas han muerto en sus hogares o los han perdido, de la misma manera que una gran parte de la población de la Franja. En una encuesta distribuida por ARIJ entre más de 200 periodistas gazatíes, casi todos respondieron que habían sido desplazados debido a la ofensiva israelí. La mitad dijo que vivía en tiendas de campaña y un 86% afirmó que sus casas habían quedado destruidas, parcialmente o por completo.
“Cuando nos fuimos a dormir, nos bombardearon”
“Es muy duro psicológicamente”, admite Mohammed Abed, reportero gráfico de la agencia France Presse en Gaza. “Han muerto tantos periodistas mientras dormían con sus familias”, lamenta Abed. “Cuando entrevistamos a los supervivientes, nos dijeron que estaban en casa. Cenamos y hablamos con los vecinos, y cuando nos fuimos a dormir, nos bombardearon”.
En otras guerras que han tenido lugar en la Franja de Gaza, para atacar a una persona en su vivienda se necesitaban pruebas de que esa persona había “cruzado el umbral para participar directamente en acciones hostiles”, según un exabogado de las FDI. En la guerra actual, “parece que ha habido diferentes reglas de enfrentamiento” y “la destrucción se ha llevado a un nivel diferente”.
La postura oficial del Ejército israelí es que no ha llevado a cabo ataques deliberados contra periodistas. Muchos militares atribuyen el número récord de muertes entre los periodistas a la intensidad de los ataques de las FDI contra un territorio tan densamente poblado. “Estoy seguro de que si contáramos el número de profesores muertos, el número de conserjes muertos, el número de taxistas, también tendríamos cifras altas”, dice un alto cargo israelí.
La periodista independiente palestina de 31 años Salma Mkhaimer ha sido una de las que se quedó atrapadas en la destrucción. Afincada en Jordania, Mkhaimer cubría temas relacionados con derechos de la mujer y había colaborado con varios medios de Gaza, entre los que figuraban Al Aqsa. Cuando comenzó la guerra, ella y su hijo estaban en la Franja de visita familiar. Aunque la casa donde quedaron atrapados estaba en una zona clasificada como segura por las FDI, el 24 de octubre un bombardeo golpeó al edificio mientras hablaba por teléfono con su marido, Alaa Naser Abushawer. Era el día del primer cumpleaños de Ali, el hijo de ambos. Murieron ella, el bebé y 23 familiares.
En una entrevista concedida a The Guardian, Abushawer revela que, para alguien como él, que estuvo casado con una periodista, es “muy doloroso” saber que muchas otras personas como su mujer habían muerto en Gaza. Poner fin a la guerra, afirma, es necesario “para todos nosotros, israelíes y palestinos”. Esas fueron las palabras de su esposa la última vez que hablaron: “En la última llamada con Salma, me dijo: 'Debemos detener la guerra'”.
Con actualización por elDiario.es.
Traducción por Francisco de Zárate.