“La gente no es nada buena”. Esta cantinela suena sin parar últimamente, ¿no les parece? Mires donde mires, la gente es cada vez más egoísta, individualista, desagradable y pasa de los demás. El debate público es cada vez más vulgar, en especial el de Internet, y evidencia la ira, la enajenación y un tipo peligroso de apatía que produce bajos niveles de ansiedad y una desilusión permanente.
El discurso político ha convertido en normales expresiones de odio. En estos momentos, se puede decir prácticamente todo y los prejuicios ya no son implícitos; se expresan alto, claro y con orgullo.
No es de extrañar que Amnistía Internacional se haya pronunciado en torno a este lenguaje “tóxico”. El discurso en torno a los refugiados y los inmigrantes los ha deshumanizado deliberadamente. Ahora un gobierno puede eludir su responsabilidad de garantizar la protección de los menores no acompañados. En el plano internacional, hemos visto la perversidad en estado puro. Tirana Hassan, la responsable de Amnistía para la respuesta a las crisis, señala que muchos líderes han difundido la peligrosa noción de que algunas personas “son menos humanas que otras”. Todos sabemos a qué líderes se está refiriendo.
Los líderes de derecha son expertos en mostrar a nuestra visión periférica imágenes de caos. Donald Trump lo hace literalmente. Fuera de la jaula de oro en la que vive, el mundo es lo más parecido a un infierno. Asesinatos. Violaciones. Terror. La visión autoritaria del mundo necesita alimentar el miedo a la anarquía y la noción de que en cualquier momento todo podría volar por los aires. El enemigo “fuera de casa”. Margaret Thatcher alimentaba los miedos de la población con un discurso del “enemigo en casa”, ¿recuerdan?
El miedo y el poder
Dar legitimidad al miedo confiere poder. La invocación constante del lado oscuro del mal también divide profundamente a la sociedad. Es agotador. Constantemente tienen que alimentar la noción de que se han roto los esquemas más elementales y que ya no existen unas normas básicas de comportamiento.
Si viven conectados a Internet, es fácil que tengan esta visión. Continuamente todo es negativo. No hay diálogo ni ley, tan solo una cacofonía de gritos. Llegados a este punto, hagan algo normal. Visiten una escuela de primaria. Hagan cola en un cajero automático. Deténganse en un semáforo. Verán la vida desde una perspectiva completamente distinta: la sociedad no está tan rota como se pensaban, siguen vigentes ciertas reglas básicas e incluso un cierto grado de civismo y un consenso sobre cómo comportarse.
Comportamientos como escupir o mofarse de la raza, el sexo o la sexualidad de alguien no están permitidos en las aulas (desalentadas por la corrección política de antaño). En los consultorios de los médicos y en los medios de transporte público hay carteles que indican que este tipo de comportamiento es inadmisible.
Claro que veo comportamientos deplorables, pero también comportamientos admirables. Las personas ceden sus asientos a otros en el autobús. Hacen cola en los cajeros automáticos y esperan su turno. Hablan las unas con las otras en el supermercado. Para algunas personas, la vida es extremadamente dura; de eso no hay duda. Sin embargo, el mundo dividido que nos muestran muchos políticos solo se corresponde con su realidad.
Frecuentemente, la falta de respeto hacia los demás y el incumplimiento de las normas de civismo más básicas son comportamientos que se fomentan desde arriba. No solo por parte de políticos como Nigel Farage, que vomita una sarta de mentiras y de insultos contra los inmigrantes. ¿A qué se refiere Theresa May cuando habla de “los ciudadanos de ninguna parte”? ¿Cómo puede un buen cristiano rechazar la enmienda Dubs y cerrar la puerta a los niños refugiados? [Una enmienda para proteger en el Reino Unido a los menores extranjeros no acompañados] ¿Cómo puede admitirse que un tory ladre a una política cuando esta empiece a hablar? Ninguna de estas personas respeta las normas de comportamiento más básicas de un aula de una escuela de primaria. Para seguir fomentando la noción de que “todo se está yendo al traste” tienen que convencer a los ciudadanos de que este es el comportamiento antisocial de los más vulnerables, los inmigrantes, los mexicanos y los musulmanes.
Este miedo todavía se propaga más rápido si consiguen transmitir la idea de que el espacio público es peligroso. Lo cierto es que cuando los ciudadanos compartimos el espacio público la experiencia no es tan negativa. Si miramos la serie Hospital de la BBC2 nos sorprende constatar que los médicos del sistema público de salud trabajan duro. Tal vez en este momento mostrar un espíritu de amabilidad y cohesión nos parezca idealista, pero afirmar que estos valores no existen solo nos lleva a una espiral de desesperación.
Compartir el espacio público
Muchos padres aseguran que ya no saben cómo explicar a sus hijos que deben compartir o cómo hablarles del acoso o, simplemente, del respeto, porque el tipo de comportamiento que muestran los personajes públicos está absolutamente fuera de control. El acoso viene de arriba. Si muestras una falta total de empatía y de compasión puedes presumir simplemente de ser un iconoclasta brillante.
Visto lo visto, insistir en la necesidad de ser amable en público puede sonar ñoño. Sin embargo, lo cierto es que la amabilidad es clave. Esto es lo que pensé cuando escuché a Brendan Cox hablar sobre esta actitud. Es necesario subrayar la necesidad de ser amables, mostrarnos unidos y colaborar. Afirmar que sus intentos por dividirnos y atemorizarnos no conseguirán destruirnos. El hecho de que sea el marido de Jo Cox quien lo diga es conmovedor. En homenaje a su memoria, quiere que todos nos unamos en una celebración en junio. Tal vez su planteamiento pueda sonar algo anticuado en un mundo plagado de trolls y de discursos del odio.
Bien, siempre nos dicen que la solidaridad es anticuada y que no existe la sociedad como tal, pero como dijo Jo: “es mucho más lo que tenemos en común que lo que nos separa”.
Hasta que esta andadura neoconservadora no dé paso al nihilismo conservador en estado puro, es fundamental que sigamos compartiendo los espacios públicos y que sigamos construyendo y transformando nuestra sociedad. Si consiguen convencernos de que los demás son el infierno, estamos perdidos.
Traducción de Emma Reverter