ANÁLISIS

Michael Bloomberg, la prueba de fuego que nos dirá si es verdad que el dinero todo lo puede

Amanda Holpuch

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El camino a la Casa Blanca siempre ha estado pavimentado con dólares. Sin embargo, en la campaña presidencial de 2020 Mike Bloomberg se ha propuesto cortar el paso a los otros candidatos con un muro levantado con una suma de dinero jamás gastada en unas elecciones a la presidencia de Estados Unidos.

Bloomberg, una de las personas más ricas del mundo, magnate de medios de comunicación y exalcalde de Nueva York, entró tarde en la carrera presidencial, y con un montón de dinero, en un intento de sacudir la estrategia habitual de las campañas y desbancar a Donald Trump. Ha prometido gastar hasta mil millones de dólares de su propio bolsillo, aunque algunas informaciones sugieren que podría hasta duplicar esa cantidad.

Su fortuna le ha permitido impulsar una campaña que es una explosión incesante de dinero. Está gastando cientos de millones en anuncios, ha contratado a miles de empleados a los que ofrece unas condiciones inigualables y ha creado una red de apoyo político que le está proporcionando una ayuda crucial. En las primarias del partido demócrata, su dinero le ha aupado a la cúspide y ha dejado atrás a otros rivales que durante más de un año se han movido con dificultad en la que hasta ahora era una campaña tradicional.

El miércoles de la semana pasada, durante un debate de los candidatos demócratas en Las Vegas, Bloomberg fue atacado por los demás rivales, pero la pregunta sigue siendo: ¿se puede comprar el camino a la presidencia inyectando una suma de dinero sin precedentes en la historia de Estados Unidos?

Sarah Bryner, directora de investigación del Centro para la Política Responsable, puntualiza que el dinero siempre ha desempeñado un papel importante en las elecciones de Estados Unidos, pero que en el caso de la campaña de Bloomberg está haciendo una labor decisiva. “Está cambiando los límites de lo que es posible”, señala.

Durante los tres primeros meses de campaña, Bloomberg gastó 188 millones de dólares. Cuando en noviembre decidió concurrir a las primarias del Partido Demócrata, el entonces favorito, Joe Biden, había conseguido recaudar 59 millones de dólares durante 2019. Los últimos datos obtenidos la semana pasada muestran que Bloomberg ya lleva gastados 460 millones de dólares.

La mayor parte de esos casi 500 millones de dólares se destinan a publicidad. Sus anuncios cubren los mercados televisivos y las redes sociales en una avalancha de mensajes. Esta lluvia incesante de mensajes tiene un objetivo muy estudiado: ha gastado 124 millones de dólares en anuncios en los 14 estados que celebran primarias el 3 de marzo, conocido como supermartes, fecha en la que un gran número de estados elige a su candidato favorito.

La campaña de Bloomberg ha estado presente en cualquier lugar relevante para los potenciales votantes estadounidenses. Bloomberg dio el paso sin precedentes de comprar un anuncio de 10 millones de dólares, de 60 segundos de duración, para que fuera emitido durante la Super Bowl, el mayor evento deportivo anual en Estados Unidos. Unas horas más tarde, el presidente Trump anunció que haría lo mismo.

Regalar alquiler y comida, comprar internautas

Pero no son solo anuncios. Con su inmensa fortuna ha podido diseñar una campaña que se alimenta de grandes sumas de dinero, en contraste con las limitaciones presupuestarias de la mayoría de campañas presidenciales.

Bloomberg paga el alquiler de algunas de las personas que trabajan en su campaña. Su equipo ha recibido los últimos modelos de iPhones y MacBooks y cobra salarios altos. En los eventos, los potenciales votantes reciben gratis bocadillos de bistec, salmón ahumado y queso brie con miel. El Wall Street Journal informa de que la campaña ha contratado a cientos de internautas en California para que publiquen información positiva sobre Bloomberg en las redes sociales y para que envíen mensajes de texto a sus amigos sobre el candidato.

Gastar la mayor cantidad de dinero no garantiza una victoria, pero Ciara Torres-Spelliscy, autora de Political Brands, afirma que para un político tiene una importancia incalculable reforzar su marca ante el votante. “El candidato que está dispuesto a venderse a sí mismo suele ser el candidato que gana”, señala Torres-Spelliscy.

Las encuestas recientes confirman que la inversión está dando sus frutos. Bloomberg entró en la carrera presidencial en noviembre de 2019 con un 3% de apoyo. Una encuesta de NBC News/Wall Street Journal publicada el martes pasado muestra que el apoyo a Bloomberg ya es del 14% y se sitúa solo por detrás de Bernie Sanders y Biden. En algunos estados, como Florida y Oklahoma, lidera las encuestas.

Dicho esto, lo cierto es que la escasa información disponible sobre cómo les va a los candidatos ricos en las elecciones presidenciales no augura el mejor resultado para Bloomberg.

De hecho, en las elecciones presidenciales de 2012 y 2016, los candidatos que más dinero gastaron, perdieron. Otros ultrarricos que trataron de comprar su camino a la presidencia, como Ross Perot y Steve Forbes, fracasaron estrepitosamente.

“Se puede producir el fenómeno que la persona rica sea percibida por el votante como un partido de un solo miembro”, explica Torres-Spelliscy, que actualmente es profesora de derecho en la Universidad de Stetson. “Tienen mucho dinero para gastar en su propia campaña, pero si no pueden conectar con los votantes, tienden a fracasar”.

Sin embargo, es evidente que la historia de los ricos que se presentan a la Casa Blanca cuenta con un caso de éxito muy reciente: Donald Trump.

Las grietas del muro de dinero

Como Bloomberg aprendió en su primer debate con el resto de los candidatos demócratas, ser uno de los hombres más ricos del mundo no garantiza conseguir lo que uno quiere. El exalcalde de Nueva York se convirtió en el blanco de ataque de los otros cinco candidatos demócratas y parecía nervioso mientras ellos lanzaban críticas brutales sobre opiniones y políticas que el magnate defendió en el pasado.

“Apostando por Bloomberg como candidato demócrata a las elecciones presidenciales, el partido corre el riesgo de sustituir a un multimillonario arrogante por otro”, sentenció la candidata y senadora de Massachusetts Elizabeth Warren durante su primera intervención en el debate. Le recordó a Bloomberg que en el pasado insultó a mujeres y miembros del colectivo LGTB.

A diferencia de la mayoría de los candidatos que financian sus propias campañas, Bloomberg tiene una trayectoria política a sus espaldas. Fue alcalde de Nueva York de 2002 a 2013 –tras cambiar la normativa y conseguir postularse para un tercer mandato–. El otro exalcalde de las primarias demócratas, Pete Buttigieg, de South Bend, en el estado de Indiana, gestionó una ciudad de poco más de 101.000 habitantes. Sanders también inició su carrera política como alcalde en Burlington, Vermont.

La experiencia que le ha proporcionado ser el alcalde de una de las ciudades más grandes del mundo debería jugar a su favor. Sin embargo, también le está dando algunos quebraderos de cabeza debido a medidas polémicas que defendió durante su mandato.

Días antes de que Bloomberg anunciara su candidatura a la presidencia, se disculpó por primera vez por la práctica conocida como stop-and-frisk (parar y registrar aleatoriamente a un posible sospechoso). Durante su mandato, estos registros aumentaron y afectaron desproporcionadamente a la población negra.

Sin embargo, no se ha disculpado por la vigilancia masiva a la población musulmana realizada por el Departamento de Policía de Nueva York mientras era alcalde. Por otra parte, una demanda por acoso alega que hacía comentarios inapropiados a las trabajadoras de Bloomberg, el imperio mediático responsable de su fortuna de 64.200 millones de dólares.

Se desconoce si todas estas polémicas llegarán a oídos de los votantes más expuestos a los anuncios de 30 segundos del multimillonario y si afectará al apoyo que recibe de personas influyentes en sus comunidades.

Una red de apoyo

Sin embargo, el dinero ha comprado más que anuncios y profesionales bien remunerados. Bloomberg, un exrepublicano que apoyó a George W. Bush, ha recibido el apoyo de decenas de alcaldes demócratas y de destacados partidarios de causas progresistas como el control de armas y la defensa del medio ambiente; causas que ha apoyado como filántropo con grandes sumas de dinero.

The New York Times ha calculado que Bloomberg ha donado al menos 10.000 millones de dólares a distintas causas filantrópicas y políticas. El año pasado, coincidiendo con el anuncio de su candidatura, donó más de 3.300 millones de dólares, más de lo que había gastado en los cinco años anteriores juntos.

Desde que dejó la alcaldía, Bloomberg se ha convertido en el donante político más importante del Partido Demócrata. En las últimas elecciones legislativas donó más de 100 millones de dólares para ayudar a los demócratas a ganar la Cámara de Representantes y de los 21 legisladores recién elegidos a los que apoyó, 15 eran mujeres. Bryner señala que este gasto le permite tener “más credibilidad como candidato progresista de la que tendría de otra manera”.

Mucho de ese dinero ha llegado a través de Bloomberg Philanthropies, el brazo benéfico de su compañía. Unas 196 ciudades del país han recibido ayudas y subvenciones. En total, Bloomberg Philanthropies se ha gastado 350 millones de dólares en un apoyo que parece haber consolidado su reputación entre los alcaldes del país. De hecho, más de cien alcaldes han expresado su apoyo a su candidatura a la presidencia.

Tres alcaldes de California que en enero anunciaron que daban su apoyo a Bloomberg, coincidiendo con una omnipresencia de mensajes publicitarios en las radios del estado, participaron en el programa de formación de liderazgo para alcaldes en la Universidad de Harvard, financiado por Bloomberg.

London Breed, la primera alcaldesa negra de San Francisco, participó en ese programa de formación y ahora es la responsable de la estrategia de la campaña presidencial dirigida a la población afroamericana. Breed ha tenido que defender repetidamente la práctica policial de “parar y registrar” defendida por Bloomberg. Al ser preguntada sobre esta práctica durante una entrevista en NPR, señaló: “Creo que desafortunadamente ocurrió, y no hay ningún político vivo que no haya cometido un error. Esta decisión ha podido tener un impacto negativo en la comunidad afroamericana”.

Algunos han insinuado que su dinero también puede tener un efecto disuasorio, al silenciar a los beneficiarios. En declaraciones al diario HuffPost, activistas en defensa de las personas sin hogar y profesores de Nueva York indican que con su dinero Bloomberg puede crear un ambiente en el que no se puede criticar su gestión como alcalde.

El multimillonario también ha donado dinero a los republicanos. En 2012 donó un millón de dólares al fondo general de los republicanos del Senado estatal de Nueva York. Antes había financiado a los senadores estatales que ayudaron a que el matrimonio entre personas del mismo sexo fuera legal en el estado.

El otro multimillonario

El precedente más parecido a la campaña de Bloomberg es el del multimillonario que ya ocupa el Despacho Oval: Donald Trump. En toda la historia moderna de Estados Unidos, Trump ha sido el único candidato presidencial que ha costeado su propia campaña y que ha ganado las elecciones.

Pero Trump dependía en gran medida de otros donantes ricos y aun así gastaba menos que su principal rival, Hillary Clinton. De momento, recibe tantas donaciones que todavía no ha tenido que gastar ni un dólar de su bolsillo en su camino a la reeleción. La campaña de Bloomberg viene a ser como una inyección de esteroides. Comparando una campaña con la otra, la de Trump parece insignificante.

Sin embargo, todo esto podría no tener ninguna relevancia. Una lección de la campaña de Trump en 2016 es que el dinero no es todo lo que importa para que una campaña política tenga éxito o fracase.

“Clinton contaba con mucho más dinero que Trump y, sin embargo, esto no fue decisivo”, indica Bryner. “Creo que a estas alturas la gente sigue intentando procesar lo sucedido y se hace la siguiente pregunta: ¿compró su victoria? Si lo hizo, ¿no tendría que haber perdido ya que tenía menos dinero que la candidata demócrata?”.

De hecho, en lo concerniente a intentar comprar la presidencia, hay un factor que desempeña un papel clave: los pequeños donantes. Sin ellos, es más difícil conseguir ser popular entre los votantes. Y este es el motivo por el que en los años de campaña presidencial los partidos tienden a apostar por candidatos que han podido demostrar lo populares que son y que cuentan con una gran cantidad de pequeñas donaciones.

No obstante, lo cierto es que 500 millones de dólares dan para mucho en las elecciones presidenciales. “Sin duda tiene la riqueza necesaria para dar guerra; tanto en las primarias demócratas, como si consigue ser el candidato del partido y llega a las presidenciales”, concluye Torres-Spelliscy.

Traducido por Emma Reverter