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Pocos creen que la UE se atreva a plantar cara al victorioso líder ultraderechista Viktor Orbán

Jennifer Rankin

Es una apuesta segura que muy pocos en Bruselas están celebrando la victoria aplastante de Viktor Orbán. Elegido para un cuarto mandato, el líder nacionalista y antinmigración de Hungría plantea un profundo desafío a la Unión Europea.

Desde su regreso como primer ministro en 2010, Orbán y su partido, Fidesz, han debilitado la separación de poderes, han limitado la independencia judicial y han tomado medidas contra los medios de comunicación independientes. La deriva antidemocrática de Hungría ha estado acompañada por un redoble de retórica xenófoba dirigida contra los refugiados, Bruselas y George Soros.

La Unión Europea, acostumbrada a lidiar con el Brexit, se enfrenta ahora a un país en el corazón del continente que está abandonando los valores liberales del club, pero que sigue recogiendo los cheques comunitarios.

La Comisión Europea no cree estar ante un problema sistémico. El actual mandato de la Comisión acaba en 2019 y mucha gente dentro de la UE piensa que su presidente, Jean-Claude Juncker, se muestra reacio a pelear con Orbán.

Ambos políticos son miembros del Partido Popular Europeo (PPE), el bloque comunitario dominante de centro-derecha, que ha protegido a Orbán de las críticas. Antes de la arrolladora victoria del domingo, algunos miembros del PPE tenían la esperanza de que el líder húngaro cambiase. “Ha sido muy franco porque las elecciones le han radicalizado”, declara un político del PPE a The Guardian. “Creo que se moderará y se volverá más razonable”, añade.

La gente que ha seguido de cerca la carrera de Orbán no lo tiene tan claro. “Cada vez es más ambicioso”, sostiene Laurent Pech, profesor de Derecho Comunitario en la Universidad de Middlesex. “Cree que la situación política le favorece”, añade.

Algunos aliados del líder húngaro en Austria y Baviera han apoyado las ideas de Orbán en materia de inmigración. Las acusaciones sobre el uso indebido de los fondos comunitarios han recibido una respuesta débil por parte de los países que son contribuyentes netos al presupuesto de la UE. La Comisión anterior congeló los fondos europeos a la República Checa por su preocupación por la corrupción. Al tiempo que la oficina antifraude de la UE investiga casos sospechosos en Hungría, el dinero ha seguido fluyendo.

Orbán ha comparado sus maniobras en Bruselas con “el baile del pavo real”, cambios superficiales para calmar a los miembros de la UE mientras continúa con su plan. Pero cuando se trata de una ley que amenaza el cierre de la Universidad Centroeuropea (CEU, por sus siglas en inglés), “no se echó atrás”, señala Pech. “Con CEU no siguió el guión”, añade.

También se ha negado a echarse atrás en materia de una ley de ONG al estilo de Rusia que requiere a los grupos con financiación extranjera calificarse a sí mismos como “organizaciones apoyadas desde el extranjero”. La Comisión ha llevado a Hungría al Tribunal de Justicia de la UE por la Universidad Centroeuropea y la ley de ONG. Es el mismo método utilizado para hacer frente a los gobiernos que incumplen las leyes europeas sobre viajes organizados o contaminación del agua.

Algunos eurodiputados creen que este enfoque tecnocrático no es adecuado para lidiar con el cada vez más autoritario líder de Hungría. El Parlamento Europeo ha comenzado un proceso que podría acabar con Hungría avergonzada bajo el Artículo 7, el procedimiento de la UE sobre el Estado de derecho. Pero solo los gobiernos pueden tomar decisiones y el último paso, la suspensión del derecho a voto, parece improbable.

Pocos Estados miembros quieren vincular la democracia a los fondos de la UE –una idea apoyada por Francia y por el Gobierno saliente de Italia conocida como ayuda condicionada–. Pero el retraso a la hora de acordar y gastar el dinero de la UE significa que esas medidas podrían no tener ningún efecto hasta 2024. “[Para entonces] Orbán habría sido reelegido una vez más y utilizaría el dinero de la UE como ha hecho hasta ahora”, señala László Andor, un excomisario europeo húngaro. “La ayuda condicionada al Estado de derecho es una solución falsa”.

A Andor le gustaría que la UE cambiase la gestión de los fondos comunitarios. “Orbán y su entorno se están beneficiando de las arcas de la UE al tiempo que recortan todos los fondos posibles a la sociedad civil y a los medios proeuropeos. Esta es una paradoja que se tiene que resolver urgentemente”, señala.

La Unión Europea es un club de democracias liberales que depende de tribunales independientes y de la separación de poderes en sus Estados miembros. A pesar de lo que está en juego, hay pocos indicios de que los líderes europeos estén dispuestos a retar a Viktor Orbán.

Traducido por Javier Biosca Azcoiti