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¿Por qué Reino Unido arresta ahora a los republicanos que protestan?

Un manifestante durante la ceremonia de proclamación de Carlos III en Edimburgo.
13 de septiembre de 2022 23:30 h

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El fin de semana pasado una mujer fue arrestada en Edimburgo por exhibir un cartel que decía: “Que le jodan al imperialismo, terminemos con la monarquía”. En Oxford, una protesta aún más moderada terminó con el arresto de Symon Hill. Mientras se leía el anuncio de la proclamación de Carlos III, Hill salía de la Iglesia en el centro de Oxford y gritó: “¿Quién lo ha elegido?”. Sigue siendo una pregunta cuán disruptivo fue en general, pero fue suficiente como para que la policía lo arrestara y esposara, para luego “desarrestarlo”, con la idea de que lo interrogarían en el futuro. Hill dice que, en el momento, le dijeron que actuaban de acuerdo con la nueva ley de lucha contra el crimen de 2022, aunque luego lo describieron como un posible delito de orden público.

Yo solo sé esto porque sigo a Hill en Twitter pero, ¿es correcto asumir eso? ¿Quién conoce el alcance de la nueva ley? La policía, sin duda, no. 

Evitaré los sentimientos obligatorios (es triste cuando alguien muere; se debe rendir homenaje a un sentido del deber tan inigualable), puesto que considero que cualquiera los entiende a no ser que sea un robot. Por ahora, hagamos una pausa para considerar el republicanismo británico, que solía ser una posición perfectamente aceptable, parte del abanico de los debates más civilizados, y de ninguna manera algo por lo que pudieran arrestarte. 

Esto se remonta a un tiempo atrás, antes de la muerte de Diana, que probablemente haya sido el detonante del absolutismo real moderno. Es toda una paradoja. En su momento, dicha tragedia daba la impresión de convertirse en el comienzo de una conversación más amplia: ¿qué esperamos de esta familia? ¿Queremos que exterioricen sus sentimientos o sean estoicos, abiertos o reservados, humanos o sobrehumanos? ¿Es razonable esperar todo esto al mismo tiempo? Al final, ocurrió lo contrario: la conversación fue rápidamente cerrada y nos trajo a la situación en la que estamos, donde si expresas cualquier cosa excepto una adoración absoluta, te pueden arrojar un ladrillo por la ventana. 

Tipos de republicanismo

Antes existían distintas formas de republicanismo. Había una facción moderada, intelectual, de tendencia liberal demócrata, que apreciaba a los miembros de la realeza personalmente, pero sentía que si alguna vez los británicos lograban la reforma constitucional que tanto se merecían, el pináculo no podía quedar intacto. Cuando era liberal demócrata (fue presidenta del grupo de este partido su universidad), Liz Truss dijo en 1994: “¿Esas personas pueden ser jefes de Estado solo por la familia en la que nacen? Me parece vergonzoso”. Claramente, quería satisfacer a las masas, pero al final tuvo las masas equivocadas, lo que no es atípico. Ella expresaba ideas antimonárquicas de centro-izquierda, que desaprobaban la institución porque no era democrática ni meritocrática. Este tipo de republicanos solían hablar mucho sobre cómo había sido posible que el príncipe Carlos entrara en Cambridge con dos exámenes.

El republicanismo de izquierda era diferente, y se centraba en la desigualdad, que el espectáculo real no solo repetía sino que celebraba. ¿Qué tipo de país puede ver a una persona sentada en un trono dorado, con adornos de hasta 20 millones de libras tan solo en la cabeza, y creer que es algo bueno? Había una idea incipiente: ¿Cómo podemos reparar nuestro pasado imperial mientras sus responsables beneficiarios se siguen beneficiando de manera tan visible? Pero nadie los escuchaba. 

Finalmente, estaban los intelectuales (no necesariamente de izquierda, ni de centro, ni de derecha, sino simplemente estéticos) que pensaban que la realeza hacía que los británicos parecieran un poco ridículos. Pompa sin sustancia, ceremonias sin sentido: ¿acaso no era mejor madurar un poco? Que la monarquía es un poco infantil quizás sea ahora lo más difícil de decir. Pero no puedo exagerar lo respetable que fue esa posición alguna vez. En mi examen de estudios generales me preguntaron: “La existencia de un monarca infantiliza al pueblo. Comente”. 

Personalmente, estoy feliz por el rey Carlos. Es un ambientalista comprometido en un momento en el que el Gobierno británico está lleno de personas que niegan el cambio climático. Claro, sería mejor no necesitar una figura para llevar adelante cambios, pero prefiero a él antes que a otros. 

¿O solo lo digo para que no me arresten? En verdad, es una realidad oscura. 

Traducción de Patricio Orellana

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