A bordo de la fragata naval Almirante Essen, el General de División Igor Konashenkov señala las aguas del Mediterráneo con una sonrisa: “Te recomiendo mirar en esa dirección”. Momentos más tarde, el humo y dos zumbidos anuncian el lanzamiento de siete misiles teledirigidos desde dos submarinos de la flota rusa en el Mar Negro.
Los misiles Kalibr, con una carga explosiva de media tonelada cada uno, alcanzaron posiciones de ISIS en el sureste de Deir ez-Zor alrededor del mediodía del jueves, casi una hora después del almuerzo, según Konashenkov. La ciudad es un puesto estratégico en el este de Siria, donde las fuerzas de ISIS se baten en retirada. De acuerdo con activistas de la oposición, al menos 39 civiles han muerto en ataques aéreos de la coalición respaldada por Rusia y Estados Unidos.
El lanzamiento de los misiles era la última parada de un tour al corazón de la presencia rusa en Siria para un grupo de periodistas rusos y extranjeros, entre ellos de the Guardian, ideado para mostrar que Moscú controla tanto la paz como la guerra en el país.
Cada etapa de la visita ha permanecido rodeada por un halo de secretismo hasta el último momento. Incluyendo subir a autobuses y a aviones desconociendo el destino, y un viaje nocturno a través del Mediterráneo sin saber el destino.
El tour despegó con un vuelo nocturno desde una base aérea a las afueras de Moscú hasta la base aérea de Khmeimim, cerca de la ciudad costera de Latakia, lugar que las fuerzas aéreas rusas han utilizado de base desde que intervinieron en el conflicto del lado del gobierno del presidente Bashar al Asad en septiembre de 2015.
El viaje ha mostrado hasta qué nivel ha llegado a involucrarse Rusia en el conflicto, bajo la atenta mirada de Konashenkov, portavoz principal del Ejército convertido en rostro de las operaciones rusas en Siria a raíz de sus numerosas sesiones informativas en televisión. El que en pantalla parece plano e inexpresivo, en la carretera hace asomar su faceta más vívida. Su discurso está plagado de metáforas y va soltando, entre calada y calada a un cigarrillo, largos monólogos sobre ética periodística y la hipocresía occidental con los corresponsales.
Cualquier referencia a las muertes de civiles son descartadas como “políticas” y se hace caso omiso a cualquier sugerencia sobre la posibilidad de que los ataques aéreos rusos y sirios hayan sido indiscriminados. Durante las sesiones informativas se intenta evitar cualquier pregunta incómoda.
Trabajos de reconstrucción
Descendiendo casi en vertical para evitar que abran fuego desde tierra, llegamos el martes a Alepo a bordo de un avión de transporte Antonov de la era soviética. Queda claro que la ruta hasta allí está pensada para destacar el rol de Rusia en la reconstrucción de la ciudad.
Grandes franjas en el este de Alepo –partes controladas por rebeldes hasta finales del año pasado– siguen prácticamente desiertas y en ruinas, pero los trabajos de reconstrucción ya han empezado en algunas zonas de la ciudad. Presidida por un gran retrato de Asad, la céntrica plaza de Saadallah al Jabiri, muy próxima a los frentes de batalla, está volviendo a ser pavimentada por trabajadores.
Al llegar los periodistas a una escuela, los niños entonan cantos patrióticos y los maestros hacen uso de traductores para agradecer a los rusos su ayuda. El colegio se encuentra en la parte Este de la ciudad, que permaneció en manos del Gobierno durante toda la lucha, y fue alcanzado por un misil durante la guerra.
Más tarde paramos en la mezquita omeya de la ciudad, del año 715 y muy dañada a lo largo de la guerra. Allí, el muftí (una autoridad religiosa en el Islam suní) Mahmoud Akkam transmite el mismo mensaje positivo con respecto al papel de Rusia en la guerra.
Akkam agradeció a Ramzan Kadyrov, el polémico líder de Chechenia respaldado por el Kremlin, la donación de unos 12 millones de euros para la reconstrucción de la mezquita y negó que la destrucción de ésta y de sus alrededores fuese causada por ataques aéreos rusos o del Gobierno sirio. “Lo hicieron todo los terroristas”, afirma. Afirmación que se repite a lo largo del viaje cada vez que nos encontramos ante cualquier tipo de destrucción.
Al día siguiente los rusos presumen de un centro de desactivación de minas a las afueras de Homs, en donde ocho instructores traídos desde Rusia imparten cursillos de seis semanas sobre eliminación de minas a cientos de reclutas del ejército sirio antes de ser enviados a terrenos minados.
Instauración de “zonas de distensión”
También se organizó una visita a una de las cuatro “zonas de distensión”, al norte de Homs, en donde se ha instalado un puesto de control para permitir que los civiles crucen entre las zonas controladas por el Gobierno y las del Ejército Libre Sirio.
Estas cuatro zonas se organizaron tras conversaciones en mayo en Astaná, la capital de Kazajistán. Los acuerdos están avalados por Rusia, Turquía e Irán y la policía militar rusa está a cargo de los puestos de control. Con boinas rojas y al volante de los vehículos blindados “GAZ Tigr” con inscripciones tanto en ruso como en árabe, el rol de la policía militar sobre el terreno está muy presente.
Alexander Sazonov, el oficial ruso a cargo de la zona de distensión de Homs, asegura que los rusos se comunican de manera regular con los grupos de la oposición vía Skype y que no ha habido incidentes de gran calibre desde que se puso en marcha la zona de paso entre territorios. En el momento justo de la llegada de los periodistas aparecen cuatro camiones rusos con ayuda humanitaria y a continuación los rusos se disponen a repartir alimentos básicos en bolsas en las que se podía leer tanto en árabe como en ruso: “Rusia está contigo.”
Además de su misión de paz sobre tierra, Rusia continúa teniendo una gran presencia aérea para respaldar a las tropas sirias e iraníes sobre el terreno. El teniente general Alexander Lapin, jefe del contingente ruso en Siria, sostiene que los ataques aéreos rusos han ayudado a las tropas sirias a liberar la semana pasada la zona de Deir ez-Zor después de haber pasado tres años sitiada, añadiendo que sólo un 15% del territorio sirio permanece bajo el control de grupos yihadistas.
“Seguiremos con la operación para derrotar a los combatientes de los grupos terroristas ISIS y Jabhat al-Nusra sobre territorio sirio hasta su total destrucción”, asegura el teniente general Alexander Lapin.
Promoción del armamento ruso
La intervención en Siria ha convertido a Rusia en una pieza principal en Oriente Medio y ha conseguido que la nueva realidad sobre el terreno calle las demandas occidentales para que Asad deje el poder.
“A primera vista, la aventura rusa en Siria ha sido un triunfo inesperado. El coste es relativamente limitado y queda compensado por la oportunidad de emplear la campaña para promocionar el armamento ruso”, explica Mark Galeotti, investigador senior del Instituto de Relaciones Internacionales de Praga.
La intervención en Siria también ha sido entendida como el retorno de Rusia al escenario de las principales figuras mundiales. Los misiles lanzados el jueves fueron rápidamente retransmitidos por los periodistas rusos a bordo y publicados por la agencia de noticias Tass con rock a modo de banda sonora.
Aún así la operación en Siria no ha llegado a los corazones de los rusos de a pie. Una encuesta realizada a principios de septiembre por el Centro Levada, un organismo independiente, reveló que tan solo un 30% de los rusos estaban a favor de que continúe la operación militar en Siria.
Galeotti señala que Moscú “básicamente está atrapado en una guerra sin un fin a la vista”, ya que incluso la total derrota de ISIS no garantiza una paz duradera en Siria.
Para Konashenkov, el objetivo de la operación es hacer de Siria “una sociedad secular y civilizada” y sostiene que la operación ha sido una gran lección para los rusos. “La experiencia en Siria ha sido para nosotros de un valor incalculable”, sostiene. “Estamos a un nivel completamente distinto ahora mismo con respecto a hace unos cuantos años. Es la diferencia entre un lápiz y un bolígrafo: seguimos realizando la misma función, pero todo es más bello, más fiable y más efectivo”.
Traducido por Marina Leiva