Natalia Samsonova dice que puede imaginarse el dolor de la madre que perdió a su marido y a su niño bajo las ruinas del edificio de la ciudad ucraniana de Dnipro bombardeado por Rusia, los gritos ahogados de los que quedaron atrapados bajo los escombros, el fuego y el olor a humo. Samsonova se imagina cómo sería no poder respirar.
Por eso está aquí, ante la estatua de la poeta ucraniana Lesya Ukrainka, un monumento desconocido escondido entre bloques de apartamentos brutalistas de Moscú devenido en un monumento conmemorativo antibélico furtivo en un momento en que pocos en Rusia se atreven a protestar abiertamente contra el conflicto.
“No sé qué más puedo hacer... Quería demostrar que no todo el mundo es indiferente [a la guerra] y que algunas personas aún tienen conciencia”, dice Natalia, con los ojos llenos de lágrimas. Es la segunda vez que viene a depositar flores en un monumento improvisado para homenajear a las víctimas del ataque del 14 de enero, en el que murieron 46 personas y más de 80 resultaron heridas. Pasa por él cuando viene a visitar a su madre, que vive cerca.
Es lo más parecido que hay en Rusia a una manifestación contra la guerra. Aunque el anuncio de Vladímir Putin de invadir Ucrania hizo que miles de personas salieran a protestar en febrero de 2022, el Gobierno ha reprimido sistemáticamente la disidencia pública, deteniendo a miles de personas y presionando a muchas más para que se vayan del país.
“No hay lugar para llorar a los muertos”
Más de 10 días después del ataque con misiles en Ucrania, un goteo de moscovitas sigue acudiendo a presentar sus respetos a los fallecidos. Un anciano se inclina en silencio ante la estatua y se santigua al pasar. Al volver de clase, Ilya, un estudiante, se inclina para leer los mensajes depositados junto a la estatua. Hay una imagen del edificio destruido en Dnipro y un cartel que dice '¡Ucrania, estamos contigo!'.
Pero la mayoría de la gente pasa de largo, diciendo adiós con la mano a un periodista que hace preguntas sobre la guerra. Un coche de policía está aparcado desde hace días junto a la estatua con las luces encendidas, una advertencia a quienes quieren presentar sus respetos de que pueden ser arrestados o algo peor.
“No hay lugar para la disidencia, ni siquiera para llorar o para rezar por los muertos”, dice Ilya, señalando a dos agentes cerca de la estatua. “Es demasiada presión. Explotará”.
No es una amenaza vacía. La semana pasada detuvieron a una mujer cerca de la estatua por sostener un cartel que decía 'Ucrania no es nuestro enemigo, son nuestros hermanos'. El viernes, un tribunal confirmó la detención de Ekaterina Varenik por “resistirse a la autoridad”. “Todas las fuerzas del mal estaban hoy contra Ekaterina”, dijo su abogado.
A medida que se acerca el primer aniversario de la invasión rusa de Ucrania, el Kremlin parece decidido a enfrascarse aún más en una guerra que ya ha dejado decenas de miles de muertos.
Los países occidentales han aprobado hace unos días un paquete de ayuda militar compuesto por cientos de vehículos blindados y carros de combate de los modelos Leopard y Abrams en una clara señal de que están decididos a ayudar a Ucrania a defenderse y recuperar el territorio ocupado por los rusos.
Se estima que más de 100.000 soldados rusos han muerto o resultado heridos desde el comienzo del conflicto, lo que ha llevado a la primera movilización del país desde la Segunda Guerra Mundial. Cientos de miles de nuevos reclutas han sido enviados para recibir entrenamiento militar y eventualmente ser desplegados en Ucrania. Otros cientos de miles han huido del país para evitar el servicio militar obligatorio. Hay rumores de una segunda movilización para los próximos meses.
Rusia ha restado importancia a las promesas de ayuda militar, a la vez que acusa a Occidente de “implicación directa” en el conflicto, asegurando que “las tensiones están en aumento”. En cuanto a los tanques, un portavoz del Kremlin dijo que “arderán como el resto”.
Se cree que las dos partes tantean la posibilidad de una nueva ofensiva en primavera que les permita un avance decisivo. Mientras tanto, Rusia sigue con la estrategia de bombardear con misiles teledirigidos y drones “suicidas” las infraestructuras civiles, interrumpiendo el suministro eléctrico y la calefacción de las ciudades ucranianas en medio de temperaturas bajo cero.
Un misil antibuque X-22 poco preciso se estrelló en la tarde del 14 de enero contra un bloque de pisos en Dnipro, uno de los ataques más mortíferos desde que comenzó la guerra. Los activistas prorrusos que abuchean a las personas haciendo duelo frente al memorial improvisado de Moscú repiten la explicación oficial: el misil alcanzó el edificio porque las defensas aéreas ucranianas lo desviaron.
Homenajes por todo el país
Después del letal ataque en Dnipro, pequeños grupos de rusos comenzaron a organizar monumentos conmemorativos en todo el país: junto a una estatua del escritor ucraniano Taras Shevchenko en San Petersburgo, junto a un busto del mismo escritor en el sur de Krasnodar; y junto a un monumento a las víctimas de la represión política en la ciudad de Ekaterimburgo, en los Urales. Los servicios municipales de limpieza se deshacen sistemáticamente de los memoriales pero al día siguiente vuelven a aparecer.
Dos agentes de policía observan desde su coche a Samsonova mientras habla, un recordatorio de que incluso una reacción tan inofensiva contra la guerra como la suya es percibida por el Gobierno como una amenaza.
“Es lo menos que se puede hacer”, dice. “Ser una persona, dar el pésame; me temo que cuanto más tiempo pase, más se olvidará la gente de lo que significa ser una persona”.
Traducción de Francisco de Zárate.