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Saludos hitlerianos y racismo blanco: un fin de semana con los nuevos ultras norteamericanos

Adam Gabbatt

Washington —

Algunos de los miembros más prominentes del llamado 'alt-right', el movimiento del nacionalismo blanco que ayudó a impulsar a Donald Trump a la presidencia, se reunieron el sábado en la ciudad de Washington para planear cómo el movimiento puede “empezar a ejercer influencia en la política y la cultura” durante el gobierno de Trump.

El clima era festivo cuando Richard Spencer, el presidente del Instituto de Política Nacional, un think-tank nacionalista que organizó la conferencia que duró todo el día, habló de que el “alt-right” sería la “vanguardia intelectual” de Trump y toda la derecha en general.

Pero para alguien de fuera, la conferencia sirvió para comprender hasta qué punto el “alt-right” está basado en el racismo, el sexismo y otras creencias perturbadoras.

El evento concluyó con una charla seudoacadémica de 40 minutos llamada “América y la conciencia judía” a cargo de Kevin MacDonald, un exprofesor de psicología descrito por el Southern Poverty Law Center como el “académico favorito del movimiento neonazi”. Tras sus palabras se vieron saludos hitlerianos en la audiencia.

El triunfo de Trump en las elecciones generales y el nombramiento de Stephen Bannon – el director ejecutivo del sitio web de noticias Breitbart – como consejero jefe de estrategia de Trump eran fuente de gran optimismo.

Spencer, uno de los rostros más prominentes del movimiento, no disimuló su optimismo respecto del futuro gobierno de Trump. “Con Donald Trump, sentimos que por primera vez tenemos un papel en la película,” declaró Spencer a the Guardian. “Y gracias a él, existe la posibilidad real de ejercer influencia en la política y la cultura.”

Spencer dijo que el “alt-right” buscará ejercer esa influencia publicando regularmente artículos de temática política que difundan las ideas del nacionalismo blanco. La esperanza es que sus ideas penetren en los canales del pensamiento convencional y –a través de Trump y Bannon– lograr un impacto en el gobierno.

Un proyecto que mencionó Spencer varias veces el sábado fue el de “detener toda la inmigración” por un período de 50 años, una medida que él cree que puede ayudar a mantener la supremacía blanca en la sociedad estadounidense.

“Queremos influenciar a la gente. Queremos ser una vanguardia intelectual que impacte en la política, la cultura y las medidas del gobierno. Eso es lo que podemos lograr”, aseguró.

Protestas contra los supremacistas

La visita del 'alt-right' a la ciudad de Washington tuvo un comienzo desfavorable. Los conferencistas se habían reunido en un restaurante para tener una cena privada el viernes por la noche, cuando manifestantes antifascistas se enteraron y entraron al restaurante, interrumpiendo la cena.

A pesar de que echaron a los manifestantes del restaurante, antes tuvieron tiempo de rociar a Spencer con algo que él describió como “una sustancia con olor a mierda”. El sábado por la mañana, unos 200 activistas se manifestaron fuera del recinto de la conferencia en el edificio Ronald Reagan, a pocas calles de la Casa Blanca.

Dentro, Spencer –que al parecer ya se había librado del mal olor– dio una rueda de prensa en el salón de convenciones. Unos 150 miembros del movimiento observaban mientras los periodistas hacían sus preguntas y ocasionalmente abucheaban a algunos medios de comunicación, por ejemplo a the Guardian.

El Southern Poverty Law Center ha descrito a Spencer como “una versión de traje y corbata de los antiguos supremacistas blancos, una especie de racista profesional con caquis”, y ciertamente el sábado iba vestido de acuerdo a la descripción, con un traje gris y mocasines marrones, y un corte de pelo que no lo favorecía.

Spencer, de 38 años y criado en Boston, había organizado un panel de otros cinco hombres blancos, pero él fue el que más habló, sobre todo para quejarse de los manifestantes y de Twitter, que recientemente suspendió la cuenta de Spencer y de otros miembros del movimiento.

Cuando llegó la hora de las preguntas, remarqué, para recibir aún más abucheos, que había muy pocas mujeres en el evento. La pregunta desató una discusión surrealista entre seis hombres blancos sobre las preferencias sexuales de las mujeres.

Las mujeres desean “un hombre fuerte”

El público, compuesto casi completamente por hombres, festejó cuando Spencer aseguró que las mujeres desean “un hombre fuerte”. “Lo he mirado en muchas novelas románticas que leen las mujeres y he notado ese patrón”, explicó Spencer. “Las novelas románticas sobre aburridos programadores de ordenador no se venden muy bien. Las novelas románticas sobre vaqueros y vikingos son muy populares. Es importante ver ese tipo de cosas y pensar qué nos dice sobre la naturaleza humana.”

MacDonald, el académico, se acaba de unir al panel e hizo su aporte. “Eso es de manual,” dijo MacDonald. “A las mujeres les atrae la riqueza y el poder.”

El término 'alt-right' fue acuñado por Spencer y se refiere a un movimiento estadounidense. Pero está claro que el éxito del movimiento ha generado interés en gente de otros países. Tres hombres de un grupo holandés llamado Erkenbrand, que ellos afirmaron que está inspirado en el movimiento, habían viajado a Estados Unidos especialmente para la conferencia.

“Se trata de preservar la nacionalidad de nuestro país,” señaló uno de ellos, que dijo que se llamaba Bas. “Se ha llegado a un punto en que dentro de 50 años, los holandeses seremos una minoría en nuestro país”.

También asistió al evento Matthew Tait, un antiguo miembro del partido Nacionalista Británico, un partido de extrema derecha que tuvo su apogeo en 2009 cuando logró dos escaños en el Parlamento Europeo. Tait afirmó que en agosto había formado el “alt-right de Londres” y que el grupo tenía unos 25 miembros.

“Se nos acerca gente que nunca se involucró en política, gente que nunca participó en ningún partido político, pero que de pronto ha tomado la píldora roja y han abierto los ojos”, dijo Tait, en referencia a la película de 1999 Matrix, que desarrolla la idea de tomar una píldora roja que permite ver la realidad.

“Mucho de eso surge del idioma que tenemos en común con los estadounidenses. Estas personas han conocido este pensamiento gracias a sitios web estadounidenses como VDare, American Renaissance (dos páginas web muy populares entre ultras) e incluso gracias a Alex Jones”. Igual que Spencer, Tait, de 31 años, estaba bien vestido, con traje y una camisa blanca de cuello abierto.

Rechoncho y bien hablado, Tait parecía inofensivo hasta que empezó a hablar de que “no se puede ser inglés, escocés, irlandés o galés a menos que genéticamente se provenga de esos sitios”. Me dijo que su examen para saber si alguien es británico sería “usar los ojos” y aseguró que idealmente los ciudadanos británicos de ascendencia india o paquistaní se autodeportarían “para vivir con su propio pueblo”.

Fuera de la conferencia, los activistas antifascistas protestaban contra exactamente el tipo de afirmaciones que Tait estaba haciendo. La protesta duró casi todo el día, bloqueando la entrada principal al edificio Reagan. La presencia de los manifestantes hizo que la mayoría de los asistentes prefiriera pasar el descanso de dos horas dentro del edificio, en lugar de pasear por el Centro Comercial Nacional o caminar hacia la Casa Blanca.

Eso me dio la oportunidad de conversar con algunos de los asistentes. Un hombre de 26 años llamado JP me habló sobre la cultura del movimiento. “Hay tres categorías de vestimenta,” me explicó. “Está la ropa ‘fasci’, que es un compuesto de la palabra ”fascista“ pero se usa para describir un estilo: es como un traje muy oscuro.”

“Luego está el estilo 'herencia', que es con esos trajes antiguos con chaleco, punto de cable, pantalones de corderoy. El tipo de ropa que usa Nigel Farage. Y luego está el estilo 'retro' de los '80: cazadora y vaqueros decoloridos”.

Noté a varias personas en la conferencia con el mismo corte de pelo: corto por detrás y por los lados, largo por arriba. Un tipo de corte de cabello que se usaba mucho en Brooklyn y en la serie de televisión británica Peaky Blinders. JP me dijo que lo llaman el “corte fasci”. JP, que llevaba un traje color púrpura, un jersey de cuello alto y botas de Lobezno que le regaló su primo para su cumpleaños, había viajado desde Connecticut para el evento.

“Como si estuviera saliendo del armario”

Dijo a sus padres que iba a un evento de medios de comunicación para millennials –él es estudiante de producción en medios de comunicación– y cuando salimos del salón de convenciones para tomar un poco de aire me dijo que se sentía mal por haberles mentido. “Me siento fatal,” aseguró JP. “Es difícil porque a mi familia no le gusta cuando hablo de política. Y para mí es triste porque sé que les incomodo, pero al mismo tiempo me siento como si estuviera saliendo del armario, de alguna forma”.

“De hecho, así nos sentimos muchos de mi generación. Sentimos que no podemos ser quienes somos en realidad”. En la conferencia, muchas personas me hablaron de “psicología evolutiva”: la idea de que el comportamiento humano ha sido modelado por la selección natural. Casi que utilizaban este concepto para establecer paralelismos entre la raza y la inteligencia.

JP me dio un ejemplo. “Algunos grupos étnicos son más propensos a tener un coeficiente intelectual más alto,” afirmó. “Supongamos que vives en una región donde nieva mucho. Bueno, pues tus ancestros han tenido que aprender a lidiar con la nieve. Eso significa que han tenido que aprender a almacenar comida, por cuánto tiempo, cuánta sal hay que ponerle a la carne... Estas cosas hacen que tu cerebro diga 'vale, cómo hago para...' Pero si en cambio vives en un clima de selva, donde hay comida por todos lados y sólo hay dos estados climáticos, soleado y lluvioso, entonces tu cerebro no necesita pensar 'vale, debo aprender a hacer cosas'”.

Este fue uno de los muchos momentos durante la conferencia en que escuchaba tantas cosas ofensivas que pensaba que se estaban quedando conmigo. Pero una y otra vez escuché variaciones de lo que había escuchado decir a Tait o a JP.

Reino Unido está “infectado de negros”

En la recepción nocturna de la conferencia me puse a conversar con un hombre muy elegante de unos 45 años. Como muchos en el evento, me dijo que no quería que pusiera su nombre. Cuando se dio cuenta de que soy inglés, me dijo que el Reino Unido está “infectado de negros”. Luego me dijo que las personas africanas estaban “en un estado diferente a nivel evolutivo” y que las personas que no son blancas son “inferiores”.

Si bien este hombre era más abiertamente racista que otros en la conferencia, de hecho se definió a sí mismo como “racista”, sus comentarios eran en esencia los mismos que los de JP. Y no es que el racismo sólo se escuchara en boca de los asistentes casuales del evento.

En un momento se me acercó Bill Regnery, fundador del Instituto de Política Nacional, un hombre que parece una versión menos agradable de Ron Paul, y me cogió del brazo. Me dijo que pensaba que “alt-right” era “jodidamente genial”, y luego comenzó a decir que los “pakis” –una denominación racista de las personas de Pakistán– estaban arruinando el Reino Unido.

Antes de reponerme de eso, entré a una zona donde había personas cenando y justo vi a 20 hombres –algunos de ellos con gorras que ponían “Hacer grande a América otra vez”– levantarse de sus sillas para hacerle un saludo hitleriano a un conferenciante. Uno de esos hombres con gorra, llamado Mack, pasó por mi lado y le pregunté el por qué del saludo. “El rollo es hacer bromas ofensivas para la gente y reírnos,” me contestó. “Nos partimos”.

Mientras Mack y yo hablábamos, MacDonald, el exprofesor, estaba dando su discurso sobre EEUU y la conciencia judía. Comenzó diciendo: “Hoy os quiero hablar de los judíos”, y la gente se rió a carcajadas.

Le pregunté a Mack, de 30 años, si creía en el Holocausto, porque varias personas con las que hablé antes me habían manifestado sus dudas. “No estoy seguro. No sé qué creer,” me dijo. “Si realmente sucedió, es algo terrible. No estoy de acuerdo con ningún genocidio”. “Pero si sucedió, es un concepto muy práctico. O sea, es un pensamiento muy práctico: 'Si hay gente que, digamos, están destruyendo Alemania por las razones X, Y y Z, pues lo que tenemos que hacer es aniquilarlos por completo'. Es un concepto muy práctico. No quiere decir que sea moral. No es admirable. Tampoco pienso que sea bueno”.

No encontré justificaciones en la conferencia sobre por qué estas personas quieren un Estados Unidos mayoritariamente blanco. Las personas con las que hablé no parecían tener nada en común más que el ser racistas y estar enfurecidos y confundidos.

JP me dijo que su familia era partidaria del Partido Demócrata. Él se había interesado en el movimiento “alt-right” gracias a Internet. Un hombre que me pidió ser identificado como “un asistente” me dijo que se volvió supremacista blanco cuando su suegro lo llevó a un barrio de mayoría negra en una gran ciudad. Otros citaban a dudosos académicos, cuyos artículos se difunden en publicaciones 'alt-right', para sugerir que lo mejor era mantener a las razas separadas. A menudo se presenta al movimiento como una reacción de la clase trabajadora contra los políticos del establishment y el statu quo.

Pero este no parecía el encuentro de una clase trabajadora blanca relegada que ha perdido empleos en fábricas o que ha quedado atrás por la globalización. La mayoría de los asistentes tenía entre 20 y 40 años, y todas las personas con las que hablé tenían trabajo o estudiaban en la universidad.

Este era básicamente un encuentro de racistas. Racistas que han encontrado un movimiento que promueve sus ideas y que les da lugar para expresar su ira. En otro momento, hubiera sido mejor ignorar a estas personas. Siempre ha habido hombres enfadados, confundidos y racistas.

Pero este grupo de hombres enfadados, confundidos y racistas ahora tiene un presidente que fue elegido en parte porque utiliza su lenguaje. Con Bannon tienen ubicado a uno de los íconos de su movimiento en la Casa Blanca, asesorando al presidente.

Viendo a Spencer y al resto del “alt-right” intentando capitalizar estas conexiones, subestimar al movimiento sería un grave error.

Traducido por Lucía Balducci