Hoy día, muchas de las ciudades de los países conocidos como “istanes” de Asia Central se definen por una nueva arquitectura de “ciudad trofeo” pensada para reflejar la modernidad y el progreso, y para glorificar a los líderes que las planearon. Sin embargo, si miras con atención podrás ver que muchas señales del pasado soviético siguen presentes en la arquitectura y el diseño de la ciudad.
Los elementos soviéticos de las ciudades no sólo se manifiestan en avenidas anchas y en monótonos bloques de viviendas, sino que también están presentes en los amplios murales y mosaicos que adornan muchos de los edificios. Este legado se debe al objetivo ideológico del Estado soviético, pero también a la creencia en inspirar a los ciudadanos mediante la belleza del entorno.
Los primeros mosaicos soviéticos aparecieron en 1930, adornando las grandiosas y neoclásicas estaciones de tren, teatros y estaciones del metro de Moscú, del período stalinista. Dejaron de estar de moda en los años '50 bajo el mandato de Nikita Khruschev, pero la estética monumentalista del arte reapareció a finales de los 60-70 con Leonid Brezhnev. Fue entonces cuando apareció la mayor parte del arte en las ciudades del Asia Central.
A finales del periodo soviético, todo edificio público tenía un 5% de su presupuesto reservado para “elementos artísticos”, dice Eva Rukhina, periodista e investigadora basada en Moscú. Si el proyecto era un edificio prestigioso, estos elementos eran diseñados especialmente por artistas locales.
Vladimir Tverdokhlebov se graduó del Instituto Mukhina en Leningrado en 1967 y fue destinado a Almaty, ciudad en la que trabajó durante una década en una serie de mosaicos, murales y vidrieras para adornar edificios recién construidos.
Tverdokhlebov, ahora con 80 años, dice que primero hacía un esbozo grande con la propuesta de diseño para el mosaico y cuando era aprobado viajaba personalmente a una fábrica en Lisichansk, al este de Ucrania, para encargar el smalt –un tipo de azulejo cerámico fabricado calentando cristal–. “Más tarde entregaban el smalt, y un equipo de maestros trabajaba conmigo cortando y ensamblando las piezas aquí en Almaty”, dice Tverdokhlebov. Sus encargos variaban, desde científicos reconocidos hasta a cuadros de temática bucólica de una central lechera.
“Todos estos artistas no sólo estaban formados en la creación de mosaicos, también en murales, esgrafiado, vidrieras y bajorrelieve, dice Dennis Keen, un estadounidense afincado en Almaty que lleva el blog Monumental Almaty. Hoy, muchos de los murales y de los mosaicos han sido destruidos o han pintado por encima, mientras que otros han sido abandonados. El arte soviético, como recuerdo de un sistema político fallido, no está entre las prioridades en las listas de conservación de la mayoría de ciudades de Asia Central. Keen dice que en alrededor de un 80% de los casos se ha perdido hasta la identidad del autor.
Dentro de la Academia Kazaja de las Ciencias, Tverdokhlebov diseñó un Lenin de gran tamaño que preside la sala de conferencias, en el estilo conocido como “mosaico florentino”, en el que se emplean piedras preciosas y mármol. Los materiales se adquirieron de una planta de minerales local, y un equipo de joyeros trabajó cortando las piedras. Hoy, el mosaico está tapado con una lona debido a su inadecuación ideológica.
No todo tiene que ver con Lenin o el comunismo. “La gente suele tacharlos de propaganda, pero muchos tienen poco que ver con la ideología del partido”, dice Keen.
A las afueras del Hotel Almaty hay un mosaico que narra la historia de Enlik-Kebek, un cuento popular kazajo sobre dos amantes desafortunados de tribus distintas, con una trama similar a la Romeo y Julieta. La historia en mosaico comienza con los dos amantes conociéndose a caballo y termina con una feliz unión tras superar juicios y tribulaciones de todo tipo en el camino.
Muchos otros mosaicos muestran a ciudadanos soviéticos idealizados, o logros espaciales, científicos o de deporte soviéticos glorificados. Ensalzan la gloria de un sistema que ya hace mucho colapsó. En una región donde otros cultos a la personalidad han florecido, puede que deban servir como un recordatorio de la fragilidad de hasta los proyectos más grandiosos.
Traducido por Marina Leiva