ANÁLISIS

El suministro de misiles Patriot de EEUU puede cambiar la defensa de Ucrania, pero tiene sus riesgos

22 de diciembre de 2022 22:13 h

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La administración Biden ha cruzado una nueva línea en su apoyo a Kiev con la decisión de enviar sistemas Patriot de defensa aérea y de interceptación de misiles para ayudar a Ucrania en su guerra con Rusia.

El sistema, que incluye un potente radar, es probable que sea muy eficaz para la defensa de Ucrania, y representa un paso adelante significativo en la dimensión y complejidad del apoyo estadounidense. Pero a largo plazo, regalar estos prestigiosos sistemas también implica un desafío para la OTAN.

Joe Biden había descartado el envío de sistemas Patriot a Ucrania. El cambio en la política parece haber surgido tras el enorme ataque de Rusia contra infraestructuras civiles críticas de Ucrania, que ha dejado sin electricidad a gran parte del país. Para reforzar su reserva, Rusia está ahora tratando de conseguir misiles balísticos iraníes y fabricar más, lo que significa que estos ataques se pueden mantener durante un tiempo prolongado. Defender a Ucrania de esos misiles se ha convertido en una prioridad humanitaria.

El Patriot es uno de los sistemas de defensa aérea y de interceptación de misiles más eficaces del mundo. Arabia Saudí lo ha empleado en los últimos cinco años para derribar cientos de misiles de diseño iraní disparados por los hutíes. Además de proteger a las ciudades ucranianas, esta defensa aérea de medio alcance también puede servir para liberar parcialmente de esa tarea a los sistemas de misiles ucranianos S-300, ampliando así la cobertura aérea en la línea del frente.

Es importante destacar que el sistema no proporcionará una protección inmediata y lo más probable es que los ataques rusos contra la infraestructura energética de Ucrania se mantengan en el corto plazo. El Patriot es un sistema complejo de manejar y de mantener. Otros equipos que se entregaron en el pasado, sin la formación necesaria para su cuidado y reparación en condiciones de combate han sufrido problemas de mantenimiento. Garantizar que los ucranianos puedan utilizar el sistema de una manera sostenible llevará su tiempo.

Existencias limitadas

Ucrania se ha ido haciendo más dependiente de la ayuda internacional a medida que sus existencias de misiles de defensa antiaérea disminuían, del mismo modo que ahora depende de sus socios para la mayoría de sus vehículos blindados y munición de artillería. Es una dependencia que conlleva sus riesgos, especialmente cuando las existencias de sus aliados son limitadas.

Hay quien teme que cierto tipo de apoyo militar a Ucrania aumente el riesgo de una espiral bélica, pero ese no ha sido el criterio que frenó hasta ahora el envío de sistemas Patriot. Estados Unidos tiene bastantes menos Patriot de los que serían necesarios para defender sus fuerzas en el Indo-Pacífico, según su propio análisis operativo. Además, los actuales clientes del Patriot siguen demandándolo sin cesar, desde Suecia hasta Arabia Saudí (Riad gasta todos los meses un número importante de misiles para defender sus infraestructuras críticas), y los niveles de fabricación son bajos.

Perder poder de disuasión

En cierto sentido, los problemas con el suministro del Patriot son una muestra del desafío general que representa el suministro de municiones a Ucrania. El consumo de munición de las fuerzas armadas ucranianas rebasa con creces al suministro disponible, con su artillería gastando cañones a un ritmo que supera al de las posibilidades de reemplazo.

La erosión de las industrias de defensa de la OTAN ha dejado a la alianza en malas condiciones para soportar una operación sostenida de alta intensidad. Con sistemas como el Patriot, el desafío es aún mayor por lo mucho que se tarda en fabricar armas de precisión como los misiles de defensa aérea, en comparación con el que haría falta para fabricar proyectiles de artillería no guiados.

La invasión rusa de Ucrania debería fomentar la regeneración de la base industrial en los países miembros de la OTAN, invirtiendo en herramientas críticas de maquinaria y en fábricas de municiones. Pero eso es algo que lleva tiempo. En el intervalo hasta que se disponga de un mayor suministro, y con la actual presión sobre la demanda, también existe el riesgo de que, al proporcionar sistemas clave a Ucrania, Occidente lo haga a costa de su postura de disuasión frente a China por sus amenazas a la independencia de Taiwán.

Para resolver estas tensiones, Estados Unidos y otros socios de Ucrania han tenido que mantener un prudente equilibrio entregando sistemas que la industria de defensa de la OTAN podía seguir fabricando, que los militares ucranianos podían aprender a usar y las propias necesidades de seguridad de los donantes.

No es una solución mágica

Aunque el Patriot representa una buena opción para interceptar misiles balísticos y de crucero dirigidos contra ciudades ucranianas, es importante que los oficiales de defensa aérea en el terreno comprendan que el suministro de estas municiones no es infinito y jerarquicen su uso. El Patriot puede derribar perfectamente al Shahed-136, un dron kamikaze de fabricación iraní que también se ha usado para atacar infraestructuras energéticas, pero Ucrania se quedaría sin misiles rápidamente si lo utiliza para eso.

Eso fue lo que ocurrió con el GMLRS, un cohete de largo alcance entregado a Ucrania. Al principio, las fuerzas ucranianas tenían el cuidado de usar el GMLRS solo contra objetivos de alta prioridad, pero su empleo se ha ido haciendo más generalizado. Contribuyó a la liberación de Jersón, pero el ritmo de consumo de estos misiles ha sido en gran medida superior al nivel que podían abastecer los aliados de Kiev.

La entrega de los Patriot, como la de otros sistemas que se suministraron antes, no será una solución mágica. Ofrece a Ucrania una defensa contra una amenaza concreta. Pero el despliegue a gran escala de un mecanismo asequible y sostenible para vencer contra el resto de amenazas a la seguridad energética ucraniana requerirá del dinero y pensamiento creativo de los aliados de Kiev.

Para la estabilidad del mundo también es vital que el suministro de estos sistemas esté acompañado por la capacidad industrial de reabastecer las reservas de la OTAN, y que China esté convencida de que si hay un conflicto de mayor envergadura, la producción podrá mantenerse.

* Jack Watling es investigador senior de guerra terrestre en el think-tank Royal United Services Institute.

Traducción de Francisco de Zárate