Theresa May ha insistido públicamente que está decidida a tomar medidas enérgicas para proteger al personal de Westminster del acoso sexual después de que trascendieran denuncias contra políticos conservadores, incluido un miembro de su Gobierno. A raíz del escándalo de Harvey Weinstein, mujeres de otras profesiones se han animado a compartir sus experiencias, y tras destaparse las primeras a finales de la semana pasada, muchos parlamentarios aseguran que en los próximos días van a aparecer más sórdidas acusaciones.
Hace solo unos días, viceministro de Comercio Internacional, Mark Garnier, admitió haber pedido a su asistente que le comprase juguetes sexuales y haberla llamado “tetitas dulces”. Además, el exministro de Trabajo y Pensiones Stephen Crabb se disculpó por una “charla de contenido sexual” que mantuvo con una empleada de 19 años que había solicitado el puesto en su oficina.
Hallam Jared O'Mara, diputado laborista por Sheffield, fue suspendido del partido la semana pasada por una serie de antiguos comentarios machistas y homófobos compartidos en sus redes sociales.
“No somos inmunes a todo esto”, dice la diputada por Manchester Central Lucy Powell. “Existen este tipo de actitudes y de desigualdades de poder, ya sea en Hollywood, en la BBC o en Westminster”.
Frente a este panorama, la primera ministra decidió escribir al presidente de la Cámara de los Comunes, John Bercow, para pedirle que establezca un servicio de mediación independiente para el personal que quiera expresar sus preocupaciones en torno al comportamiento de los parlamentarios y para que se haga cumplir un procedimiento de agravios que actualmente es voluntario.
La Autoridad Normativa Parlamentaria Independiente recomienda que se incluya en los contratos de los empleados un procedimiento de presentación de reclamaciones. Sin embargo, el personal que trabaja directamente para los parlamentarios de manera autónoma no está afectado por estas políticas.
“Carecemos de los procesos necesarios, ya que contractualmente un parlamentario no tiene que seguir ningún procedimiento. No podemos seguir tolerando esta situación”, apuntaba May en su carta.
Los jóvenes trabajan hasta tarde
El llamamiento de May responde a las peticiones de dos parlamentarios laboristas (John Mann y Sarah Champion) para que el personal tenga la posibilidad de emitir sus denuncias a una autoridad independiente, particularmente cuando la persona que les agrede puede ser su jefe.
La portavoz de Interior en la oposición, Diane Abbott, contó en BBC que la situación era mucho peor hace 30 años, cuando ella fue elegida por primera vez. “Había agresiones y chistes de mal gusto, en parte por el hecho de que era un ambiente muy masculino: de 650 parlamentarios, solo 20 éramos mujeres”.
El hecho de que muchos políticos llevaran una doble vida –una en Londres y otra en su circunscripción– influía en ese ambiente nocivo, según dijo Abbott. “Todos esos hombres fuera de casa, con largas horas de trabajo y ocho bares que estaban abiertos todo el tiempo que estuviéramos sentados, tenían en parte la idea de que lo que pasa en Westminster se queda en Westminster. El clima era peor que ahora, pero queda mucho trabajo por hacer”.
La parlamentaria conservadora Anna Soubry ha elogiado la decisión de May, pero también ha dicho que la propuesta de este nuevo sistema debe ir más allá. “Lo que se tiene que hacer es proteger a todos los trabajadores del Palacio de Westminster”, explicó este lunes en la BBC. “Por el momento, parece que solo va a abordar aquellas situaciones en las que un miembro del equipo quiere hacer una denuncia contra un miembro del Parlamento, la realidad es que debería incluir a cualquier trabajador que tiene una queja de agravios contra cualquier otro”.
Para la laborista Lucy Powell, en el mundo de la política abundan los abusos. Del mismo modo que en el mundo del cine, hay una “atmósfera en la que muchísima gente está desesperada por hacerse un hueco” y esto depende de otros.
Este domingo, una serie de parlamentarios relataban la historia de que un parlamentario conservador que tomaba fotos comprometedoras a hombres jóvenes para obtener después favores sexuales. El Sunday Times informó de que un ministro veterano había agarrado el muslo de una mujer y había dicho: “Dios, me encantan esas tetas”.
Garnier no negó los hechos relatados por su exasistente personal, Caroline Edmondson. “No voy a mentir”, dijo. Insistió en que al referirse a Edmondson como “tetitas dulces”, como ella contó, era una referencia a la comedia de la BBC Gavin and Stacey. “De ninguna manera es acoso”, apuntó. Tampoco negó que la enviara a comprar juguetes sexuales en el Soho mientras él esperaba de pie frente a la tienda.
El caso del ministro de Defensa
Theresa May cree que su ministro de Defensa ha hecho lo correcto al pedir perdón por tocar en varias ocasiones la rodilla de una periodista durante una cena en 2002, pero, sin embargo, no va a abrir una investigación sobre el incidente, según ha informado su portavoz oficial.
El portavoz ha dejado claro que la primera ministra no aprueba el comportamiento de Michael Fallon en 2002 hacia Julia Hartley-Brewer, pero afirmó que el caso era parte del pasado y que no iría más allá.
La propia periodista ha quitado importancia a lo sucedido, afirmando que en ningún momento se sintió “angustiada”. “Yo no he sido víctima y no deseo formar parte de lo que creo que se ha convertido una caza de brujas en Westminster”.
Traducido por Cristina Armunia Berges