OPINIÓN

Las tradiciones ucranianas siguen vivas a pesar de Putin

Novelista ucraniano —
9 de mayo de 2022 22:24 h

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El Ejército ruso está bombardeando Odesa desde el mar y desde su territorio, pero los habitantes de esta ciudad costera no se dejan dominar por el pánico. Llevan una vida casi normal. Como todos los ucranianos, acaban de celebrar los grobki, o “pequeñas tumbas”. Así llamamos a los días especiales de la primavera en los que se honra la memoria de los familiares y amigos fallecidos. En esta época, todos los ucranianos visitan y adornan las tumbas de sus seres queridos en los cementerios. Algunos habitantes de Odesa habrán quitado las hojas y flores secas de las tumbas y también habrán reparado los monumentos y vallas destruidos o dañados por los misiles rusos.

El Ejército ruso ha destruido o dañado muchos cementerios en Ucrania, incluido el cementerio Berkovtsy de Kiev, cerca de la calle Tupoleva, donde yo crecí. Algunos cementerios han sido bombardeados, otros han sido arrollados por tanques y vehículos blindados de transporte rusos. Los soldados rusos también han dejado trampas explosivas en muchos de los cementerios por los que han pasado. Este año, las autoridades ucranianas intentaron convencer a la población de que no visitara los cementerios que han estado, o siguen estando, ocupados por el Ejército ruso. Sin embargo, los ucranianos están acostumbrados a hacer no lo que se les dice sino lo que consideran necesario.

A pesar de las advertencias de las autoridades ucranianas, muchos ciudadanos fueron a arreglar las tumbas de sus familiares. La iglesia ha pedido en muchas ocasiones a los fieles ucranianos que no lleven flores de plástico a las tumbas y que en su lugar lleven flores vivas, pero muchos ucranianos llevan flores de plástico. Porque no se marchitan. Algunos ucranianos seguramente habrán intentado visitar los cementerios del perímetro cerrado de Chernóbil. Hay decenas de cementerios cerca de los pueblos y ciudades que fueron evacuados tras el accidente nuclear de 1986. Hasta este año, los ex habitantes de estos lugares y sus familias solían viajar a la zona con motivo del aniversario de la catástrofe y en los días de las “pequeñas tumbas”. Pero este año, la visita al perímetro de Chernóbil está totalmente prohibida.

El Ejército ruso tomó la antigua central de Chernóbil y sus alrededores durante más de un mes. Durante ese tiempo, pavimentaron una carretera hacia Kiev a través de la zona radiactiva, y unos 10.000 tanques, carros de combate y otros equipos militares la recorrieron, transportando a miles de soldados hacia lo que esperaban que fuera su entrada triunfal en la capital.

Radiación

Ahora, los rusos ya no están y solo queda la radiación. Los rusos se replegaron atravesando Bielorrusia y desde allí enviaron a ciudades y pueblos de toda Rusia todo lo que habían robado de los hogares ucranianos: lavadoras, ordenadores, patinetes, incluso juguetes.

Tal vez esto ya se habría olvidado si no fuera por Chernóbil. Poco después de que los militares rusos abandonaran la zona de Chernóbil para dirigirse a Bielorrusia, se informó de que algunos soldados empezaron a sentirse mal. Varios fueron al médico. Una investigación demostró que todos sufrían de exposición a la radiación. Después, el KGB bielorruso inició su propia investigación, que sin duda no llevará a ninguna parte. Al fin y al cabo, Bielorrusia ya es un territorio controlado de facto por Rusia. El Organismo Internacional de la Energía Atómica dice estar al tanto de los informes de que las tropas rusas pueden haber estado expuestas a la radiación, pero hasta ahora no ha podido contrastarlos.

Para Rusia carece de importancia el nivel de radiación que sus soldados han llevado a Bielorrusia, o la cantidad de radiación que han podido mandar en los paquetes para sus familiares. Tampoco importa que el equipamiento militar que ha pasado dos veces por la zona de Chernóbil pueda haberse convertido en una fuente de radiación que afecte a los soldados rusos que están en combate. Para Rusia, la vida de estos soldados tampoco importa. Con toda probabilidad, morirán en el campo de batalla, no en el hospital a causa de la radiación.

Las tradiciones permanecen

Si este equipamiento permanece en territorio ucraniano, se convertirá en una peligrosa fuente de radiación para las personas que viven allí, que serán sus próximas víctimas. Y de nuevo aumentará el número de tumbas recientes en los cementerios ucranianos. Y aún más gente acudirá a los cementerios entre finales de abril y principios de mayo para recordar a sus muertos en los días de las “pequeñas tumbas”. Los ucranianos acudirán a los cementerios con cestas y bolsas de picnic, y se sentarán en el suelo cerca de las tumbas o en mesas especiales hundidas en el suelo junto a las vallas que rodean las tumbas. Harán brindis conmemorativos y beberán. Estas tradiciones son más fuertes que los bombardeos y la ocupación. Con guerra o sin ella, deben continuar. De hecho, la guerra puede incluso reforzar estas tradiciones.

A Putin le gustaría acabar con las tradiciones ucranianas. Así le resultaría más fácil decir que no existe un pueblo ucraniano, que solo son rusos que fueron engañados, a los que se les dijo que no eran rusos sino ucranianos. Pero la guerra solo mata a las personas. Las tradiciones permanecen y cimentan la identidad nacional.

* Andrei Kurkov es un novelista ucraniano y autor de La muerte y el pingüino.

Traducción de Emma Reverter

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