Trump ha sobrevivido a la comparecencia del exdirector del FBI, pero ¿hasta cuándo?

David Smith

Washington —

Kellyanne Conway se pasea por los cuidados jardines de la residencia del embajador británico, construida en los años 20 como una casa de campo británica en el corazón de Washington. Un retrato de la reina pintado por Andy Warhol observa desde lo alto de la chimenea, mientras los resultados de las elecciones británicas van apareciendo en una pantalla de televisión gigante.

Conway, destacada asesora en la Casa Blanca, no puede esquivar las preguntas sobre el testimonio del exdirector del FBI, James Comey, ocurrido ese mismo día. “En ningún momento[Trump] había pensado en tuitear” durante la sesión, señala a the Guardian con tono despectivo, como quien tiene cosas mucho mejores que hacer.

Pero el presidente, que rompió su silencio en Twitter menos de ocho horas después, puede que esté en una situación similar a la de Theresa May. Por supuesto que sobrevivió, pero con un daño autoinfligido que podría ser mortal. Comey lanzó al fiscal especial Robert Mueller una serie de pistas para su investigación sobre la supuesta confabulación de Trump con Rusia, que parece lista para ensombrecer su presidencia durante años.

“La historia lo recordará como un punto de inflexión”, señala Norm Eisen, experto en ética en la casa Blanca durante la administración Obama. “Se han filtrado y rumoreado pruebas antes, pero ahora, por primera vez, tenemos pruebas directas de obstrucción a la justicia. Ha sido un paso gigante para que Trump rinda cuentas, pero se necesitarán muchos pasos gigantes más”, añade.

Lo que Comey no dijo puede acabar siendo tan revelador como lo que dijo durante su esperado interrogatorio ante miembros del comité de inteligencia del Senado. Aunque se negó a describir la petición de Trump en nombre de Michael Flynn como obstrucción a la justicia, Comey sugirió por primera vez en público que Mueller investigará al propio presidente. “Esa es una conclusión sobre la que estoy seguro de que el fiscal especial trabajará para intentar comprender cuál era la intención y si constituye un delito”.

“Sabíamos cosas que no puedo discutir en público”

Los republicanos se agarraron a la declaración de Comey de que Trump no está “literalmente” bajo una investigación de contrainteligencia y se contentaron con que sus “acólitos” sean investigados si es necesario. Pero cuando los miembros del Senado le preguntaron al exdirector del FBI si la dirección de la investigación podría incluir al presidente, Comey contestó cuidadosamente: “Como he explicado, la preocupación de uno de mis colegas era que si estás investigando una posible coordinación entre la campaña y Rusia, la persona a la cabeza de la campaña es el candidato. Lógicamente, argumentaba esta persona, los conocimientos del candidato se convertirán, si procede, en parte de tu investigación”.

En cuanto a esos acólitos, Comey insinuó que el fiscal general Jeff Sessions podría tener más vínculos con Rusia de los que ya se han establecido. Sessions se recusó de la investigación en marzo, bajo la presión provocada por la revelación de la celebración de reuniones con el embajador ruso Sergey Kislyak sobre las que no se informó.

“Nuestra opinión, tal y como recuerdo, fue que estaba muy cerca y que inevitablemente se iba a recusar por varias razones”, explicó Comey. “También sabíamos cosas sobre las que no puedo discutir públicamente que harían problemática su participación en una investigación relacionada con Rusia”, añadió.

Sessions, que ya se rumorea que está en conflicto con su jefe, comparecerá este martes en una audiencia del Senado y los demócratas han afirmado que la utilizarán como una oportunidad para interrogarle sobre contactos con Rusia.

Comey también declaró en la sesión que había explicado al segundo de Sessions, Rod Rosentein, su “grave preocupación por la forma en que el presidente está interactuando, especialmente con el FBI”. Tan solo unos días después, Rosentein escribió un polémico informe dando a Trump razones para destituir a Comey.

El exdirector dio a Muller otra pista en su recuerdo de una cena celebrada en enero en la Casa Blanca en la que Trump le pidió lealtad. “Podría estar equivocado, pero mi sentido común me dijo que [Trump] buscaba sacar algo a cambio de garantizar mi permanencia en el cargo”, señaló Comey.

Enigmáticamente, Comey se negó a responder una pregunta sobre Vnesheconombank (Veb), un banco de desarrollo propiedad del gobierno ruso y asociado con Vladimir Putin. El asesor y yerno de Trump, Jared Kushner, se reunió el año pasado con ejecutivos de Veb.

Entonces llegó un detalle aparentemente trivial pero revelador: la falta de interés de Trump sobre el ataque ruso a la democracia estadounidense. Comey no pudo recordar al presidente preguntando sobre ello, pero dio una advertencia urgente y sincera sobre las intenciones agresivas de Moscú. David Axelrod, exdirector de campaña de Barack Obama, tuiteó: “Aparte del asunto de la obstrucción, el aspecto más preocupante del testimonio de Comey es la evidente falta de interés del presidente en el ciberataque ruso”.

Y un alarde de puesta en escena política, Comey también tentó a Mueller para que fuese tras la posibilidad de grabaciones secretas. “He visto los tuits sobre las cintas”, dijo. “Oh Dios, espero que haya cintas”.

Uniendo los puntos de la investigación

En total, Comey mencionó algunos puntos tentadores para que Mueller los uniera. Pero los medios de derechas se lanzaron rápidamente a hacer sus propios puntos. Arguyen que Trump no está siendo investigado, que no hay obstrucción a la justicia y que sigue sin haber pruebas de la confabulación con Rusia. Se agarran a la revelación de Comey de que indirectamente filtró a los medios sus informes sobre conversaciones privadas. El propio Trump tuiteó “Wow, ¡Comey es un filtrador!” y su equipo legal ha empezado a preparar una denuncia contra él.

Esta ha sido una táctica clásica de Trump en su carrera como empresario: poner palos en las ruedas de sus oponentes para frenar y desviar sus propios problemas. Las palabras de Comey han sido utilizadas como armas por ambas partes y eso le conviene a Trump.

Frank Luntz, consultor y encuestador republicano, afirma: “Fue peor que lo que tenía que ser [para Trump], pero no tan malo como podría haber sido. Hay un verso en la canción The Boxer, de Simon y Garfunkel, que dice: 'Un hombre escucha lo que quiere escuchar e ignora el resto”.

“Si eres fan de Trump, crees que Comey violó la ley al filtrar documentos. Si eres enemigo de Trump, crees que hay suficientes razones para destituir al presidente mediante un juicio político —impeachment—. Hay para todos, y eso significa que todo el mundo está dolido. Es muy malo para la democracia estadounidense”, asegura Luntz.

Claramente, hay un largo camino por recorrer y el proceso de destitución del presidente sigue siendo una posibilidad remota en una cámara controlada por los republicanos. Lisa Kern Griffin, profesora de Derecho en Duke University, sostiene: “Es una investigación muy compleja. A los agentes federales normalmente les llevaría años investigar un caso de este tipo, incluso sin las dimensiones de seguridad nacional, las pruebas financieras internacionales y el contexto de política electoral”.

“Es urgente y sin duda el fiscal especial y su equipo lo harán lo más rápido posible, pero también tienen que ser especialmente cuidadosos. Pasarán meses o incluso años hasta que puedan llegar a unas conclusiones definitivas”, afirma Griffin.

Traducido por Javier Biosca Azcoiti