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Esto ya lo viví con el ébola: los sanitarios no debemos convertirnos en mártires del coronavirus

George Poe Williams

Enfermero de Liberia —

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Imagínense trabajando en un hospital mal financiado y con menos personal del necesario mientras tienen que enfrentarse a una enfermedad infecciosa devastadora. Imagínense obligados a tomar decisiones sobre quienes pueden recibir tratamiento y quienes no. Imagínense volver a casa a ver a su familia sabiendo que la están poniendo en riesgo.

Eso fue lo que tuvimos que afrontar los trabajadores sanitarios que trabajamos durante el brote de ébola que sufrió Liberia en 2014. Hoy vivo como una tragedia escuchar historias similares de los colegas que, por todo el mundo, luchan contra el coronavirus. Me aterra ver que los sistemas de salud de los países desarrollados están también en un momento de tensión máxima. No quiero ni imaginar lo que este virus podría hacerle a mi región.

Los trabajadores del sistema sanitario no somos héroes. Y no deberíamos convertirnos en mártires de nuestro trabajo. Somos profesionales. Necesitamos equipos de protección para mantener la salud mientras salvamos vidas. Necesitamos sistemas sanitarios con buenos recursos y con personal suficiente para trabajar. Necesitamos que los poderes públicos financien el sistema sanitario.

La triste realidad es que los sistemas públicos de salud han sido descapitalizados progresivamente. Desprovistos de personal, de fondos y con cada vez menor margen de acción debido a un proceso de privatización y externalización. El fracaso estrepitoso de las políticas de austeridad no sirve más que para exacerbar la tensión que este brote vírico impone a nuestro ámbito de trabajo. Una tensión que tiene consecuencias mortales.

Los sistemas de salud que se guían por el criterio del beneficio económico no tienen la capacidad de respuesta necesaria para hacer frente a crisis de salud pública como el ébola o el coronavirus. En Estados Unidos, muchas personas enfermas no tienen acceso a un sistema sanitario adecuado a sus necesidades y el país se arriesga a que el virus se extienda más y más rápido. La única forma de hacer frente a esta crisis es con una respuesta masiva, dirigida por el Gobierno y enfocada en la salud pública a través de un sistema sanitario público para todos.

Durante la crisis del ébola, mi sindicato peleó con uñas y dientes por equipamiento de protección para los trabajadores. Los recursos nunca llegaron. El motivo, los años de falta de financiación y el vaciado continuo de las arcas de sistema para cumplir las condiciones impuestas por el el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. La enfermedad terminó matando al 8% de los trabajadores del sistema sanitario de Liberia. Muchos de mis compañeros murieron en la batalla.

Cuando terminó, conocí a trabajadores de todo el mundo a través de la federación global Public Services International, que pelea por sistemas sanitarios públicos resilientes. Lanzamos la campaña Safe Workers Save Lives (Trabajadores seguros salvan vidas) para pedir a los Gobiernos que incrementaran la financiación y así garantizar que, cuando surja una emergencia de salud pública, los empleados no sean los primeros sacrificados. Tristemente, nuestros reclamos no fueron escuchados. Y ahora llega lo peor.

Nosotros, trabajadores sanitarios, seremos el colectivo más afectado por el estallido del virus. Muchos moriremos y abandonaremos a nuestras familias. Muchas de esas muertes habrán sido evitables. De esta situación, esta vez sí, tenemos que aprender. Los Gobiernos deben incrementar masivamente la financiación que aportan a los sistemas de salud pública. Deben hacerlo inmediatamente. Ha llegado el momento de enterrar para siempre las políticas de austeridad. Nunca se han necesitado tanto y con tanta claridad los sistemas sanitarios públicos, fuertes y bien financiados.

• George Poe Williams es enfermero y miembro de la National Health Workers Union of Liberia (Sindicato de trabajadores del sistema sanitario de Liberia).

Traducido por Alberto Arce

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