Ni entierro ni incineración: el 'compost humano' como ceremonia funeraria

Hallie Golden

Seattle —

Cuando la paisajista y artista Briar Bates supo que se moría, hizo una petición a su amiga Katrina Morgan: que la enterraran en su jardín de la isla de Vashon, en el Estado de Washington. Llevaba años cuidándolo y no quería separarse de él, recuerda Morgan.

Su amiga sabía que un entierro de esas características no era posible. La ley estatal exige que la propiedad haya sido designada antes como cementerio. Así que se puso en contacto con Katrina Spade, la diseñadora y empresaria local que está desarrollando una nueva alternativa para después de la muerte: el compost humano.

Bates murió en 2017 después de que le diagnosticaran melanoma metastásico, una forma especialmente peligrosa de cáncer de piel. En el contrato que firmó con la Universidad del Estado de Washington, aceptó formar parte de un innovador estudio de cuatro meses para probar la eficacia del compost creado a partir de restos humanos. “[Bates] ponía la naturaleza y la ecología por encima de todo”, indica Morgan. “Era su religión, su centro espiritual, su hogar físico y el lugar donde más cómoda se sentía”.

Gracias a personas como Bates y a un grupo de investigadores, diseñadores y legisladores, el estado de Washington está a punto de convertirse en el primero donde el compost humano, también llamado recomposición, sea legal en Estados Unidos. Un proyecto de ley del demócrata Jamie Pederson pasó por el Senado estatal y el mes pasado fue aprobado por unanimidad (con retoques menores) en un Comité de Protección al Consumidor de la Cámara.

Si el gobernador demócrata de Washington, Jay Inslee, firma finalmente la lay, se podrá hacer compost a partir de cadáveres humanos en instalaciones autorizadas, descomponiéndolos hasta convertirlos en tierra rica en nutrientes.

Según Peterson, el compost humano es perfecto para Washington, un estado donde predomina la preocupación por el medioambiente y de menor religiosidad que otros lugares del país. Según una encuesta reciente de Gallup, casi uno de cada dos adultos de Washington se considera no religioso.

Katrina Spade es la persona que más ha presionado para que los legisladores estatales consideren legalizar la práctica. Gerente y fundadora de la empresa de compost humano 'Recompose', a Spade se le ocurrió la idea mientras estudiaba en la universidad, cuando una amiga le habló sobre la vieja costumbre de los agricultores de usar los cadáveres del ganado para hacer compost. De golpe, Spade entendió que esa opción, más respetuosa con el medio ambiente, también podría servir para los restos humanos.

“Fue una epifanía realmente maravillosa darme cuenta de que no habíamos explorado aún todas las formas que hay de disponer de nuestros cuerpos, de nuestro ser físico, después de la muerte, y que esta podía ser una alternativa verdaderamente útil y práctica, además de una posibilidad que para mucha gente tiene sentido desde el punto de vista emocional”, dice Spade. “La cremación detiene ese ciclo de la vida a la muerte y de la muerte a la vida, arruinando el potencial que tienen nuestros cuerpos, que pueden ser devueltos a la tierra”.

En 2014 Spade se asoció con Lynne Carpenter-Boggs, profesora de agricultura orgánica y sostenible de la Universidad del estado de Washington. Juntas comenzaron a estudiar la viabilidad del compost humano.

Según Carpenter-Boggs, en los restos humanos hay muchas proteínas y humedad, como ocurre con el cuerpo de cualquier animal. Para facilitar su rápida descomposición, se depositan en un recipiente con oxígeno y materiales vegetales, como alfalfa, paja y astillas de madera. Esa combinación estimula la actividad microbiana, que elimina las bacterias y virus del cuerpo. El proceso suele llevar unos 30 días. De acuerdo con Spade, lo que hacen es acelerar el proceso natural que ocurre en los bosques “a medida que el material orgánico muerto se descompone creando la capa superior del suelo”.

El compost humano también es una opción más ecológica para el tratamiento de los cadáveres: la energía que requiere es ocho veces menor que la de una cremación. Por cada persona que lo elija por delante de la cremación o del entierro, dice Spade, se ahorra el equivalente a mil kilos de CO2.

Spade se reunió el año pasado con Pederson y le preguntó si estaba interesado en un proyecto legislativo para legalizar el compost humano. La respuesta fue un entusiasta sí. Pederson dice que la idea le pareció “poética”. “Hacer que todo el proceso sea más amable, permitir que la gente se convierta en parte de la tierra rápidamente y se convierta en un árbol o algo así”.

Según Pederson, la Iglesia católica se resiste al proyecto y considera al compost humano como un proceso indigno. La presidenta de la Asociación de Directores de Funerarias de Washington, Lisa Deverau, también ha mostrado cierto rechazo, exigiendo leyes estrictas sobre los lugares en los que se permita el uso del compost.

Si la legislatura de Washington aprueba el proyecto ley y el gobernador Inslee lo firma, algo que podría llevar meses, aún quedará trabajo por hacer para que el compost humano sea una realidad. Según Carpenter-Boggs, hará falta acordar las reglas específicas del proceso con la junta funeraria y otras autoridades.

Una vez que eso suceda, Spade dice que su empresa 'Recompose' pedirá la autorización para abrir la que espera sea la primera instalación de compost humano (ya tiene a 7.000 personas en su lista de correos). 'Recompose|SEATTLE', quiere llamarla. Piensa en ella como en un lugar donde los familiares y amigos puedan participar plenamente del proceso posterior a la muerte. Los allegados podrán lavar y preparar el cuerpo, para luego cubrirlo de paja, alfalfa y astillas de madera.

“Queremos que sea un lugar acogedor y cómodo para que los familiares puedan seguir adelante”, dice. “Queremos que sea un lugar donde reconozcamos la existencia de la muerte y nuestra propia mortalidad, que sea un espacio de reparación para que las familias celebren una ceremonia por la muerte de su ser querido y participen en la experiencia de forma un poco más plena que en un crematorio”.

Traducido por Francisco de Zárate