La UE y Biden firman 36 puntos de un acuerdo impensable hace un año

Andrés Gil

Corresponsal en Bruselas —
15 de junio de 2021 22:13 h

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Quizá algún día se deje de hablar del daño causado por Donald Trump. Pero aún tendrá que pasar tiempo para que vayan cicatrizando la multitud de heridas que su mandato dejó en todo el mundo. Algunas de esas heridas se han comenzado a curar con la llegada de Joe Biden en la Casa Blanca. Y una de ellas, muy significativa, tiene que ver con la vuelta del multilateralismo, que ha marcado esta gira europea del presidente estadounidense, que arrancó con el G7 en Reino Unido, siguió con la cumbre de la OTAN, la reunión con los presidentes de las instituciones europeas y termina este miércoles con Vladimir Putin en Ginebra.

Pero el multilateralismo no sólo consiste en sentarse en mesas con muchos invitados. Sino en compartir una agenda de trabajo, unos compromisos de resolver los problemas comunes de forma colectiva, y de incidir de forma positiva en el planeta. Y eso es lo que está haciendo Biden y eso es lo que no quería hacer Trump.

Este fin de semana el G7 ratificó la propuesta de un impuesto de universal para las multinacionales de al menos un 15%, dejando atrás las represalias de Trump ante las tasas digitales, y apostando por los impuestos como algo necesario para las sociedades, en contra de los mantras neoliberales alumbrados por Margaret Thatcher y Ronald Reagan hace cuatro décadas.

“Tenemos la intención de impulsar conjuntamente una recuperación global sostenible e inclusiva, en línea con la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible de la ONU que no deje a nadie atrás y priorice a los más vulnerables, proteja nuestro clima y planeta, los derechos humanos, empodere a mujeres y niñas y cree trabajos decentes”, afirma la declaración conjunta de EEUU y la UE.

Del mismo modo, Biden y la UE buscan ir de la mano ante China y Rusia, a quienes apuntan como antagonistas, y para eso les fue muy bien la cumbre de la OTAN este lunes. Que el brazo armado apunte a Pekín y Moscú es un mensaje geopolítico de primer orden en un momento de tensiones multipolares y cibernéticas.

La guinda

Este martes la reunión no ha sido muy intensa, un par de horas, entre Biden y el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, y de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. Pero el trabajo ya llegaba hecho. La guinda, lo que se conoció incluso antes de que Biden entrara en el edificio Europa del Consejo, fue la paz comercial por el conflicto Airbus-Boeing que duraba más de tres lustros y que había supuesto aranceles por valor de 10.000 millones de euros.

Mientras que Trump logró escalar esa guerra comercial, Biden ha encontrado la vía para aparcarla: en plena recuperación por una pandemia aún presente, el daño a las economías de la UE y EEUU por aranceles a cientos de productos no era sostenible. Así, se han dado una tregua de cinco años para buscar una solución.

Esa paz comercial es uno de los 36 puntos suscritos por la UE y la EEUU impensables hace apenas unos meses con Trump en la Casa Blanca.

“Tenemos una gran oportunidad de trabajar tanto con la UE como con la OTAN”, ha dicho Biden este martes antes de reunirse con Von der Leyen y Michel: “Estamos muy contentos al respecto. Estados Unidos está de vuelta. Nunca nos fuimos del todo, pero reafirmamos el hecho de que a Estados Unidos le interesa de forma importante tener una gran relación con la OTAN y con la UE. Tengo una visión muy diferente a la que tenía mi predecesor”.

Y esa visión diferente se plasma en una agenda compartida con la UE de 36 puntos. En relación con Rusia, la declaración conjunta afirma: “Compartimos el enfoque hacia Rusia, y estamos dispuestos a responder con decisión a su patrón de comportamiento negativo y dañino, que Rusia debe corregir para evitar un mayor deterioro de las relaciones y su inclusión en la lista de los llamados Estados hostiles”.

La UE y EEUU se emplazan a coordinar las políticas y acciones a través del “diálogo de alto nivel UE-EEUU sobre Rusia”, y condenan “las continuas acciones de Rusia para socavar la soberanía, la integridad territorial y la independencia de Ucrania y Georgia. Rusia puede operar de manera segura y productiva, y le instamos a que detenga la represión de la sociedad civil, la oposición y los medios independientes, y a que libere a todos los presos políticos”. Al mismo tiempo, el documento afirma: “Mantenemos abiertos los canales de comunicación y las posibilidades de cooperación específica en áreas de interés común. También nos comprometemos a trabajar juntos para abordar la amenaza urgente y creciente de las redes criminales de ransomware que representan riesgos para los ciudadanos y las empresas”.

También afecta a Rusia la reflexión sobre uno de los países de su órbita con los que tiene un conflicto abierto la Unión Europea, Bielorrusia: “Queremos que el régimen de Lukashenko rinda cuentas por sus crecientes ataques contra los derechos humanos y las libertades fundamentales, y por poner en peligro la seguridad de la aviación mediante el desvío forzoso, inaceptable y sin precedentes de un avión de pasajeros de la UE con falsos pretextos”.

Si EEUU ha vuelto a la Organización Mundial de la Salud, el Acuerdo de París y el multilaterlalismo en general, también lo ha hecho en su renovada apuesta por el acuerdo de desarme con Irán, del que se salió Trump. “El JCPOA [Plan de Acción Integral Conjunto] sigue siendo fundamental para garantizar la naturaleza exclusivamente pacífica del programa nuclear de Irán y para defender la arquitectura global de no proliferación nuclear”.

En relación con la pandemia, Estados Unidos logra que la UE apoye su petición para investigar el origen de la COVID-19, en un claro mensaje hacia China: “Pedimos que se avance en un estudio de fase 2 transparente, basado en pruebas y dirigido por expertos, coordinado por la OMS y sin interferencias sobre los orígenes de la COVID-19. Y nos comprometemos a trabajar juntos hacia el desarrollo y uso de un medio rápido e independiente para investigar este tipo de brotes en el futuro”.

Sobre China, también, la UE y EEUU sostienen: “Tenemos la intención de consultar y cooperar estrechamente sobre todas las cuestiones en el marco de nuestros respectivos enfoques con China, que incluyen elementos de cooperación, competencia y rivalidad sistémica. Tenemos la intención de seguir coordinando nuestras preocupaciones compartidas, incluidas las violaciones de los derechos humanos en Xinjiang y el Tíbet; la erosión de la autonomía y los procesos democráticos en Hong Kong; la coerción económica; las campañas de desinformación; y las cuestiones de seguridad regional”.

Biden, incluso, aparca el ruido de sables en Venezuela, y añade la declaración conjunta: “Nos comprometemos a fortalecer nuestra cooperación con los países de América Latina y el Caribe para apoyar la recuperación, abordar la vulnerabilidad económica e impulsar una gobernanza democrática más sólida, incluido el apoyo a un proceso negociado que conduzca a elecciones libres y justas en Venezuela”.

Son 36 puntos que hace un año eran impensables. Y que, de momento, son un síntoma de que la relación transatlántica se recompone, de que Estados Unidos, como dice Biden, “ha vuelto”.