Los cuatro años de Donald Trump al frente de la Casa Blanca han llevado a las relaciones entre Europa y Estados Unidos a su peor estado desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Sólo Eslovaquia y Hungría han mostrado sintonía con el presidente republicano saliente. Con el resto, todo han sido problemas: desde una cada vez más complicada guerra comercial, hasta la amenazas de Trump de sacar a su país de la OTAN, pasando por el abandono del Acuerdo del Clima de París hasta el apoyo al Brexit y la ruptura del acuerdo nuclear con Teherán. Y, por último, en una carrera hacia una suerte de nueva Guerra Fría con China.
Pero la tensión con Trump no sólo ha sido política, también ha sido personal. A menudo uno se olvida de que los líderes son personas; del factor humano en la política. Se dice que lo personal es político, pero también lo político es personal. Y Donald Trump es un personaje que se somatiza, que genera reacciones de piel en quienes le rodean. Trump es el señor de los aranceles; el de los tuits extemporáneos; el del muro con México; el de las soluciones violentas en Venezuela; el enemigo de los periodistas; el del impeachment ante su reelección; el de las conversaciones inapropiadas con Ucrania... Trump es todo un personaje, con quien al final de su mandato ya no se querían hacer fotos el resto de líderes.
“Volveremos”, dijo el ex vicepresidente de Obama y presidente electo, Joe Biden, en Múnich en 2019. Falta ver en qué se traduce. Dos años antes, la canciller alemana, Angela Merkel, en 2017, reconoció en un acto electoral en una tienda de cerveza en Munich, que Europa ya no podía contar con su histórico aliado. Merkel acababa de regresar de la reunión del G7 en Taormina, Italia, y de tener su primer encuentro cercano con Trump en el escenario internacional. “La era en la que podíamos confiar plenamente en los demás ha terminado hasta cierto punto”, dijo Merkel: “Los europeos realmente tenemos que agarrar nuestro destino con nuestras propias manos”.
Nueva relación
De momento, los líderes de la Unión Europea quieren trazar una ruta para la reconstrucción de las relaciones transatlánticas. Fuentes diplomáticas europeas explican que en la próxima cumbre de líderes europeos, del 10 y 11 de diciembre, se abrirá un debate estratégico sobre las relaciones entre EE UU y la UE.
Encima de la mesa hay un documento que enumera cinco bloques para la construcción de esa nueva relación; además de una invitación formal a Biden para mantener una cumbre virtual en próximas fechas y otra física en el primer semestre de 2021. Para ello, el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, y su equipo están en contacto con el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, para concertar una visita común en Bruselas.
Los cinco bloques del documento sobre el que buscar alianzas transatlánticas son: la lucha contra la pandemia de la COVID-19; la mejora de la recuperación económica; combatir el cambio climático; defender el multilateralismo y los valores compartidos; y la promoción de la paz y la seguridad.
“Es una oportunidad para volver a anclar a Estados Unidos en el sistema multilateral al mismo tiempo que reforzamos nuestras alianzas afines”, afirma el documento que han respaldado los embajadores de los 27 Estados miembros ante la UE este lunes.
“Los Estados miembros acogieron con satisfacción el documento”, explican fuentes comunitarias, “que guiará las conversaciones por videoconferencia con los líderes en los próximos días. Los 27 han saludado el hecho de que el Consejo Europeo abordará este tema en su próxima reunión del 10 al 11 de diciembre, y dará orientación política a todas las instituciones de la UE. En general, los Estados miembros coincidieron en la necesidad de revitalizar la asociación transatlántica, sin dejar de perseguir una agenda para hacer que la UE sea más fuerte y más autónoma”.
Según las fuentes, ha habido un “amplio acuerdo sobre los cinco pilares identificados en el documento –COVID, multilateralismo, clima, recuperación, paz y seguridad– y sobre el hecho de que deberían servir como base para el trabajo futuro de la Comisión Europea, el Servicio Europeo Exterior y el Consejo de la UE”.
Biden habló hace una semana por teléfono tanto como Michel como con la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, conversaciones en las que recibió la invitación para una cumbre con la UE en 2021 para discutir “prioridades compartidas”.
“Es un nuevo comienzo para la alianza UE-EE UU”, tuiteó Von der Leyen: “Una UE fuerte y unos EEUU fuertes trabajando juntos pueden dar forma a una agenda mundial basada en la cooperación, el multilateralismo, la solidaridad y los valores compartidos”. “Reconstruyamos una fuerte alianza entre la UE y EEUU”, dijo por su parte Michel, reconociendo que la alianza actual no es fuerte: “Acabo de hablar con el presidente electo, Joe Biden, y lo he invitado a una cumbre extraordinaria en Bruselas el próximo año con los 27. Ahora es el momento de unir fuerzas en torno a la COVID-19, el clima, la seguridad y el multilateralismo”.
En Bruselas se espera que Biden haga el viaje a Europa al inicio del mandato, que se reincorpore al pacto climático y reinicie las conversaciones nucleares con Irán. Pero son conscientes de que las áreas de fricción permanecerán en lo relativo al gasto militar, el Nord Stream 2 –gasoducto europeo para importar gas de Rusia hacia Alemania, amenazando intereses gasísticos estadounidenses–y la campaña de Washington contra el gigante tecnológico chino Huawei. Ante una economía maltratada por la COVID-19, Biden probablemente evitará las tendencias más proteccionistas de Trump, pero es probable que queden restos del lema “Estados Unidos primero” en algunos sectores sensibles.
En un acto por videconferencia del European Policy Centre, la presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagarde, afirmaba este lunes que esperaba que la relación UE-EEUU “mejorara”, pero sin que “sea necesariamente muy diferente”. Y el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, sostenía en una rueda de prensa previa a la reunión de ministros de Exteriores de países de la Alianza Atlántica: “He tenido una excelente conversación telefónica con el presidente electo, Joe Biden. Lo conozco y está comprometido con la cooperación, el vínculo entre América del Norte y Europa. Espero trabajar con él y también con Kamala Harris, la vicepresidenta electa. Ambos han expresado un fuerte apoyo a la OTAN”.
La visión de Moncloa
“Biden”, explican fuentes de Moncloa, “será un presidente menos se histriónico, menos activo en Twitter, pero la posición de fondo será la misma en relación a China. Hay obviamente, una disputa muy fuerte por la ventaja tecnológica. Y en esta disputa entre Estados Unidos y China hay un serio riesgo de fragmentación de los sistemas tecnológicos. ¿Y entonces, cuál es la posición de Europa? Europa, que tiene unas ventajas indudables en 5G, tiene que aprovecharlas. Pero cada país está tirando por libre y España defiende que tengamos criterios comunes en relación a la regulación del 5G, porque si no vamos todos juntos, también se pueden producir desventajas competitivas de unos países frente a otros. Es necesario que Europa tenga una posición común fuerte”.
El propio vicepresidente económico europeo, Valdis Dombrovskis, decía hace unos días en Euractiv: “Biden ha dicho que es un firme partidario de las alianzas internacionales y el multilateralismo, y que quiere mejorar las relaciones con la UE. Todos esos son mensajes muy alentadores. Esperamos poder tener este nuevo comienzo y resolver algunas de nuestras disputas bilaterales, y alcanzar una alianza multilateral más intensa y significativa. Juntos podemos ser una fuerza para el bien a escala mundial. Somos aliados estratégicos, compartimos los mismos valores. Somos socios de ideas afines. Creo que hay una buena base para comprometerse, una vez más, de manera muy firme con Estados Unidos”.
En una reciente entrevista con eldiario.es, el jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell, acuñaba la doctrina Leonard Cohen para relanzar las relaciones transatlánticas: “First we take Manhattan, then we take Berlin'. Es decir, vamos a intentar una relación mucho más positiva en las formas, pero también con una mejor comprensión de los intereses comunes. En materia de cambio climático, la nueva administración entiende mejor el problema, o lo entiende más como lo entendemos nosotros. En el pacto nuclear con Irán también es de esperar que así sea también, y con China la aproximación de fondo será igual a la anterior administración, pero las formas serán distintas. Y las formas cuentan mucho. Sin pensar que de repente todo se va a resolver, entramos en una dinámica de cooperación más fluida, aunque sólo sea por lo que los catalanes llamamos tarannà, la forma de ser”, añadía Borrell, quien señalaba que la marcha de Trump “los movimientos populistas de derechas en Europa pierden una referencia”.