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La UE y Reino Unido pasan página del Brexit, pero los problemas no se acaban

Andrés Gil

Corresponsal en Bruselas —
28 de abril de 2021 22:22 h

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Hay una cosa cierta. Por mucho que se apruebe el Brexit y el tratado comercial de relación futura, Reino Unido seguirá en Europa, y las relaciones económicas, sociales y emocionales no desaparecerán. Y, mucho menos, los intereses pesqueros, que se convertirán en un hito de las relaciones entre Londres y Bruselas a medida que haya que ir renegociando las cuotas pactadas a finales del año pasado.

Este miércoles el Parlamento Europeo ratificaba el acuerdo comercial y de cooperación, que en realidad lleva en vigor desde el 1 de enero pasado de forma provisional. Y en estos casi cinco meses se han ido produciendo picos de tensión entre las dos partes, que no habrán desaparecido mañana por la votación de la Eurocámara en Bruselas: las violaciones del llamado protocolo de Irlanda del Norte, suministros de vacunas contra la COVID-19 y hasta el pleno reconocimiento diplomático de la UE en Londres.

Los eurodiputados han ratificado el acuerdo casi cinco años después de que Reino Unido decidiera abandonar la UE, un acuerdo que se finalizó en Nochebuena, que ya había sido ratificado por el Parlamento británico y que había entrado en vigor condicionalmente a la espera de la aprobación del Parlamento Europeo, que marca el último obstáculo legal. La votación ha resultado en 660 votos a favor, 5 en contra y 32 abstenciones. Eso sí, la mayoría de los eurodiputados mostraron su desconfianza en Boris Johnson a la hora de cumplir lo firmado.

Este jueves, ha sido el turno de los Gobiernos, a través de sus embajadores ante la UE, los que han sellado la ratificación definitiva para que entre en vigor el acuerdo oficialmente el 1 de mayo.

Te compro, pero a ratos

El comercio entre el Reino Unido y la UE se recuperó parcialmente en febrero, después de una fuerte caída en enero tras el Brexit, según los datos de la Oficina Nacional de Estadística británica (ONS, en sus siglas en inglés). Así, las cifras oficiales muestran que las exportaciones a la UE aumentaron un 46,6%, de 3.700 millones de libras (4.300 millones de euros), a 11.600 millones de libras (13.300 millones de euros), después de una caída del 42% en enero, cuando las empresas tuvieron que adaptarse a las nuevas reglas comerciales post Brexit.

Sin embargo, la Oficina de Estadística dijo que las exportaciones aún estaban por debajo de los niveles del año pasado, y que las importaciones de la UE habían experimentado una recuperación más débil. Entretanto, la economía del Reino Unido creció un 0,4% en febrero.

El organismo de estadísticas del Reino Unido dijo que la economía aún era un 7,8% más pequeña que un año antes, previo al impacto de la pandemia.

Tanto la ONS como los analistas comerciales dijeron que la caída en los flujos comerciales se debió en parte a la acumulación de existencias en diciembre de 2020, ya que las empresas intentaron adelantarse a la introducción de las nuevas reglas, lo que deprimió el comercio en enero.

Además, el final del acuerdo comercial temporal entre el Reino Unido y la UE coincidió con el descubrimiento de una nueva variante más contagiosa de Covid-19 en el Reino Unido, lo que provocó más complicaciones y retrasos, después de que los conductores de camiones tuvieran que realizar pruebas antes de cruzar el frontera en el Canal de la Mancha.

“Nos vemos en los tribunales”

La Comisión Europea envió a mediados de marzo una carta al Gobierno británico en lo que supuso supone una “notificación formal por infringir las disposiciones sustantivas del Protocolo sobre Irlanda e Irlanda del Norte, así como la obligación de buena fe en virtud del Acuerdo de Retirada del Brexit”.

Esta notificación marcaba el comienzo de un proceso formal de infracción contra el Reino Unido. “Es la segunda vez en el espacio de seis meses que el Gobierno del Reino Unido está dispuesto a violar el derecho internacional”, dice el Ejecutivo comunitario. Si esta vez tenía que ver con prorrogar unilateralmente la moratoria de controles aduaneros en el mar de Irlanda, la primera tuvo que ver con el proyecto de ley de Mercado Interior, que también reescribía el acuerdo del Brexit.

Ahora no se aplican plenamente las normas habituales de la Unión Europea sobre aduanas y productos en la frontera del mar de Irlanda, tras la prórroga unilateral por parte de Londres de los periodos de gracia acordados.

Tras una reunión entre Londres y Bruselas a mediados de abril, Downing Street explicaba: “Las intensas discusiones sobre el Protocolo de Irlanda han comenzado a aclarar las cuestiones pendientes, pero quedan por resolver una serie de cuestiones difíciles, y es importante seguir debatiéndolas”. Es decir, los problemas siguen pendientes, y por eso la UE se dirige a la Justicia europea, cosa que ya hizo la anterior vez, con el proyecto de ley de Mercado Interior de Boris Johnson que también reescribía el acuerdo del Brexit y que terminó retirando.

En última instancia, la UE podría suspender sus obligaciones en virtud del Acuerdo de Retirada (con la excepción de la parte del acuerdo sobre derechos de los ciudadanos) o del Acuerdo de Comercio y Cooperación, como, por ejemplo, imponer aranceles a las importaciones de bienes del Reino Unido.

Cuidado con lo que deseas (no sea que se haga realidad)

La paradoja es que, precisamente, los problemas que están surgiendo con Irlanda tienen que ver con Boris Johnson. Es decir, el Brexit de Theresa May era menos duro, por lo que Irlanda del Norte y Gran Bretaña permanecían en la unión aduanera de la UE, se evitaba así la frontera en el mar de Irlanda y sólo había que buscar una solución tecnológica para hacer que el paso entre las dos irlandas fuera invisible para respetar el Acuerdo de Viernes Santo.

Pero Boris Johnson y los suyos tumbaron a la ex primera ministra Theresa May con la promesa de un Brexit más duro. Y un Brexit más duro compatible con los Acuerdos de Viernes Santo traslada la frontera entre las dos irlandas al mar del Norte, es decir, entre Irlanda del Norte y Gran Bretaña. Lo que dispara la ira de los unionistas y trae al presente pesadillas de los años 80 y 90 enterradas en la memoria de todo el mundo.

La situación en Irlanda del Norte ha ido empeorando hasta el punto de que el Gobierno ha anunciado la suspensión temporal de los controles físicos a productos de origen animal que llegan al territorio británico desde el resto del Reino Unido, ante la proliferación de amenazas de grupos paramilitares unionistas. En los puertos de Belfast y Larne se han encontrado pintadas en las que se señalaba a los empleados como posibles “objetivos” y tras haber visto a personas apuntando matrículas de vehículos de los mismos. 

Esos controles son los que quiere mantener suspendidos durante más tiempo Reino Unido: el Gobierno de Johnson pidió por escrito a la Comisión Europea una ampliación de los periodos de gracia del Brexit hasta 2023 sobre los controles al comercio entre Irlanda del Norte y el resto de Reino Unido para adaptarse a la nueva situación.

Pero las tensiones y la violencia se han intensificado en las últimas semanas en el territorio, y los sindicalistas británicos afirman que el acuerdo que el gobierno británico y la UE acordaron equivale a la creación de una frontera entre Irlanda del Norte y el resto del Reino Unido. Los políticos unionistas están exigiendo al gobierno. romper los acuerdos de Irlanda del Norte en el acuerdo Brexit,

La sensibilidad del estatus de Irlanda del Norte también se vio en septiembre cuando el Parlamento del Reino Unido consideró una legislación que habría otorgado al Gobierno del primer ministro Boris Johnson el poder de anular parte del acuerdo de retirada del Brexit relacionado con Irlanda del Norte

La 'contaminación' de AstraZeneca

En medio de ese conflicto, a finales de enero, se encendió otra mecha, con el anuncio de que la Comisión Europea pensaba activar el artículo 16 del protocolo de Irlanda del acuerdo del Brexit para evitar la fuga de vacunas de AstraZeneca, que acababa de anunciar un recorte del 50% en sus entregas previstas para el primer trimestre de 2021, desde el continente a Reino Unido. Bruselas terminó reculando, pero desató aún más una tensión que no se disipa.

Al final, el bloqueo de exportaciones contra la fuga de vacunas de la UE se terminó estrenando en Italia ante los problemas de suministro de AstraZeneca.

A finales de enero la Comisión Europea autorizó la vacuna de AstraZeneca, pero también adoptó medidas para exigir que las exportaciones de vacunas desde territorio comunitario estén sujetas a una autorización por parte de los Estados miembros. Y entre esas medidas, la UE decidió que esos controles también se apliquen en Irlanda del Norte. Como, según el acuerdo del Brexit, todos los productos deberían exportarse desde la UE a Irlanda del Norte sin controles y ante el temor de Bruselas de que esa frontera pudiera usarse para eludir los controles de exportación, la Comisión Europea había decidido invocar el artículo 16 del Protocolo de Irlanda del Norte del Brexit, que permite que se anulen unilateralmente partes del acuerdo.

Una decisión que ha generado tanto malestar en Reino Unido e Irlanda del Norte que la UE ha terminado por recular este viernes por la noche para eliminar la mención del mecanismo de fronteras irlandés del artículo 16 del texto del reglamento de control de exportaciones.

Bruselas publicó el siguiente comunicado de rectificación poco antes de la medianoche de aquel 31 de enero: “Para abordar la actual falta de transparencia de las exportaciones de vacunas fuera de la UE, la Comisión está adoptando una medida que exige que dichas exportaciones estén sujetas a una autorización de los Estados miembros. En el proceso de finalización de esta medida, la Comisión se asegurará de que el Protocolo de Irlanda con Irlanda del Norte no se vea afectado. La Comisión Europea no está activando la cláusula de salvaguarda. En caso de que se abuse de los tránsitos de vacunas y sustancias activas hacia terceros países para eludir los efectos del sistema de autorización, la UE considerará utilizar todos los instrumentos a su disposición. En el proceso de finalización del documento, la Comisión también afinará el proceso de toma de decisiones en el marco del reglamento de ejecución. La versión final del reglamento de ejecución se publicará después de su adopción mañana”.

“El Gobierno del Reino Unido quiere una explicación urgente de la Comisión Europea”, decían fuentes del Gobierno británico: “El Reino Unido tiene acuerdos legalmente vinculantes con los proveedores de vacunas y no espera que la UE, como amiga y aliada, haga algo para interrumpir el cumplimiento de estos contratos. El Gobierno del Reino Unido ha reiterado la importancia de preservar el acuerdo de Viernes Santo”, que establece una frontera invisible entre las irlandas.

En este contexto, Johnson ha hablado con el primer ministro irlandés, Micheál Martin, en la que “expresó sus preocupaciones sobre el uso por parte de la UE del artículo 16 del Protocolo de Irlanda del Norte y lo que estas acciones pueden significar para las dos comunidades de Irlanda del Norte”. Según fuentes de Downing Street, Johnson “dijo que la UE debía aclarar urgentemente sus intenciones y qué pasos planea tomar para garantizar que sus propios compromisos con respecto a Irlanda del Norte se cumplan plenamente”.

Johnson también ha hablado este viernes por la noche con Von der Leyen para expresar “su gran preocupación por el impacto potencial que podrían tener las medidas que la UE ha tomado hoy [por este viernes] en las exportaciones de vacunas”.

Embajador sin estatus

Otro de los conflictos pendientes es el del representante de la UE ante Reino Unido. Desde que Londres dejó la UE el 1 de febrero de 2020, no reconoce el status de embajador al representante de la UE en igualdad de condiciones al de cualquier otro embajador de cualquier otro país como ocurre generalmente. Y, mientras se arregla o no se arregla, a João Vale de Almeida el Gobierno británico le niega el estatuto diplomático, un estatuto que Vale de Almeida ha tenido en sus dos destinos anteriores en Washington y en Naciones Unidas.

“No es una señal amistosa”, dijo el jefe de la diplomacia, Josep Borrell, a finales de enero: “La primera que nos envía el Reino Unido inmediatamente después de salir de la Unión Europea. Si las cosas tienen que seguir así, no es una buena perspectiva. No pedimos algo nuevo, no pedimos un trato especial. El estatus externo de la Unión Europea es reconocido por países y organizaciones internacionales de todo el mundo. Esperamos que el Reino Unido trate a la delegación de la Unión Europea en consecuencia y sin demora. Contamos con 143 delegaciones en todo el mundo. Sin una sola excepción, todos los Estados anfitriones han aceptado otorgar a estas delegaciones y a su personal una condición equivalente a la de las misiones diplomáticas de los Estados en virtud de la Convención de Viena. Y el Reino Unido lo sabe muy bien. 143 Estados de todo el mundo, todos”.

¿Y entonces? Pues a la jefa de la misión del Reino Unido ante la UE, Lindsay Croisdale-Appleby, le cancelaron, por reciprocidad, lo que se suponía que iba a ser su primer encuentro con un alto funcionario de la UE en su nuevo cargo, Frédéric Bernard, jefe del gabinete del presidente del Consejo Europeo, Charles Michel.

Bruselas está a la espera de “claridad” sobre el estatus diplomático que se otorgará a la misión de la UE en Londres, que el Ministerio de Exteriores británico quiere degradar, para disgusto de la UE y sus 27 miembros.