“Tuve que tomar la decisión de venir en pandemia o no poder venir”: los últimos españoles que emigraron antes del Brexit

Cristina Puerta

Londres —
13 de enero de 2021 12:19 h

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“Soy madre soltera y no tenía ningún tipo de ayuda en España. Tengo una hija que estudia mucho y sé que va a querer ir a la universidad. Hasta ahora me ha costado mucho trabajo mantenerla, imagina pagar una universidad y una residencia”, explica Victoria Vicens, madre soltera. Madre e hija llegaron a Trowbridge, una localidad cerca de Bath (Inglaterra), a finales de agosto.

El Brexit y el final de la libertad de movimiento para personas fue un factor muy importante para Victoria (y muchos otros emigrantes): “Como tenía que escolarizar a mi hija, tuve que tomar la decisión en agosto de venir en plena pandemia o si no ya no podía venir. Fue de lo más complicado porque sabes que vienes también limitado en lo laboral por la pandemia”.

Los datos publicados por la Encuentra de Población Activa (EPA) revelaron un incremento de un punto en el paro registrado en el tercer trimestre del año 2020, hasta alcanzar el 16.26%, mientras que la tasa de paro juvenil alcanzó el 40.2% el pasado septiembre, la más alta de la Unión Europea. Hace una década, muchos de los españoles incapaces de encontrar trabajo ante la falta de oferta decidieron hacer sus maletas y emigrar a otro país en busca de las oportunidades que España no les ofrecía. Uno de los principales destinos elegidos fue Reino Unido, puesto que el inglés es uno de los idiomas más enseñados en España, junto con francés. Sin embargo, el pasado 31 de diciembre acabó la libre circulación de personas con Reino Unido por el Brexit, lo que dificulta seriamente la posibilidad de emigrar al país anglosajón.

A partir de ahora, todos aquellos ciudadanos comunitarios que quieran asentarse en Reino Unido deberán cumplir una serie de requisitos, lo que se ha denominado el Sistema de Inmigración por Puntos. Por ello, a pesar de la pandemia mundial, muchos españoles hicieron las maletas aprovechando los últimos meses de libre movimiento para emigrar y buscar un futuro laboral mejor.

Para Victoria, combinar dos o tres trabajos se convirtió en una necesidad para llegar a fin de mes. “Cuando llego la COVID-19 me pegó un bofetón con la mano abierta, justo cuando cambiaba de trabajo y acababa de dar todos mis papeles para el nuevo contrato”, indica. Iba a trabajar en un casino, y el casino no abrió. “Me quedé sin trabajo, sin ningún tipo de paro ni ayuda”. “Desde marzo hasta agosto me tocó hacer lo que no he hecho en mi vida: tener que ir al Banco de Alimentos. Estuve viviendo en un piso que me dejo una amiga. Fue tocar fondo y decir ‘es que no tengo nada’. Me líe la manta a la cabeza y me vine”.

Victoria ha estado trabajando de aupair estos meses y finalmente se ha independizado con su hija en una casa. También ha tenido la posibilidad de acceder a un subsidio ofrecido por el gobierno británico. Con su salario y el subsidio ha conseguido pagar el alquiler de su casa hasta julio, momento en que su hija acaba el año escolar.

Otro que se vino en el último momento fue Pablo Sánchez, que trabajaba como cortador de jamón para tiendas gourmet antes de la pandemia. “Como yo estaba en período de prueba, conmigo no se complicaron. Me echaron”, cuenta. Los primeros meses aguantó gracias a la prestación por desempleo mientras buscaba trabajo. “Todos los días entraba a Infojobs, a Linkedin e Infoempleo y echaba una media de diez solicitudes al día.” ¿Resultado? “Nada. Desde marzo hasta noviembre, nada de nada”.

En noviembre, cuando ya había agotado el paro, le concedieron el subsidio que había promovido el Gobierno por la pandemia. Con una hipoteca de 360 euros mensuales, Pablo apenas tenía dinero para subsistir. Animado por un amigo que lleva varios años residiendo en Reino Unido, llegó a Edimburgo el 28 de noviembre. Después de hacer la cuarentena, empezó a trabajar en una fábrica de recogida y empaquetado, en plena campaña de las coles de Bruselas. Mientras tanto, estudia el examen para postularse a una plaza en Renfe, previsto para febrero. Su preocupación ahora es poder volver a España para realizar el examen, con Reino Unido en pleno confinamiento. “Una de las principales razones [de emigrar en noviembre] fue que solo podía pedir la condición de asentado hasta el 31 de diciembre”, dice.

Andrea Gascón y su pareja vivían de la hostelería, una de las industrias más afectadas por la pandemia. Los dos se quedaron sin trabajo a la vez, cuando se decretó el cierre de los establecimientos. “Tuvimos que dejar el piso donde estábamos e ir a casa de sus padres porque no podíamos pagar las facturas”, dice Andrea, que acabó su segunda carrera, Conservación y Restauración de Bienes Culturales, el pasado mes de junio. Ese mismo mes, realizó una entrevista y en julio cogió un vuelo y empezó a trabajar en el país.

“Vi que en España la cosa no iba bien, que ya me costaba encontrar trabajo aun teniendo mucha experiencia en hostelería. Por muchas ofertas que mirase, nadie llamaba, no hacían entrevistas. Al final se me ocurrió irme fuera porque allí no había manera”, dice Andrea Gascón, que llegó a Bristol en julio, para trabajar en una fábrica de productos cárnicos ante la imposibilidad de encontrar un trabajo en España.

“Entre febrero y marzo, cuando empezó la pandemia, el sector hostelero ya estaba difícil. Empezó a cerrar todo. Ya no solo la hostelería, sino también tiendas de ropa, todo lo que no era indispensable, se cerró y ya fue imposible encontrar trabajo” prosigue Andrea. La falta de opciones, junto a un deseo de vivir en el extranjero, la llevaron a buscar trabajo en Reino Unido.

El desempleo no discrimina y no solo los jóvenes son los que se han visto abocados a emigrar. Es el caso de la familia de Gemma y su marido, andaluces divididos por la pandemia y la búsqueda de trabajo. En septiembre, el marido de Gemma se fue a Bristol buscando un trabajo que España no le había ofrecido en nueve meses. A los pocos días, entró a trabajar en unos almacenes. Tanto Gemma como sus hijos tenían la intención de mudarse, pero entonces Reino Unido decretó su segundo confinamiento. Y el tercero. Ahora esperan ir como muy tarde en abril. “Como ya he conseguido la residencia, como muy tarde tengo que ir en abril”, dice.

“Veíamos que íbamos hacia atrás. Ya no teníamos paro y con el subsidio no podíamos vivir. Vimos que esto iba para largo, que tampoco nos íbamos a recuperar en un año, que mínimo iban a pasar dos”, dice Gemma. Ambos llevaban dos o tres años parados, encadenando contratos temporales, Gemma principalmente a través de planes de empleo promovidos por la Junta de Andalucía. “Cuando vino la pandemia nos hundimos. Nos dimos cuenta de que no teníamos posibilidades”.

Otro de los motivos que les llevaron a tomar esta decisión fueron sus hijos. “Dentro de poco el niño quiere estudiar. Tal y como van las cosas, esto no se recupera hasta dentro de tres años. Nosotros no nos podemos permitir una universidad para mi hijo y es una lástima que un niño te diga que quiera estudiar algo y que tú le digas que no, que no le puedes pagar una habitación ni la universidad”, termina Gemma.