Con un resultado menor al esperado y una ventaja de cinco puntos sobre su adversario, el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva tendrá que enfrentarse a la segunda vuelta de las elecciones de Brasil en condiciones más inestables de las imaginadas. Jair Bolsonaro quedó por detrás, con el 43,2% de los votos, pero con un nivel de adhesión muy superior a lo que indicaban las encuestas. Casi sin excepción, las grandes consultoras de encuestas apostaron a que el mandatario no lograría más del 37% de votos.
Desde luego, el resultado que esperaba obtener Bolsonaro de acuerdo a sus declaraciones de los últimos días, del 60%, se reveló apenas como una ficción de corto vuelo. Pero esa fantasía de “reelección ya” tuvo su impacto: le permitió conquistar votos de indecisos, que habían dudado de la posibilidad del mandatario de vestir la corona de laureles en estos comicios. Ahora tendrá que esperar hasta el 30 de octubre para saber si lo acompañará la suerte.
Para Lula se inicia una etapa completamente distinta a la vivida estos meses. Líder de una fórmula defendida por una coalición de diez partidos –tan amplia que va de la izquierda al centroderecha--, “esta será otra elección muy diferente”, declaró el político del PT en una comparecencia ofrecida este domingo por la noche.
El sábado, también frente a los medios brasileños e internacionales, Lula llegó a confesar incluso que, si no obtenía una victoria definitiva, se tomaría un breve descanso y luego comenzaría a negociar con todos los partidos que quedaron fuera de esa alianza. Son tres agrupaciones: el Movimiento Democrático de Brasil (MDB) y el Social Demócrata de Brasil (PSDB), que erigieron a la senadora Simone Tebet como presidenciable; y el Partido Democrático Laborista (PDT), que respaldó al ex gobernador de Ceará, Ciro Gomes.
De conquistar ese apoyo, lo cual es muy probable, tendrá grandes posibilidades de consagrarse para un tercer período como jefe del Palacio del Planalto. Queda ver cuál será la conducta de Bolsonaro en los 28 días que faltan hasta la segunda vuelta. Hay una nueva realidad que pesa: con una diferencia no tan significativa, es altamente probable que el presidente de Brasil apueste por redoblar los conflictos con el Tribunal Superior Electoral, en aras de imponer entre sus seguidores la idea de fraude.
“Brasil vive un momento muy pero muy complejo, con un presidente como Bolsonaro que es una ametralladora giratoria de irresponsabilidad”, admitió ante este diario Alexandre Padilha, un médico y político de 51 años muy próximo al expresidente. De él se ha dicho, incluso, que podría ser un eventual futuro ministro de Economía. Pero el dirigente sostuvo que no hay “ninguna posibilidad de aventura golpista” porque “no sería soportado ni en Brasil ni en el resto del mundo”. Queda por saber cuál puede ser la actitud de las Fuerzas Armadas, aunque es relativamente fácil prever que habrán de reconocer sin vacilar los resultados de los comicios realizados por la justicia electoral.
Las Fuerzas Armadas no permanecieron al margen de la fiscalización de las elecciones. Finalmente, con la bendición de la Corte Electoral, los militares pudieron controlar el funcionamiento de 300 urnas. Hicieron un conteo paralelo de votos, procedimiento que les permitió verificar la calidad de las urnas electrónicas y atestar la inexistencia de irregularidades.