El presidente ucraniano Volodímír Zelenski y su equipo han recordado en una serie de entrevistas cómo vivieron las primeras horas de la invasión rusa que comenzó el 24 de febrero y han contado que las fuerzas rusas tenían la intención de capturarlo o asesinarlo. Esa misma noche, el líder ucraniano –que ha pronunciado discursos específicamente diseñados ante un gran número de parlamentos extranjeros y ahora recibe a un desfile de dirigentes occidentales en Kiev– dijo a los líderes europeos por videoconferencia su ya célebre “esta podría ser la última vez que me vean con vida”.
Durante el mes de abril, el periodista Simon Shuster pasó dos semanas en el complejo presidencial de Kiev y ha reconstruido en la revista estadounidense Time algunos instantes detrás de aquella frase de Zelenski. En un largo artículo, describe cómo las tropas rusas estuvieron a punto de encontrar al presidente y a su familia cuando intentaban tomar, dice, el distrito gubernamental el primer día, mientras la ofensiva lanzada por Vladímir Putin avanzaba a través de varios ejes, entre ellos el norte, en dirección a la capital.
Zelenski –cuyos asesores relatan que más que miedo, expresaba incredulidad– advierte de que sus recuerdos están desordenados, y son más que un conjunto inconexo de imágenes y sonidos. Sí se acuerda de manera más intensa del amanecer del 24 de febrero, cuando él y su esposa, Olena Zelenska, despertaron a sus hijos de 17 y nueve años para contarles que los bombardeos habían empezado y que tenían que prepararse para huir. “Había mucho ruido. Había explosiones por allí”.
“Era una locura absoluta”
El autor describe que la mayoría de la decena de asesores a los que entrevistó fueron empujados a esta experiencia sin ninguna preparación. Muchos de ellos, como el propio Zelenski, proceden del mundo del espectáculo, por ejemplo. “Antes de esa noche, solo habíamos visto cosas así en las películas”, dice Andriy Yermak, jefe de gabinete, en referencia a que los militares informaron al presidente de que los equipos de ataque rusos habían entrado en paracaídas en Kiev para matarlo o capturarlo. Las oficinas presidenciales ya no eran un lugar seguro y, mientras las tropas ucranianas combatían a los rusos en las calles, los guardias intentaron sellar el recinto con lo que pudieron.
Al caer la noche del primer día de la guerra, se produjeron tiroteos en los alrededores del distrito gubernamental, informa Time, que recoge que los guardias del interior del recinto apagaron las luces y trajeron chalecos antibalas y rifles de asalto para Zelenski y una decena de sus asistentes. Pero solo algunos sabían cómo usar las armas, entre ellos Oleksiy Arestovych, veterano del servicio de inteligencia militar de Ucrania. “Aquello era una locura absoluta”, dice Arestovych. “[Armas] automáticas para todos”. Según su relato, tropas rusas hicieron dos intentos de asaltar el recinto y Zelenski contó al reportero que su mujer y sus hijos seguían allí en ese momento.
Zelenski rechazó las ofertas occidentales de evacuación, con su también famosa respuesta a los estadounidenses, a los que dijo: “Necesito munición, no un viaje”. Time cuenta que sus guardaespaldas pensaron que era muy arriesgado y que también se negó a marcharse a un búnker seguro fuera de la capital.
En lugar de eso, el segundo día de guerra, el presidente salió al patio para grabar un mensaje de vídeo a modo de selfi con su teléfono, rodeado por su equipo. “Estamos todos aquí”, dijo en la grabación difundida en sus redes sociales. En el fondo, Zelenski estaba alarmado por la cantidad de altos cargos y militares que se habían marchado, aunque la mayoría volvió a sus puestos después de que el presidente se lo pidiera, según la revista.
El líder ucraniano cuenta que ya entonces había tomado conciencia de su papel en la guerra, con todos los ojos puestos en él. “Eres un símbolo. Tienes que actuar como un jefe de Estado”.
Su sentido del humor sigue intacto, escribe el periodista de Time, que lo conoció cuando todavía era un actor que se presentaba a presidente. Ahora, antes de acostarse, revisa su agenda diaria por si se ha olvidado de algo. A veces duerme en su oficina. Por las mañanas, llama a su general superior para conocer el último parte de guerra tras desayunar huevos. Todos los días pronuncia discursos que, según su asesora de comunicación, escribe sobre todo él.
Desde abril, con la retirada rusa de los alrededores de Kiev, su equipo sale más de los búnkeres del complejo presidencial. Cuando visitaron junto al presidente Bucha y vieron las atrocidades de cerca, la ira fue tan grande que querían cancelar todas las conversaciones de paz con Moscú, según el asesor David Arakhamia, que dice que “apenas podía mirarlos a la cara”. Zelenski cuenta también que, tras el ataque con misiles a la estación de Kramatorsk, no pudo quitarse de la cabeza la foto de una mujer fallecida, y eso afectó a su ánimo durante la visita de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen.
Las calles alrededor del complejo presidencial se han convertido en un laberinto de puestos de control y barricadas. Los coches no pueden acercarse y los soldados piden a los peatones contraseñas secretas que cambian a diario, a menudo frases sin sentido, pero difíciles de pronunciar para un ruso.