En todo el mundo, los estudiantes vuelven estos días a las aulas. Pero en la Franja de Gaza apenas quedan aulas a las que regresar después de once meses de conflicto que ha devastado los colegios, institutos y universidades.
El sector educativo ha sido duramente golpeado desde el comienzo de la guerra de Gaza hace casi un año. El Ministerio de Educación palestino calcula que más de 10.000 estudiantes han perdido la vida, incluidos unos 650 universitarios; así como más de 500 integrantes del personal docente.
Según el último informe de Education Cluster (una iniciativa de UNICEF y Save the Children), más del 90% de los centros educativos de Gaza registran daños de distinta consideración y casi el 85% necesitará ser reconstruido por completo o rehabilitado. Además, el informe denuncia una tendencia creciente en los ataques directos contra las escuelas, desde noviembre hasta julio, con un total de 344 edificios atacados.
El informe se basa en el análisis de imágenes de satélite, que confirman los datos y estimaciones de Education Cluster sobre la amplia destrucción de los centros educativos en la Franja, coincidiendo con el patrón de destrucción general: la mayor parte de las escuelas destruidas se ubican en la mitad norte, especialmente en la ciudad de Gaza, ya que en la urbe se concentraban un gran número de centros públicos, privados y de la Agencia de la ONU para los Refugiados Palestinos (UNRWA).
La UNRWA denuncia que más de 600.000 estudiantes de primaria no han podido recibir educación –la mitad de ellos lo hacía en escuelas de la agencia– desde octubre de 2023. Esa cifra representa casi un tercio de la población de Gaza, donde han muerto 41.000 personas desde entonces.
De los casi 300 centros de la UNRWA en toda la Franja, más de 120 han sido dañados y destruidos por la ofensiva israelí, y la organización ha denunciado ataques directos contra sus instalaciones en Gaza.
“No quedan escuelas que estén siendo utilizadas como tal en Gaza”, dice a elDiario.es la directora de comunicación de UNRWA, Juliette Touma. “Todas las escuelas cerraron cuando la guerra empezó el 7 de octubre. Los niños de Gaza ya han perdido un año entero de su educación y, cuanto más tarden en regresar al colegio, más difícil será para ellos volver a algún tipo de enseñanza y recuperar el tiempo perdido en este año”.
No vamos a poder empezar el curso escolar el 1 de septiembre porque la mayor parte de nuestras escuelas acogen a familias desplazadas, a decenas de miles de personas.
Desde el 1 de agosto, UNRWA ofrece actividades de apoyo psicológico a los pequeños en medio centenar de centros para desplazados en la Franja, aunque Touma destaca que “no hay ningún lugar seguro en Gaza, ni siquiera los refugios de Naciones Unidas”. Algunos maestros con formación específica para ofrecer apoyo psicosocial, de los más de 9.000 que integran el cuerpo docente de UNRWA en Gaza, se encargan de estas actividades que buscan ayudar a los niños a “superar algunos de los traumas que han sufrido por la guerra”, explica Touma, agregando que hay muchas dificultades para llegar a los niños y niñas debido al desplazamiento constante, a las órdenes de evacuación del Ejército israelí y a la violencia.
“No vamos a poder empezar el curso escolar el 1 de septiembre porque la mayor parte de nuestras escuelas acogen a familias desplazadas, a decenas de miles de personas. Y muchas de nuestras escuelas han sido bombardeadas o están gravemente dañadas”, lamenta la directora de comunicación de UNRWA.
Touma agrega que “la preocupación es que, si los niños no van al colegio y pasan sus días entre los escombros, lidiando con sus traumas sin aprender nada, serán más vulnerables a cualquier tipo de explotación, incluido el trabajo infantil y el matrimonio infantil –sobre todo, en el caso de las niñas–, y también el reclutamiento por parte de grupos armados”.
Dos cursos perdidos
El médico palestino-boliviano Refaat Alathamna cuenta a elDiario.es desde Gaza que él y su esposa están “muy preocupados” porque sus cinco hijos han perdido un año de estudios y “muy posiblemente perderán otro año más porque la guerra aún no termina”. Sus hijas Mira y Elin tienen 12 y 10 años respectivamente, y no podrán volver a las aulas por segundo años consecutivo. Su tercera hija, Silin, tiene seis años y no pudo empezar la educación primaria en 2023. El más pequeño, Ayham, de cuatro años, tendría que haber empezado la infantil el año pasado; mientras que el mediano, Amir, de ocho años, tampoco ha podido cursar segundo de primaria.
“A mis hijos les gustaría volver al colegio a estudiar y aprender como cada año, y ver a sus compañeras y compañeros, y a sus maestros, y jugar y que todo sea como siempre”, afirma Alathamna. Pero sus colegios están destruidos, añade, y la familia se ha tenido que desplazar ya múltiples veces dentro de la Franja por los ataques israelíes y las órdenes de evacuación del Ejército. Actualmente, se encuentra en la “zona humanitaria” designada por Israel, que cada vez es más reducida y en la que se hacinan más personas que han sido expulsadas de otras áreas.
El médico lamenta que sus hijos “no hacen casi ninguna actividad educativa por las dificultades de la guerra”, entre las que está la falta de electricidad, de conexión a internet y de estabilidad, en general. “La vida hace meses es muy inestable, con terror y ataques a cada rato”, explica. La enseñanza online no es una opción porque las comunicaciones en la Franja no siempre funcionan y la mayor parte de las familias ya no tiene un hogar.
Por todo ello, la única esperanza de Alathamna y su familia es salir de Gaza “para poder recuperar todo lo perdido, desde la educación de mis niños a todo lo demás, y finalmente estar a salvo en otro lugar y tener una vida nueva”. El doctor, que habla español porque estudió en Bolivia, desea viajar a ese país, pero desde principios de mayo la única frontera de Gaza por la que podían salir los palestinos está cerrada porque Israel se hizo con el control del paso fronterizo de Rafah.
A la espera de poder graduarse
Los estudiantes universitarios también han perdido el año 2023/24 y la esperanza de graduarse algún día. Aseel Abdelsalam Salama no pudo continuar sus estudios de Literatura Inglesa, a pesar de que le quedaba poco tiempo para terminar la carrera, en enero de este año. Desde Gaza, dice a elDiario.es que ha sido un “terrible trauma” para ella: “Dos días antes del comienzo de la guerra estaba estudiando en la universidad y viviendo feliz con mi familia y mis amigos”. Ahora se aloja en una tienda de campaña en un campamento de desplazados, en la localidad de Jan Yunis, en el sur de la Franja. “No tengo mis libros aquí, no me los llevé cuando nos marchamos de nuestra casa porque sólo pudimos coger muy pocas cosas”, lamenta.
Abdelsalam cuenta que hace unos dos meses la Universidad de Al Aqsa empezó a ofrecer clases online, pero el suministro eléctrico discontinuo hace que muchos estudiantes no tengan batería en sus teléfonos móviles u ordenadores portátiles, ni conexión a internet para seguir las clases. “Yo misma sufro este problema, pero intento recargar mi móvil y buscar conexión a internet”, afirma la joven a través de mensajes de WhatsApp que llegan cada doce horas aproximadamente.
“Si quiero escuchar una clase, voy a una cafetería para conectarme a internet, pero está a unos cuatro kilómetros de distancia y es muy muy cara”, señala, y agrega que su hermano estudia en el instituto y se encuentra en la misma situación. “Además, mucha gente está desplazada y no tiene sus aparatos electrónicos porque fueron destruidos en los bombardeos o los vendieron a cambio de cualquier cosa más importante en la guerra”, explica la joven de 24 años.
“Mi graduación y todas mis expectativas se han retrasado a después de la guerra”, lamenta Abdelsalam, sin saber cuánto tiempo tendrá que esperar. Hamza Salha, otro estudiante en la Universidad de Al Aqsa –la principal pública de Gaza–, se encuentra en una situación parecida. “Me faltaba un semestre cuando empezó la guerra, iba a graduarme en febrero de 2024”, relata a elDiario.es desde el norte de la Franja.
Es más, tenía previsto hacerlo en la Universidad de Málaga gracias a una beca para terminar sus estudios en España. Salha había estudiado en esa universidad española Educación Primaria durante un cuatrimestre en el curso 2022/23 y en 2023/2024 iba a cursar otro, antes de poder graduarse al fin. “Tengo una beca ahora mismo, pero no puedo viajar debido al cierre de la frontera” de Gaza con Egipto, explica, afirmando que en España pudo experimentar la “libertad” que ahora mismo no tiene. “Estoy perdiendo esta oportunidad y no sé qué va a pasar con mis estudios”.
Salha recuerda que ha vivido momentos muy duros junto a su familia, en los que han sufrido ataques de artillería y aéreos. “Hemos salvado la vida muchas veces”, afirma. Las experiencias que más le han marcado las ha relatado en artículos en publicaciones como The Electronic Intifada.
“No veo el final de la guerra, he perdido la esperanza. Intento no tener sentimientos y dejar que hagan conmigo lo que quieran; si quieren matarme, está bien”, afirma el joven, que cumplió 22 años en agosto. Pero no deja de soñar con llegar a trabajar de periodista algún día en España.