Grecia ha vivido tres golpes de efecto en apenas una semana: la convocatoria de un referéndum exprés, la aplastante victoria del no pese a la campaña de intimidación europea y la inesperada dimisión el lunes del ministro de Finanzas, Yanis Varufakis (Atenas, 1961), la auténtica estrella del Gobierno de Syriza. No sabemos si el cese estaba pactado de antemano con el primer ministro Alexis Tsipras, es decir, si es parte de una estrategia vinculada al referéndum para descolocar aún más a los duros del Eurogrupo y forzar un acuerdo, o si se trata de una concesión ante las presiones europeas en la noche del domingo, una condición sine qua non para reiniciar las negociaciones.
“Ahora entiendo por qué en el despacho de Varufakis no había el viernes un sólo objeto personal”, escribió en su cuenta de Twitter la enviada especial de El Mundo, Irene Hernández Velasco, la última periodista en entrevistarle como ministro. Este detalle podría abonar la primera de las dos teorías antes expresadas, que sería la más lógica. El timing empleado parece proyectar esa idea. Que algunos miembros del Eurogrupo no soportan a Varufakis era conocido desde hace meses. En esto no hay novedad.
En aquella conversación con Hernández Velasco, que tuvo un gran eco en la prensa anglosajona, el ya dimisionario Varufakis acusó a los acreedores de terrorismo. Semanas antes había llamado a la jefa del FMI, Christine Lagarde, “jefa de una banda de criminales”.
No parece que estas sean las formas diplomáticas más adecuadas para generar confianza. El FMI es parte de la troika, un organismo con el que tiene un impago de 1.500 millones de dólares desde finales de junio. También dijo que la troika sometía a Grecia a un waterboarding fiscal, en una referencia a las torturas favoritas de Guantánamo. ¿Se trata solo de torpeza e inexperiencia?
En la última reunión con Lagarde, esta se presentó a Varufakis con cara de pocos amigos, “hola, aquí la jefa de los criminales”. No es lógico hablar mal de las personas con las que te vas a reunir y esperar que estas sean amnésicas unos días después, y más aún cuando les debes millones. La troika no es España, donde los políticos pueden transitar del exabrupto al esperpento y de él al café con leche en la plaza Mayor sin mayores contratiempos. En España somos olvidadizos, histriónicos. En Europa son más fríos, algo calvinistas y con escaso sentido del humor, excepto los británicos, claro.
Varufakis tiene una educación anglosajona, habla inglés y maneja por ello los registros del humor. En una rueda de prensa celebrada en Berlín con su homólogo alemán, Wolfgang Schäuble, este informó a los periodistas de que solo estaban de acuerdo en no estar de acuerdo. Varoufakis le corrigió: “No estamos de acuerdo ni en estar en desacuerdo”. Schäuble es un personaje circunspecto y de orden, en las antípodas del griego. Ninguno de los dos ha disimulado su mutua antipatía.
El estilo directo de Varufakis, rebautizado en las redes sociales como Varufucker, ha gustado a los críticos de la austeridad dentro y fuera de Grecia y muy poco a las élites, sean políticas o periodísticas. Alguna de esas élites de la información ya se ha apresurado a corregir: Varu Fucked.
Tony Barber y Kerin Hope, periodistas del Financial Times, firmaron en febrero un perfil en el que le comparaban con un portero de discoteca; peor aún, con el personaje de Bruce Willis en Pulp Fiction. Los trajeados ministros del Eurogrupo, habituados al coche oficial, las buenas maneras, el habla impostada y los asesores a tanto la ocurrencia, le vieron como un tipo molesto, un incordio, un ministroflauta. No ayudó tampoco que Varufakis grabara algunas de las reuniones ni que hiciera todo tipo de declaraciones explosivas como las antes mencionadas.
Desde su puesto de icono mediático, o de popstar si lo prefieren, con su cazadora negra, su moto Yamaha de 1300 centímetros cúbicos, las camisetas y la informalidad en el vestir y en el hablar, Varufakis ha cumplido su cometido, del que dimos cuenta en un perfil de la serie Tipos Inquietantes publicado en este diario el 9 de febrero: ser el cortafuegos de Tsipras, es decir, atraerse los odios de los acreedores para dejar inmaculado a su amigo, el primer ministro, ahora en el papel de policía bueno. Es el que va a necesitar, además de tacto, inteligencia y suerte a raudales, para alcanzar un acuerdo y evitar la bancarrota y la posterior salida del euro. En estos momentos, todo es posible.
El trabajo de Varufakis, que se considera un economista de segunda fila y un libertario marxista, fue ir al choque, sacudir a una troika acostumbrada a Antonis Samarás y los restos naufragados del PASOK que obedecían sin rechistar cada orden de recorte, cada vuelta del ajuste. Ser la conciencia de Grecia, decir lo que diríamos muchos de nosotros si tuviéramos la oportunidad. Es el lenguaje de la calle llevado a las moquetas del poder.
La derrota en el referéndum de los acreedores, de sus corifeos y palmeros de algunos medios de comunicación, ha sido tan rotunda que incluso han perdido el líder de Nueva Democracia (ND), el citado Samarás, destinado a encabezar un eventual gobierno técnico tras una supuesta victoria del sí. Samarás tuvo que dimitir empujado por las juventudes de ND. La derecha griega es ahora una jaula de grillos. Fracasada la opción política, solo queda aguantarse o el golpe de Estado, algo que ya no está tan bien visto como antes.
Varufakis ha sido la palanca para levantar la autoestima de la gente normal, el orgullo lastimado, la bandera de la dignidad. Por un lado ha funcionado, por otro le ha quemado. Hay una frase soberbia en la entrevista citada: “Democracia es un sistema en el que la gente normal toma decisiones muy complejas”. La UE, por lo que se lee y escucha, sigue sin entender nada. Son las moquetas que ponen sordina a la inteligencia.
Varufakis mantiene algún paralelismo con Juan Carlos Monedero, el ex numero tres de Podemos. Su forma de expresarse, la inquina que produce en algunos medios y en sus enemigos, y algunos excesos en sus declaraciones, le convirtieron en el político más odiado de Podemos. No sé si la retirada en las formas pero no en el fondo de Monedero mantendrá similitudes con el caso de Varufakis. Habrá que esperar. A Monedero y a Podemos les ha salido bien la jugada.
Escribí en el perfil de febrero que Varufakis era un émulo del rey espartano Leónidas enviado al paso de las Termópilas a luchar contra un enemigo superior en número y armas y que al igual que la del espartano, la de Varoufakis era una misión suicida. Ahora que ha dimitido, se le puede dar por muerto, de momento. Ha distraído a los acreedores durante seis meses, un tiempo precioso en el que todos se han desgastado. El referéndum da fuerza a Tsipras; la salida de Varufakis, más. Ahora solo es necesario un poco de talento al otro lado.
Veremos si el sacrificio de Varufakis frente a los persas del Eurogrupo sirve para salvar Atenas o si se impondrá la máxima napoleónica, “la mano que da siempre está por encima de la mano que recibe”:
En el perfil de Varufakis de Barber y Hope (titulado: Un boxeador ateniense pelea una gran batalla financiera en favor de Grecia) decían que era aficionado a la comida tailandesa y al poeta galés Dylan Thomas, que su padre estuvo en la prisión de la isla de Makronisos, llamada también de la vergüenza porque a ella se enviaba a los comunistas tras la guerra civil de Grecia, con el fin de reeducarlos. Con el padre obtuvieron algún éxito pues llegó a ser el presidente de la principal empresa de acero. Pese a los éxitos sociales de la familia, Varoufakis heredó los principios paternos.
Su familia tenía buena situación económica, como la tiene él con una casa frente a la Acrópolis y otra en Egina, en el archipiélago Sarónico. Sus padres le enviaron al Reino Unido a estudiar para alejarle de la tumultuosa Atenas de aquellos días. Allí cursó la carrera de Económicas en la Universidad de Essex, que debe ser un lugar altamente revolucionario pues tres altos cargos de Syriza pasaron por sus aulas: Varufakis, la gobernadora de Atenas, Rena Dourou, y el diputado por Corgu Fotini Vaki. La persona que le influyó para decidirse por los estudios de Economía fue Andreas Papandreu, el creador del PASOK.
Varufakis vivió en el Reino Unido entre 1982 y 1988, en los años duros de Margaret Thatcher, la dama de hierro. Sus políticas antimineras y desreguladoras –precursoras junto a las de Ronald Reagan en EEUU de la crisis financiera de 2008– le ofrecieron la oportunidad de aprender lo que no había que hacer. Después emigró a Australia, donde impartió clases en Sidney, tuvo su programa de televisión, se lanzó a explorar Internet y obtuvo la nacionalidad australiana, que aún conserva junto a la griega.
Volvió a Grecia en 2000 para dar clases en la Universidad de Atenas invitado por Yannis Stournaras, que ocupa el puesto de gobernador del Banco Central de Grecia desde junio de 2014. Fue también asesor del socialdemócrata Yorgos Papandreu, el hijo de Andreas, con quien trabajó entre 2004 y 2006, antes de que este fuese primer ministro. Después se distanció de él por aceptar el rescate a Grecia y sus condiciones draconianas.
Estuvo en EEUU en 2012, donde trabajó como economista en Valve Software, empresa puntera de juegos en Internet. Es un tipo activo en Twitter (@yanisvaroufakis) con mas de 554.000 seguidores (y subiendo) que mantiene un blog en inglés llamado Thoughts of the Post-2008 World. Habla un excelente inglés con acento griego. Su capacidad idiomática y la claridad y rotundidad de sus mensajes le convirtió en un habitual de las televisiones globales como BBC Today, CNN, Sky News, Bloomberg TV y Russia Today. Era una estrella antes de llegar a ministro. Ahora lo volverá a ser. En Grecia ya es un mito de la resistencia y de la dignidad. Ahora será mucho más feliz, como Monedero.