Quizá sólo sea cosa de aquellos que llevamos toda la vida con un mando entre las manos, pero el caso es que no somos pocos los miembros de la redacción, así como algunos amigos y familiares, los que reconocemos sentirnos cada vez más abrumados con el tamaño de los juegos actuales y, sobre todo, de los que están por venir. No hablamos ya de la burrada de Gigas que ocupan en el disco duro de nuestras consolas y PC, si no de la enorme cantidad de contenido que ofrecen muchos de ellos tanto en lo referente a su campaña principal como en el número de misiones secundarias o el mapeado a explorar, dejándonos en ocasiones sin aliento.
Puede parecer que nos estamos quejando por quejarnos ya que hace apenas unos años la tónica era denunciar aquellos juegos que ofrecían una campaña de apenas cinco, seis y siete horas y poco más al cambio de 70 euros, algo a todas luces abusivo, un despropósito que merece cuanto menos la crucifixión de las editoras responsables. Sin embargo últimamente tenemos la sensación de que nos están llegando una cantidad indecente de juegos gigantescos, repletos de desafíos, con una gran variedad de situaciones, resultando sencillamente inconquistables para la gran mayoría de los mortales.
Cuando llega a la redacción un GTA V, un nuevo Assassin’s Creed o un MMO como Final Fantasy XIV: A Realm Reborn directamente nos echamos a temblar a sabiendas de que necesitaremos tal cantidad de horas para sumergirnos concienzudamente en ellos a fin de hacer un buen análisis que directamente nuestra familia u ocio más allá de los videojuegos termina por convertirse en un borroso recuerdo lejano. Si ya nos resultaba difícil tener vida antes de la llegada de Red Dead Redemption o Diablo III, no nos imaginamos lo que pasará cuando llegue a nosotros la tan temida como deseada copia de The Witcher 3: Wild Hunt.
Como hemos comentado antes, incluso fuera de la redacción comenzamos a notar esa sensación de agobio ante ciertos juegos bajo la manida frase de “esto no me lo acabo yo en la vida”. Vivimos en una época en la que los estudios y editoras no sólo tratan de ofrecer una gran cantidad de contenido en la mayoría de sus títulos, si no también un buen número de ellos a fin de competir con las ventas de sus rivales, lanzando de media dos o tres grandes juegos al año, juegos que como decimos ofrecen más de 40 o 50 horas de juego, una cantidad indecente de trofeos, misiones secundarias para aburrir e incluso entornos tan extensos y abiertos que puede llevarnos toda una vida explorarlos al 100%.
Antes, allá por esos gloriosos años 90, cuando un juego caía en nuestras manos, incluso uno enorme como cualquier JRPG, acabábamos pasándonoslo de cabo a rabo, sorteando cada enemigo, recolectando cada objeto secreto y conociendo cada piedra del escenario. No sin invertir horas y horas de juego, eso sí, pero lo conseguíamos, e incluso éramos capaces de pasárnoslo enterito otras dos o tres veces sólo por descubrir ese final alternativo, o mejor aún, por el mero gusto de hacerlo. Ahora sin embargo tendríamos que dedicar varias vidas a ello. ¿Alguien se ha recorrido todas las sendas secundarias de GTA V? ¿Alguno de vosotros ha conquistado todos los trofeos de un juego como Saint’s Row o cumplidas todas y cada una de las misiones secundarias de un Assassin’s Creed?
No dudamos de que el hecho de que los juegos de hoy ofrezcan tal cantidad de contenido como para convertirse en infinitos sea algo maravilloso, e incluso justo teniendo en cuenta el precio con el que llegan a las tiendas. De lo que dudamos es de nuestra propia capacidad como jugadores para asimilarlos, para poder disfrutarlos sin agobios, sin tener que estar en el trabajo con la sensación de que debemos echarle de forma religiosa dos o tres horas al día para poder conquistarlos aunque sea por encima antes de la llegada de un nuevo juego. Además no nos da miedo denunciar que muchos de los títulos de hoy y suponemos que del mañana también han sido inflados de forma descarada, incluyendo un sinfín de tareas banales, mecánicas innecesarias y líneas argumentales completamente prescindibles sólo por poder decir aquello de “mi juego es más largo que el tuyo”.
Hasta tal punto creemos que ocurre esto que muchos de nosotros agradecemos cuando nos llega un juego del estilo de The Last of Us, Bioshock Infinite o Dishonored, títulos con una campaña larga pero asumible, personajes memorables, varias formas de encarar su desarrollo, una ambientación soberbia y para quien quiera más ahí tiene un multijugador tan opcional como efectivo (en el caso de The Last of Us). Hablamos de juegos centrados, que no saturan al jugador con misiones secundarias capaces incluso de distraer la atención de la trama principal.
Por contra de lo que pueda parecer todo esto también afecta a géneros más allá del sandbox o los juegos de rol, ya que no somos pocos los jugadores que cuando por fin estamos logrando hacernos un nombre en títulos como Battlefield 3, o cuando aún vamos por su segundo DLC, ya sentimos sobre la nuca el aliento de la cuarta entrega, algo a lo que los fans de Call of Duty ya estarán tan acostumbrados como al aire que respiran. Por supuesto lo mismo sucede con los títulos deportivos, los cuales gracias a las funciones online actuales, a la gran cantidad de modos de juego y competiciones en línea, ya ofrecen diversión suficiente para toda una década, algo por lo que no se termina de justificar el desembolso de otros 70 euros para adquirir la correspondiente nueva entrega anual.
Sin embargo tampoco podemos criticar como si nada a los responsables de estos juegos y a las editoras por hincharlos o por lanzar demasiados títulos de una misma saga, ya que somos nosotros, los jugadores, los que les hemos motivado a optar por este camino gritando “más madera, más madera” como si no hubiese un mañana, con nuestro feedback pero por encima de todo con nuestro dinero, apoyando tanto los DLC como las entregas anuales y los títulos con exceso de contenido innecesario.
Sinceramente, con juegos como algunos de los que están por venir, como Destiny, Dragon Age: Inquisition, el nuevo Mass Effect, Watch Dogs, The Division, Metal Gear Solid V: The Phantom Pain, Assassin’s Creed: Unity o el mencionado The Witcher 3: Wild Hunt, podríamos tener tal cantidad de contenido como para jugar de aquí a nuestra muerte sin necesitar de nada más. Y de hecho gracias a funciones como el juego remoto de PS Vita y PS4 no tendríamos tiempo ni para echar una partida al Tetris en nuestro teléfono móvil cuando vayamos al excusado.
Teniendo todo esto en cuenta, ¿es realmente bueno el seguir apostando por tal cantidad de contenido o con ello más bien se consigue santurar al jugador antes de tiempo? Llamadme cagueta, llamadme llorón, pero yo no quiero juegos que no pueda acabar. Ahí lo dejo caer.