Al Festival Internacional de Cine de Venecia, en su 75 edición, se le cayó el pelo cuando “osó” incluir en su programación a una sola mujer directora entre las 21 películas que compiten este año por el León de Oro. Aquello de las cuotas no lo quieren considerar, dejó clara la directiva de la cita cinematográfica, argumentando que no están dispuestos a sacrificar la calidad. Todo es discutible, y no es un secreto que un “mujeres porque sí” no es la solución, como tampoco lo es el negar o ponerle un trapito protector a la constante anulación de loables trabajos realizados por féminas.
Es evidente que en el mundo del cine dominan los hombres, y no hay una sola mujer, bien sea directora, productora, guionista o actriz que no se haya pronunciado a favor de un necesario cambio en las reglas del juego, dándole un voto de confianza (¡uno más!) y poniendo esperanzas en los tratados firmados entre los festivales internacionales de cine en Europa, asociaciones y diferentes instituciones. Las mujeres dan taconazos como lo hacía Dorothy en el Mago de Oz para que todo esto de frutos, para que transcienda la foto y el titular. Curiosamente (y tal vez a causa de la mano peluda que pone en marcha la justicia del universo…), entre tanta aparente descarga de testosterona, la mayoría de las historias presentadas en el Festival Internacional de Cine de Venecia, giran en torno a potentes personajes femeninos. He aquí una recopilación.
Roma, de Alfonso Cuarón. Los recuerdos de su infancia, pero sobre todo Libo, la nana de Cuarón, son el punto de partida de esta película. “Cuando creces con alguien que amas, en realidad no cuestionas su identidad, pero este proceso me forzó a ver a Cleo, a Libo, como una mujer, y como una mujer con toda una complejidad alrededor, una mujer que pertenece a las clases bajas, una mujer que es de origen indígena”, sostiene el realizador mexicano.
The Favourite, de Yorgos Lanthimos. Había una vez una reina que… Vamos a evitar los “spoilers”, y citemos a Lanthimos a propósito de su muy particular trío de protagonistas: “La mayoría de las veces las mujeres son vistas a través de la óptica de los hombres, de modo que las mismas son mostradas como amas de casa, novias u objetos del deseo. Nuestra contribución con esta película es la de mostrar a la mujer como seres humanos complejos y hermosos”.
Suspiria, de Luca Guadagnino. Matriarcado, feminismo, brujas empoderadas. La versión de Guadagnino del filme original de Dario Argento se sitúa en el convulso Berlín de 1977, con la RAF (Fracción del Ejército Rojo) en pleno apogeo y el Muro de Berlín como símbolo de la Guerra Fría. Más allá del trasfondo político, el realizador italiano recuerda que “fue un periodo importante para la revuelta femenina en Europa”, y no obvia la gran influencia del realizador alemán Rainer María Fassbinder creador de inolvidables roles femeninos, así como de las actrices que los interpretaron.
Sunset, de László Nemes. En el segundo largometraje de esta nueva promesa del cine húngaro seguimos de cerca a una misteriosa mujer. Mientras en las calles de la Budapest de 1913 se desatan revueltas como antesala al desplome del imperio austro-húngaro, la heroína de Nemes sale airosa – y de milagro- de todos los peligros. La historia se la debe Lazslo a su abuela, sobreviviente de las guerras mundiales y que le contó mucho sobre aquella época. “Es por eso que me inspiré para contar el destino de una mujer y ver a través de sus ojos los acontecimientos que se estaban desarrollando”, sostuvo el realizador.
Acusada, de Gonzalo Tobal. Tal como lo indica el título, se trata de una chica a la que se le acusado de un crimen. En torno a ella gira no solamente el drama que se desarrolla en su familia, sino también el circo mediático. Que sea una mujer la protagonista tal parece que es dado a la casualidad.
Vox Lux, de Brady Corbet. De superviviente en un tiroteo en su instituto, a estrella pop. Antes que al género, Natalie Portman,quien protagoniza esta cinta, le da más peso al significado de la historia, que es “un retrato y reflejo de nuestra sociedad”, en el que se entrecruzan la cultura pop, la violencia y el mundo del espectáculo.
The Nightingale, de Jennifer Kent. En este filme ambientado en 1825, la única directora presente en la competición veneciana se decantó por narrar una historia sobre la violencia, pero sobre todo acerca de las consecuencias de la misma “desde una perspectiva femenina”, según Kent.