“En Logroño, un sólo equipo”.“Es del Recre el que no bote”. “Recreación desaparición”. La afición del Logroñés tiró con balas usadas en anteriores ocasiones para mostrar su sempiterna disconformidad con el otro, con un CF que sigue andando escaso en seguidores, pero, de momento, se mantiene libre de problemas económicos.
Así es la vida futbolística del Logroño: quien tiene de una cosa, no puede presumir de otra. El recadito que mandaron los jugadores a Juan Hortelano, esa sentada simbólica al comienzo del partido, fue lo más comentado en la grada durante los muchos ratos libres que dejaron los equipos.
Los propios técnicos del Logroñés han hablado en no pocas ocasiones con cierto resquemor respecto al equipo rival, pero no pudieron achacar nada a los jugadores y al cuerpo técnico del CF. Cuando se les comentó, antes del partido, la intención de hacer esa sentada y se les pidió colaboración, no encontraron pegas. Lo que viven los jugadores de los equipos es muy distinto de lo que piensan los aficionados. Y los jugadores del Logroñés tuvieron el respeto de sus contrarios cuando lo necesitaron.
Respeto fue lo que faltó al comienzo del partido. El sábado, por televisión, uno puede ver un derbi de tanta rivalidad como el Manchester United-Manchester City y comprobar cómo ambas aficiones guardaron un silencio sepulcral por ocho jugadores y dos técnicos fallecidos hace 50 años. Sin embargo, cuando a un grupo de aficionados del CDL se les pidió el mismo minuto de silencio en memoria de la madre de un rival, lo que se oyó fue ese “es del Recre el que no bote” que tantas veces han entonado. Tenían más de 90 minutos por delante para cantarlo cuantas veces quisieran. Fue feo e indigno de una afición que no necesita gestos así.
De hecho, le hacen un flaco favor. Porque, por lo demás, lo suyo sigue siendo digno de elogio. Aguantan contra viento y marea poco más de 1.500 aficionados, pero todos ellos los viven con el fervor del forofo. Por contra, la afición del CF es la de los que sólo van a ver fútbol, pero no la de los que se apasionan con su equipo. Es curioso, y digno de estudio por parte de quien corresponda, que la mejor entrada de todo el año con el LCF como local sea la que atrae su máximo rival. Obviarlo o ponerse vendas en los ojos nunca ha sido la solución.
Más allá del feo gesto de una parte de los aficionados, el derbi se vivió en la grada con más tranquilidad que en ocasiones anteriores. La megafonía estuvo respetuosa (aunque fue pitada), en el marcador aparecieron los nombres completos de ambos equipos y no hubo incidentes de ningún tipo. Bueno, uno: se encendió una bengala en el fondo sur. Hay quien sigue empeñado en llevar lo ilegal y lo peligroso a los campos de fútbol.
Poco más se puede decir de un derbi al que le faltó más emoción sobre el terreno de juego. Sí, la sensación fue de que todo eso ya lo habíamos visto antes, pero a todo el mundo le faltó algo de chispa. Apunten, si quieren, un nuevo hallazgo para entonar a viva voz: “Club de fútbol, no”.
En realidad, el partido acabó demostrando que allí sólo se podía cantar “fútbol, no”. Cuando el respeto pasa a ser miedo, hay poco espectáculo que rascar.