155 votos a favor, cinco abstenciones y 138 votos en contra. Es el resultado de la votación que ha tenido lugar en un ambiente de máxima tensión dentro y fuera del parlamento heleno. Por un lado, Grecia vive una jornada marcada por las protestas que arrancaron en la madrugada del lunes al martes y que aún siguen este miércoles en distintas ciudades del país. De otro lado, Papandreu no tenía asegurada la mayoría que abriera las puertas al paquete de reformas que supone subidas de impuestas y despidos masivos de funcionarios en todos los sectores públicos.
La impopularidad de las medidas ha sido protestada en la calle por los sindicatos y por manifestantes, que especialmente en Atenas han provocado algunos disturbios y altercados a pesar de que esta cuarta jornada de huelga ha ido perdiendo fuerza a medida que pasaban las horas. Pero, el PASOK también se ha enfrentado a la rebeldía dentro del parlamento y en sus propias filas. Casi toda la oposición, en especial la bancada de la derecha de Nueva Democracia daba la espalda a Papandreu desoyendo la llamada al orden de Bruselas y de la inminente nueva directora gerente del FMI, Christine Lagarde. Sin embargo, el ministro de Finanzas, que apeló al patriotismo en sede parlamentaria consiguió atraer en el último momento a lo largo de la tarde del martes a algunos diputados de la derecha y evitando también que los parlamentarios socialistas se sumarán a la negativa de aprobar las nuevas medidas.
Era un ahora o nunca y, finalmente, ha podido el consenso rozando el empate técnico. A las puertas del parlamento, en la plaza Sintagma, se han levantado barricadas y se han sucedido los enfrentamientos con la policía nada más conocerse el resultado de la votación que da luz verde al Ejecutivo griego a obedecer al ultimátum de la UE para evitar la bancarrota.
Las dudas se han despejado para un plan con el que Grecia prevé ingresar 28.400 millones de euros en impuestos y prácticamente el doble por las privatizaciones de las empresas estatales.