“El feminismo me salvó la vida en el sentido más literal de la palabra”. Muchas víctimas de violencia de género coinciden en la necesidad que sintieron de ayudar a otras mujeres a través de su ejemplo. Otras cuentan que el feminismo les hizo darse cuenta de que lo que vivían en sus parejas era violencia. También muchas alzaron la voz o pidieron ayuda por primera vez en un entorno feminista porque sabían que se iban a sentir más arropadas y comprendidas. A otras, como a Clara, que todavía prefiere no publicar su nombre real y no contar detalles de su caso, el feminismo les salvó literalmente a través de redes de acompañamiento y protección ante una situación de maltrato.
Clara tenía 18 años cuando pasó su primera relación de violencia. Sus amigas encendieron las alarmas cuando empezó a alejarse, a faltar a clase y le vieron moratones. Empezó un camino para la recuperación que no fue sencillo porque entonces sintió que los recursos no le estaban ayudando lo suficiente y muchas personas de su entorno no se dieron cuenta o le quitaron importancia. “Fue a través del feminismo cuando me empecé a curar de verdad, al ver que no era solo cosa mía sino algo colectivo. Te identificas con otras personas, creo que es importante para no sentirte como un bicho raro, con esa culpa y esa vergüenza”, recuerda ahora pasados unos años.
Llegó al feminismo a través de muchas lecturas y cursos de formación. Y el activismo llegó más tarde “porque entonces en Logroño todavía no había nada” y después de vivir en otra ciudad, coincidiendo con la vuelta a Logroño empezó a militar de forma más activa en asociaciones feministas. Un día tuvo que contar lo que había pasado, en su caso, por protección: “Esta persona se volvía a acercar a mí y les conté a unas compañeras lo que me había pasado. Rápidamente se hizo un círculo de protección y me sentí protegida y segura por primera vez en este tema”.
A mí me sigue aliviando sentir que no soy la única. Cuando lo compartes y ves que ayuda, a ti te sigue quitando peso
Años después, volvió a sufrir una relación de violencia: “Cuando las heridas no se curan bien, los patrones se repiten”. Aunque ya no era la misma Clara que a los 18 y lo percibió antes y lo contó a su colectivo. La respuesta fue inmediata: había que poner en marcha todo aquello con lo que estaban predicando. “Sin poner nombres, se dijo que había que crear una red y personas de diferentes colectivos se unieron para darme seguridad y acompañarme al trabajo, a casa, tener localizada a la persona, hacer mediación y sin cuestionar si quería denunciar o no. Fueron meses duros y la cosa se puso muy fea pero dejó de dar señales de vida”, explica. Y de ahí, que Clara diga con contundencia que el feminismo le salvó la vida en el sentido más literal.
De hecho, a través de su propia experiencia puede identificar dos momentos de la propia concienciación social por la igualdad porque la respuesta social con ella fue diferente. Aunque todavía no se siente con la fuerza de compartir su caso públicamente sí lo ha hecho en círculos cercanos y de activismo. “Aunque remueve, compartir es un proceso sanador en sí mismo”, dice. A ella misma le ha ayudado en muchas ocasiones: “A mí me sigue aliviando sentir que no soy la única. Cuando lo compartes y ves que ayuda, a ti te sigue quitando peso, dejas de sentir culpa. Lo que dices a otra mujer para que esté bien, te sirve a ti misma”. La violencia machista tiene unas consecuencias a muy largo plazo, y compartir a Clara le alivia la ansiedad que a veces le persigue.
Destaca que “es un es un hecho que nos sentimos más seguras entre mujeres porque nos entendemos más, porque a todas nos ha pasado, nos va a pasar o les ha pasado a nuestras hijas, hermanas, primas. Hemos aprendido a cuidarnos por supervivencia”. Clara, que ha dedicado toda su vida a la lucha por la igualdad, es contundente para responder en que ha supuesto el feminismo en su vida y en su recuperación: “Me ayudó a entender, a recuperarme, a sentirme reparada que es importante para construirte una vida. Y cuando empiezas a ver el mundo así es difícil quitar esa mirada, es un proceso de ida, no hay vuelta. Vives con esta mirada crítica para siempre”.
Por su parte, Isabel Ilzarbe decidió hace dos años, a través de una entrevista Rioja2, poner su nombre y rostro y contar que había sufrido violencia de género durante 15 años. Pero antes lo hizo en un entorno feminista. “Fue en un cineforum que organizamos desde la Coordinadora 8M y en el debate posterior que yo moderaba, me salió contar, sin haberlo pensado, una pequeña parte de lo que a mi me había pasado”, recuerda de aquel momento en 2020. La respuesta fue de sorpresa fuera del ámbito de los colectivos feministas pero dentro la reacción fue en todo momento de arroparla y hacerle sentir entendida. “Fue maravilloso”.
Durante su relación de maltrato, el feminismo fue un ataque recurrente de su expareja, que conocía como pensaba y lo utilizaba para minusvalorarla e incluso a veces conseguía hacerle dudar. Isabel tenía inquietudes por el feminismo y meses después de salir de la relación, se acercó a colectivos: “Yo lo que quería era ayudar a otras mujeres que habían pasado por la misma situación que había pasado yo”, dice sobre una necesidad que sienten muchas víctimas. Y empezó a participar, pero siempre en silencio, en un segundo plano “porque todo el trabajo que ha hecho tu maltratador para minarte, para enajenarte, para dejarte hecha trizas en muy difícil de revertir y has perdido toda la seguridad en ti”, apunta Isabel Ilzabe sobre este momento personal que se producía mientras cosechaba éxitos preofesionales en la universidad.
Yo lo que quería era ayudar a otras mujeres que habían pasado por la misma situación que yo
Se acercó al activismo por ayudar a otras y se dió cuenta que también le iba a sanar a ella: “Las secuelas te van a acompañar durante muchísimo tiempo. Porque el daño psicológico que sufres es tremendo, básicamente es que te han roto como persona. Recomponerte desde ahi tu sola es prácticamente imposible y por eso tener con el respaldo de personas que te entienden es mucho más fácil”. Para ella, no sentirse juzgada fue muy importante y eso lo consiguió en colectivos feministas, “donde hay mujeres que han pasado por situaciones muy similares o aunque no las han vivido entienden en qué consiste y te ayudan a entender que te ha pasado”, apunta.
Hace unos años, Isabel Ilzarbe decidió dar un paso más al frente y fundar con otras mujeres la asociación Kirké, desde donde también ha podido ayudar a otras víctimas: “Las sensaciones que vives cuando expresas 'a mi también me ha pasado, sé lo que sientes' son muy difíciles de describir. Por un lado es difícil porque revives cosas que tenías prácticamente olvidadas, pero al mismo tiempo el sentir que la otra persona se relaja, se tranquiliza y se siente segura contigo es muy gratificante”. Además, ha servido para recomponer las piezas de la seguridad que le había roto su maltratador: “Cuando empiezas a creerte que has sobrevivido, que has salido adelante y que tienes la capacidad de sensibilizar a la gente y de ayudar a otras mujeres tu confianza crece. Esa es la evolución que he sentido yo”.
Tanto en el caso de Clara al contar su caso en círculos más pequeños como en el de Isabel cuando se publicó, la respuesta fueron muchos “a mi también”, les contactaron mujeres que se sintieron identificadas con sus testimonios. Ese 'Me too' que ha dado la vuelta al mundo, que ha roto tantos silencios a través precisamente del feminismo, que ha conseguido hacer sentir a las víctimas más acompañadas, entendidas y menos juzgadas. Ese 'Me too' que surge de la generosidad de las víctimas que cuentan sus casos para ayudar a otras y que, sin darse cuenta, se están ayudando a ellas mismas.