Tres pastores riojanos mantienen vivo “el viaje en busca de la eterna primavera”
Lejos quedan aquellos años en los que los pastores riojanos cruzaban a pie la geografía española para ofrecer a sus rebaños los pastos más verdes. La ganadería era el sustento del buen nivel de vida de las Siete Villas gracias a la venta de lana y la trashumancia el mejor hábito para criar a las ovejas.
En los años 60 la generalización de los piensos fue disminuyendo el número de pastores trashumantes y desde los 2000 se pueden contar con los dedos de una mano los pastores riojanos que optan por desplazarse hasta los pastos de Extremadura o Andalucía. El ganadero de Ventrosa Gabriel Esteban no llegó a conocer la trashumancia a pie: “mis primeros recuerdos son de algunos pastores de la zona que la hacían en ferrocarril hasta Soria o Salas de los Infantes y a partir de ahí traían andando al ganado”.
Esta evolución ha ido avanzando y hoy Gabriel, la generación actual de la explotación ganadera Sucesores de Marcelino Esteban, hace la trashumancia en camión. Un avance, pero que trae consigo también muchas dificultades: “hay que hacer mucha burocracia y los requisitos sanitarios son muy estrictos, cada comunidad autónoma tiene una legislación distinta”.
Como él, solo otros dos pastores riojanos están haciendo actualmente la trashumancia, Gregorio Lázaro en las Viniegras y Alberto Muro, en Lumbreras. También lo hacían en la explotación Hijo de José Julián Serrano, pero lo ha dejado. “A los compañeros les interesa, a veces bajan dos o tres días a Extremadura cuando estoy allí y ven la explotación pero nadie se anima”, explica Gabriel Esteban.
Este ganadero comenzó hace once años tras una subida de la materia prima de los piensos. Alquiló una finca y bajó algunas vacas jóvenes, que no necesitaran demasiados cuidados. “Años después bajé a las ovejas y ya son cinco años que desplazo unas 350 vacas y 700 ovejas”, señala para puntualizar que la trashumancia solo puede ser rentable si tienes un número elevado de animales.
“Antes la trashumancia estaba marcada por fechas pero hoy en día lo organizas de otra forma, siempre en función de la climatología”, cuenta. “El objetivo es buscar siempre la eterna primavera para ofrecer la máxima calidad de pasto natural”. Este ganadero comienza a bajar a Extremadura en noviembre con las vacas y hacia diciembre o enero lo hace con las ovejas. “Estamos 6 meses allí y después subimos para estar otros seis meses en la sierra riojana”, explica sin olvidar los viajes, ya que dedica en torno a un mes a desplazar toda la explotación.
No solo las vacas y las ovejas de Gabriel Esteban hacen la trashumancia, él también y su vida está totalmente volcada en ello. “Aunque al principio me iba desplazando, ahora paso seis meses en cada sitio, aquí me llaman cacereño y allá serrano, es inevitable coger palabras y costumbres del otro sitio”, dice entre risas.
Escuela de Pastores para mirar al futuro del oficio
“La ganadería exige estar los 365 días al pie del cañón, es cierto que eres dueño de tus horarios pero hay que estar pendiente todos los días, es muy esclavo”, cuenta Gabriel sobre el sacrificio de su oficio. El esfuerzo no le sorprendió porque es una generación más de una larga tradición de ganaderos, “lo he vivido desde pequeño, me fui metiendo en este mundo sin darme cuenta”.
La tradición ganadera es el punto en común de la mayoría de los jóvenes que se incorporan a la ganadería, al menos en las Siete Villas. Ante esta situación, se está creando en Brieva una Escuela de Pastores y ya han comprado más de 1.000 ovejas. “Quien quiera entrar, que tenga alguien que le enseñe, que haya una formación”, explica Pedro Somalo, el responsable del proyecto.
“La ganadería es tradición, pero hay que pasarla a nuestros días, hay que ser atrevido y hacer cosas nuevas”, cree Somalo, que también destaca la importancia de involucrar al sector y de valorar la calidad de los productos.
Para Gabriel Esteban tiende la mano a esta búsqueda de futuro para el oficio: “cuantos menos nos quedemos, más solo te encuentras”. Pero advierte de la importancia de aclarar la realidad de la ganadería: “incorporarse puede ser una salida porque hay ayudas, pero esto no es solo mariposas, naturaleza y ovejitas, tienen que saber que va a ser duro”.
Este ganadero ha renunciado ha muchas cosas y se dedica en cuerpo y alma a su explotación, que ha marcado su vida, ahora separada entre dos lugares. Una vida entre viajes con la que moderniza una tradición que amenaza con perderse.
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