KILÓMETRO CERO

La única granja de caracoles sostenible de La Rioja, un proyecto para emprender sin salir del pueblo

La granja de caracoles de Leiva es la única que produce caracoles de forma extensiva

Ester Fernández García

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Quedarse a vivir y continuar su vida laboral en su pueblo eran dos cuestiones importantes para Eva Riaño cuando se quedó en paro. Contaba con las instalaciones de una granja de vacas que había heredado, el apoyo y los conocimientos de su marido agricultor y una curiosidad que siempre había tenido por los caracoles. Una serie de piezas que encajaron como un puzle y que le llevaron a emprender en 2021 con la granja de caracoles Valle del Tirón, en Leiva.

Antes se había centrado en estudiar mucho de helicicultura, en formarse en cursos en Salamanca o Zamora, visitar proyectos similares en La Rioja y, por supuesto, en hacer muchos números. La pandemia es lo que le quitó todas las dudas para poner en marcha un negocio que le gustaba pero también disparó los precios de los presupuestos. Aún con todo, pudo poner en marcha la que es la única granja de caracoles, con técnicas sostenibles y de manera extensiva, que hay en La Rioja.

En esta granja se realiza todo el ciclo de la vida del caracol, desde la reproducción hasta la venta al cliente. Se trata de un proceso que se inicia entre enero y marzo, con la reproducción de los caracoles en una sala con condiciones de temperatura y humedad adecuadas. Cuando nace el que se llama caracol alevín se siembran en una finca exterior de más de 4.000 metros cuadrados al aire libre, donde hay cultivadas -sin ningún fitosanitario- diferentes hierbas que sirven de refugio a los caracoles, además de parte del alimento, porque se apoya con cereales y carbonato cálcico para que la concha se endurezca y la carne se blanquee.

Entre julio y agosto los caracoles se recogen y se purgan. Los caracoles se conservan en cámaras frigoríficos y se venden vivos, en estado de hibernación y llegan al cliente completamente limpios y solo con lavarlo ya está listo para su cocinado.

¿Y quién compra caracoles? Lo cierto es que aunque parezca un plato de antes, sigue siendo muy valorado en la gastronomía, aunque las nuevas generaciones ya no saben cocinarlo o no tienen tanto tiempo porque es un proceso laborioso. Por ello, “los principales clientes son locales de hostelería o de precocinados y también se venden mucho para fiestas patronales, hay muchas tradiciones asociadas a los caracoles”, explica Eva Riaño.

Ahora los venden también a través de la página web y hasta en conserva ya cocidos. Y es que una de las mayores lecciones que le ha dado emprender a la responsable de esta granja es la necesidad de reciclarse y seguir aprendiendo. “Los comienzos son duros pero estamos satisfechos, la gente tiene curiosidad y viene a conocernos explica”.

Aunque caracoles se han comido siempre, lo cierto es que esta granja es un proyecto innovador, que además tiene una fuerte apuesta por la sostenibilidad. “Lo conseguimos con recursos propios del entorno, en particular de nuestra misma finca y con energías renovables”. En la granja no hay tendido eléctrico así que se sirven de la energía de paneles solares y el agua la recogen de un pozo natural, cultivan la finca sin herbicidas y pesticidas. En definitiva, están muy cerca de conseguir un producto ecológico.

Con la granja de caracoles, Eva Riaño ha convertido en su trabajo aquello por lo que siempre había tenido curiosidad. Ahora sabe lo que es emprender y hacerlo además en el medio rural. “Nosotros teníamos claro que queríamos desarrollar nuestro negocio en nuestro pueblo de 250 habitantes. Con nuestro trabajo, podremos conseguir mitigar un poco el despoblamiento que estamos sufriendo”.

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