Líbero es un proyecto independiente de los grandes grupos editoriales. Se trata del producto diseñado por un grupo de periodistas que un día tuvieron un sueño: una revista de fútbol que trate la afición por este deporte sin gritar, con buen gusto y con profundidad.
El Mundial, un gigantesco laboratorio alrededor de un balón
Esta edición de la Copa del Mundo puede ser una gran excusa para que científicos futboleros sintonicen los partidos de fútbol desde sus laboratorios. Tecnología de vanguardia, casi futurista, se pondrá a prueba durante el Mundial con experimentos que no se han visto antes en público. El fútbol y la ciencia nunca habían estado tan cerca. Lo que suceda el 12 de junio sobre el césped del Arena Corinthians de Sao Paulo pasará a la historia. Y no nos referimos al partido inaugural entre Brasil y Croacia, sino al saque de honor de este encuentro: un adolescente paralítico se levantará de la silla de ruedas y, gracias a un exoesqueleto conectado a su cerebro, caminará hasta el centro del campo y pateará el balón. Los movimientos de su cuerpo, sujetados por esta armadura robótica que le proporciona fuerza y estabilidad a sus extremidades, no serán teledirigidos: sus gestos los coordinará su propio cerebro.
Cazafantasmas
El Mundial de Brasil puede ser el que destierre para siempre a los fantasmas. No a los jugadores engreídos, que son consustanciales al fútbol, sino a los goles que engañan a los árbitros y desquician a las aficiones. “Llegó el momento de la tecnología”, dijo Blatter en 2012, al aprobarse —al fin— la introducción de un sistema tecnológico para que la decisión de si un balón ha rebasado por completo la línea de gol no dependa únicamente de los ojos de tres hombres a unos cuantos metros de distancia.
Después un proceso de estudio entre distintas empresas que competían con sus respectivos sistemas, el gato al agua se lo llevó un sistema alemán, llamado GoalControl, que reparte 14 cámaras de alta definición por cada uno de los 12 estadios del Mundial, siete mirando a cada portería, y que ya han demostrado gran sensibilidad para avisar de un gol al árbitro, enviando en menos de un segundo un mensaje a su reloj de pulsera que funciona como receptor. Este sistema ya se puso en práctica en la Copa Confederaciones pero, por fortuna o desgracia, no hubo ningún gol fantasma que permitiera comprobar su eficacia en el fragor de la batalla.
Sin los problemas del Jabulani
Con 437 gramos y 69 centímetros de circunferencia, el balón oficial cuenta con seis paneles con forma de hélice en la capa superficial del balón, lo que otorga mayor consistencia, estabilidad y agarre, y mejor aerodinámica para volar en línea recta. Además, el denominado Brazuca evita que la humedad del piso añada peso al cuerpo del balón. Fue probado por jugadores de primera fila, como Messi, Zidane, Casillas o Cavanni, antes de terminar su diseño, y ya se ha usado en las copas española y alemana, además de en el Mundialito. Los jugadores del Bayern, por tanto, ya han ganado un par de copas con este balón.
El balón del Mundial tiene mucho trabajo científico detrás, como explica en su blog el jefe del departamento de física del Lynchburg College de Virginia, John Eric Goff, quien estuvo implicado en el proceso de desarrollo de la pelota para evitar los problemas que provocaba la de la anterior Copa del Mundo: “Mis colegas y yo llegamos a la conclusión de que el Brazuca es mejor que el Jabulani. Gran parte de los efectos descontrolados observados en 2010 dejarán de verse este verano”. Los porteros estarán contentos. La costura del Brazuca es un 68% más larga, generando una rugosidad que añade más velocidad al golpearlo pero que lo hace avanzar de forma uniforme y con mayor estabilidad que el Jabulani. Han publicado un estudio sobre la física del balón en la revista Journal of Sports Engineering and Technology.
Cuidado con los mosquitos
Si visita Brasil durante el Mundial, tenga mucho cuidado con los mosquitos y aléjese de las nubes de estos bichejos que vea sobre charcas. El dengue, una de las enfermedades endémicas de los países tropicales, puede provocar estragos aprovechando la visita de cientos de miles de aficionados al fútbol a las grandes urbes brasileñas. Las ciudades del norte del país, como Natal, Fortaleza y Recife, estarán especialmente en riesgo. Lo sabemos gracias a un equipo español de investigadores que, en colaboración con el Ministerio de Salud de Brasil, ha creado por primera vez un modelo que combina valores climáticos con factores epidemiológicos para adelantar si las condiciones serán propicias para que se disemine esta enfermedad.
El dengue se transmite por la picadura de un mosquito, el Aedes aegypti, y en estas ciudades el caldo de cultivo será demasiado bueno para que actúe, por los niveles de humedad, las lluvias que habrán caído en el Amazonas y otros muchos factores que los investigadores han metido en la coctelera de sus supercomputadoras. Especialmente en peligro estará la afición de México, que jugará sus tres partidos de la fase de grupos precisamente en esas tres ciudades del norte de Brasil. La cuarta ciudad en mayor riesgo, aunque menor, es Salvador, también en el norte, donde los futbolistas españoles jugarán contra Holanda la revancha de la final, el 13 de junio.
Una bola en peligro de extinción
Fuleco, la mascota elegida para este campeonato, representa a un armadillo bola, una especie endémica de Brasil. Su nombre, surge de la suma de futebol y ecología, en un guiño hacia los tesoros naturales con que cuenta el país. Pero un grupo de científicos se ha tomado en serio a Fuleco, ya que estos armadillos se encuentran en plena pendiente hacia la extinción.
Por ello, reclaman en una carta abierta publicada en una revista especializada que el Gobierno cumpla su promesa de invertir 275 millones de dólares en la conservación de 47 Parques da Copa, un proyecto lanzado en 2011 para ligar la conservación del medio ambiente a la celebración del Mundial y que se ha quedado en muy poca cosa. Además, demandan la creación de nuevas áreas protegidas, en las que este armadillo podría vivir en paz, y el desarrollo de planes específicos para la conservación de especies amenazadas.
Más y más tecnología
Junto a toda esta ciencia y tecnología, en el Mundial de Brasil podremos ver otros ingenios, como las espinilleras inteligentes que vestirá la selección española, creadas por una firma gaditana. O la increíble resolución que tendrán algunos de los goles que veremos en el Mundial, al grabar tres encuentros en la tecnología 4K, una definición que cuadruplica al actual HD. Los estadios, foco de la polémica por las condiciones laborales y de seguridad de los obreros, también quisieron ser una inversión en innovación y sostenibilidad, pero han quedado ensombrecidos: por ejemplo, destaca el primer estadio que se alimentará con luz solar, en Belo Horizonte.
En Brasil también habrá importantes avances en medicina deportiva. Por ejemplo, en este Mundial estará plenamente desarrollado el llamado pasaporte biológico para combatir el dopaje. Este pasaporte o perfil biológico consiste en tomar varias muestras (entre tres y cuatro) sin previo aviso de los jugadores (tanto de orina como de sangre) en fechas anteriores al campeonato, para establecer los parámetros en los que se mueve habitualmente el jugador. De este modo, los controles durante el Mundial le permitirán a los equipos médicos notar con mayor precisión cambios en sus registros: la alerta de dopaje saltará cuando un futbolista marque niveles extraños con respecto a los suyos.
Artículo publicado en la revista Líbero.
Esta edición de la Copa del Mundo puede ser una gran excusa para que científicos futboleros sintonicen los partidos de fútbol desde sus laboratorios. Tecnología de vanguardia, casi futurista, se pondrá a prueba durante el Mundial con experimentos que no se han visto antes en público. El fútbol y la ciencia nunca habían estado tan cerca. Lo que suceda el 12 de junio sobre el césped del Arena Corinthians de Sao Paulo pasará a la historia. Y no nos referimos al partido inaugural entre Brasil y Croacia, sino al saque de honor de este encuentro: un adolescente paralítico se levantará de la silla de ruedas y, gracias a un exoesqueleto conectado a su cerebro, caminará hasta el centro del campo y pateará el balón. Los movimientos de su cuerpo, sujetados por esta armadura robótica que le proporciona fuerza y estabilidad a sus extremidades, no serán teledirigidos: sus gestos los coordinará su propio cerebro.