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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Alberto Reyero: la voz que desafió desde dentro la propaganda oficial de Ayuso

Hacía semanas que las costuras del bipartito que gobierna desde hace trece meses la Comunidad de Madrid no daban más de sí. La primera víctima era esperada. Pero no ahora. Alberto Reyero (Madrid, 1962) se erigió como la única voz que desafió la propaganda oficial de Isabel Díaz Ayuso dentro del Gobierno en lo peor de la pandemia. Lanzó llamadas de auxilio para que se medicalizasen las residencias. Pidió la intervención del ejército, cuando el relato oficial de la Comunidad decía que no hacía falta porque estaba todo bien. Hizo públicas las cifras de fallecidos en las residencias en contra del criterio de la presidenta. Y denunció los protocolos que negaron el traslado de ancianos residentes en geriátricos a los hospitales, una decisión que le provocó un duro enfrentamiento con el consejero de Sanidad, Enrique Ruiz-Escudero.

Reyero llegó a calificar las órdenes de la Consejería de Sanidad de “inmorales” y “posiblemente ilegales” mientras Escudero y la propia presidenta madrileña aseguraban que esos protocolos nunca habían sido enviados a las residencias. El dirigente de Ciudadanos –antes de UPyD– insistió en que esas órdenes eran contrarias a los derechos internacionales de las personas con discapacidad y se manifestó “absolutamente a favor” de crear una comisión de investigación en la Asamblea regional que analizase la mortalidad de las residencias madrileñas durante esta pandemia.

Y cuando vio venir el fuego amigo, mostró los correos que evidenciaban su desesperación en aquellas semanas en que las residencias colapsaron. Reyero había enviado dos emails el 22 de marzo dirigidos a Escudero, que nunca fueron contestados, en los que advertía de la posibilidad de que muchos mayores falleciesen “en unas condiciones indignas” en las residencias cuando la primera ola azotaba con mayor intensidad. Reyero también alertaba en sus cartas al responsable de Sanidad de que podría incurrirse “en una discriminación de graves consecuencias legales” si en los protocolos se recogía negar el auxilio a personas con discapacidad de cualquier edad.

Ruiz Escudero respondió entonces en una entrevista en la cadena Ser que se sintió “traicionado” por su compañero de gobierno al ver esos correos en la prensa. La relación entre ambos ya fue inexistente para siempre. Aunque el dirigente de Ciudadanos siempre tuvo buenas palabras en privado hacia el responsable de Sanidad. 

Reyero hace tiempo que se sentía más fuera que dentro del Gobierno. El ya exconsejero de Políticas Sociales se había marchado unos días de vacaciones en agosto con la convicción de que a su vuelta sería cesado, junto al consejero de Sanidad, Enrique Ruiz Escudero. En el bipartito se especulaba con una solución salomónica. La primera vez que el entorno de Ayuso deslizó la posibilidad de destituirlo, salió Ignacio Aguado a recordar que la dirigente del PP no podía cesar a consejeros de Ciudadanos. Así que la solución podría pasar por dejar caer a una pieza de cada lado, Reyero por Ciudadanos y Escudero por el PP. A fin de cuentas ambos se habían achicharrado con la crisis en una región que presentaba unas cifras de muertes que no tenían parangón en toda Europa. Pero la destitución no llegó a la vuelta de vacaciones. Y este abogado de profesión que hizo carrera en el Tercer sector concluyó entonces que su final llegaría en el Debate del Estado de la región, celebrado hace un par de semanas. Vox había pedido su cabeza para apoyar los presupuestos además de una reducción de las consejerías, pero la crisis de Gobierno tampoco se produjo. 

Finalmente, ha sido el propio Reyero quien a última hora del viernes presentaba su renuncia con una carta dirigida a la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso –con la que no tenía ya ningún trato más allá de las reuniones del Consejo de Gobierno–.  En esa misiva el ya exconsejero apelaba a la “unidad de las instituciones como el camino más acertado para vencer al virus”, el mismo día en que el Gobierno regional había agravado el pulso con el Ejecutivo de Pedro Sánchez, al que acusó varias veces de sembrar el “caos” en la región, y ha llevado a los tribunales por entender que la imposición de nuevas restricciones para la comunidad invade sus competencias.

Que Reyero estaba fuera de sitio no era un secreto para nadie. En los pasillos de la Asamblea se le atribuyen frases en las que calificaba de “locura” las decisiones de su propia presidenta. Su salida del Gobierno es una mezcla de “cansancio” y “desesperación” por las posiciones del PP en esta segunda ola, admiten sus próximos. 

Reyero “se había quedado vacío”, dice un consejero de Ciudadanos a este diario. “Le tocó gestionar lo peor de la crisis, las residencias, y fue un duro golpe para él. Tenía unas implicaciones personales muy fuertes, porque era un sector que conocía muy de cerca, conocía a todo el mundo y le afectaba mucho todo lo que pasó”, dice alguien que ha trabajado codo con codo junto a él. “Eso sumado a que le tocaba compartir gobierno contra los que durante cuatro años había hecho oposición. Cuestionaba muchas de las gestiones de los anteriores gobiernos del PP en un área que conocía muy bien”, añade otro compañero.

A Isabel Díaz Ayuso la noticia de la marcha de su consejero le pilló en la cadena Cope. Fiel a sus preferencias por los hechos alternativos, la presidenta trató de explicar que la marcha de Reyero, a quien todo su gobierno consideraba amortizado, obedece a “razones personales”. “Él me ha llamado antes, hemos estado conversando, él decide que prefiere volverse a la Asamblea, es diputado también y por motivos personales ha querido dar este paso”, dijo la presidenta antes de despachar su salida con una escueta despedida: agradeció su “tiempo de trabajo” y le deseó “lo mejor en su nueva etapa”.  

Antes que Reyero ya se habían marchado varios de los suyos. El exsecretario general técnico de la consejería Miguel Ángel Jiménez fue cesado tras asumir la responsabilidad del “error” que llevó a la publicación en el Portal de Transparencia de un contrato que no se había formalizado con el empresario Kike Sarasola, propietario de los apartahoteles donde se alojó Ayuso en la primera ola a precio reducido. Cinco semanas después, fue su jefe de gabinete, Carlos Reus Jimeno, quien presentó la dimisión por “motivos personales”, que desde la Consejería atribuían al desgaste emocional que supuso gestionar una crisis de las residencias en la que fallecieron más de 6.000 ancianos en menos de dos meses.

En su carta de dimisión, ocho párrafos de tono amable, Reyero alude a una “decisión meditada para cerrar una etapa”. Asegura que en esta segunda oleada la coordinación es mejor que durante los meses de marzo pero recuerda que “el sistema de cuidados necesita ser cambiado tanto en Madrid como en toda España”. Y a continuación pide un reconocimiento para todo el personal que trabajó a su lado en el departamento, dando a entender que no han sido suficientemente reconocidos por el Gobierno de Ayuso: “No puedo olvidarme de los trabajadores de esta consejería y especialmente de todos los que han desarrollado su labor en las residencias, en esta batalla han tenido un papel protagonista y han estado siempre a la altura. Merecen un reconocimiento de la sociedad y sobre todo de este gobierno”. 

La dimisión se produce después de otra semana aciaga para la coalición y a hora y media escasa de que entren en vigor las medidas impuestas por el Gobierno para la región, que la presidenta autonómica ha decidido impugnar ante la Audiencia Nacional. Su despedida incluye ese dardo final que implica la enmienda a la totalidad de la gestión de Ayuso: “La unidad entre las instituciones es el camino más acertado para vencer al virus”. Por la vía de los hechos, Reyero deja otro aviso: se va del Gobierno pero deja claro que conservará su escaño.