La gran sorpresa de este lunes en las filas del PP no fue la destitución de Cayetana Álvarez de Toledo, sobre la que desde hace semanas se sucedía un goteo incesante de informaciones, sino el ascenso a la primera línea orgánica –y de batalla política, con todo lo que eso conlleva– del alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, el nuevo portavoz nacional del partido. Un cargo que hasta ahora no existía en la formación y que desempeñaban, en la práctica, el secretario general Teodoro García-Egea y el vicesecretario de Comunicación, Pablo Montesinos. Pablo Casado recurre ahora a un externo a sus filas del Congreso de los Diputados con una popularidad creciente para ensayar una nueva imagen de moderación.
El líder nacional pretende rebajar las estridencias de Álvarez de Toledo, que han irritado en el último año a muchos barones del PP, con un político del ala más conservadora del PP, católico, aguirrista declarado, abogado del Estado y el menor de seis hermanos. Almeida dijo de sí mismo en una reciente entrevista en ABC que es el “típico ejemplo del que siempre ha hecho lo que se esperaba de él”. Durante la epidemia, el alcalde de Madrid, cuyos primeros pasos en el Palacio de Cibeles socavaron su imagen pública, se hizo un nuevo hueco con un discurso tranquilo que huía de la confrontación y crispación que promulgaba su propio partido. Con Casado a la cabeza de la estrategia y la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, como principal ariete contra el Gobierno de Pedro Sánchez.
Y funcionó. El alcalde recogió el apoyo de propios y ajenos y se sacudió del coste político que habían tenido para él algunas decisiones muy contestadas, sobre todo en materia de medio ambiente. A Almeida también lo ha elevado, por comparación, la cuestionada gestión de su homóloga en la Comunidad de Madrid y su rechazo de plano a negociar con la oposición. Ahora el líder nacional ha decidido agarrarse a su nueva popularidad. “Es una voz que se ha alzado por encima del ruido que provocaba la situación”, dicen fuentes de la dirección nacional. El entorno de Casado destaca que se trata de una persona de la “máxima confianza” del presidente, “con sentido común y lealtad institucional”. El mismo Casado que ahora lo asciende por estos motivos lo eligió como candidato a la alcaldía de la capital por ser el “auténtico azote” de Carmena y liderar una oposición poco constructiva y muy dura. Su relación con Vox, de cuyos cuatro concejales depende el Gobierno para tener mayoría suficiente, siempre ha sido buena. Mucho mejor que la de la facción de Ciudadanos en el Consistorio capitalino.
A Almeida le han distinguido en los últimos meses sus declaraciones. “Solo actuando en coordinación con el Gobierno tenemos credibilidad con los ciudadanos”, aseguró en una entrevista con eldiario.es a mediados de marzo. Y un logro tangible: un acuerdo de más de 300 medidas sellado con las firmas de todos los grupos políticos municipales. “Madrid es hoy un espejo para España y los españoles de que hay una forma diferente de hacer política”, afirmaba desde el antiguo salón de Plenos del Ayuntamiento en la sesión extraordinaria para aprobar los Pactos de la Villa mientras en el Congreso trataba de salvar un pacto y Díaz Ayuso daba por perdido, antes de empezar a negociar, cualquier acuerdo en la Comunidad de Madrid.
Las declaraciones y la gestión
Pero más allá de las afirmaciones está su gestión durante un año al frente de una ciudad de 3,3 millones de habitantes. El regidor tomó el bastón de mando de la capital con la promesa de eliminar el área de bajas emisiones, Madrid Central, que evitó una multa de la Comisión Europea por exceder los límites legales de contaminación. Ya antes el grupo municipal que lideraba cuando estaba en la oposición presentó un recurso contra la ordenanza que regulaba las restricciones. Más de un año y medio después y con el PP en el Gobierno, la impugnación ha provocado la anulación de esta medida por parte de la justicia. El Ayuntamiento, tras intentar suspender el área de bajas emisiones el verano pasado sin éxito, ya ha anunciado que no recurrirá la sentencia, pese a que ello le expone a una devolución masiva de las multas. Quiere hacer su propio Madrid Central, una estrategia que ha llamado Madrid 360 y que pretende, si Ciudadanos no lo impide, abrir a más coches el perímetro marcado por Carmena. En las semanas más duras de la epidemia, el Consistorio ha impulsado también cambios para relajar el control sobre el ladrillo, en coordinación con el cambio de la ley del Suelo, promovido por el Gobierno de Ayuso, para que los promotores no necesiten licencia urbanística.
La oposición pone en duda si la moderación de la nueva etapa, con Almeida como cara visible en la portavocía nacional compartiendo protagonismo con la nueva voz en el Congreso, Cuca Gamarra (que hace dos años apoyo a su rival Soraya Sáenz de Santamaría en la pugna interna por liderar el PP tras la salida de Mariano Rajoy), es más una cuestión estética y de formas que de fondo. Y fuera y dentro del propio Ayuntamiento, incluso, algunos miran con dudas la compatibilidad del cargo de alcalde con el de portavoz del PP. Lo segundo supone ser el principal difusor de los argumentarios de Génova, 13 y responder en nombre del partido. En las glorias y también en las ocasiones más incómodas. “No creo que vaya a quemarse. Almeida como alcalde ya ha sido una voz reclamada para opinar sobre temas nacionales”, asegura una dirigente del PP de Madrid.
En el PP subrayan la “lealtad” y también la disciplina de Almeida respecto al líder nacional, a quien le debe casi todo, mientras en los periódicos todavía ocupa la primera el titular que dejó Cayetana Álvarez de Toledo tras hacerse pública su destitución. “Casado necesita a su lado personas con criterio propio”, dijo la ya exportavoz en su convocatoria a la prensa para dar su versión de lo ocurrido. A Almeida y los barones más críticos les mandó otro mensaje cristalino: “Personas que gobiernan gracias al apoyo de Vox pasan por moderados”. Con el inicio del nuevo curso político se desvelará si efectivamente el PP ha optado por dejar de un lado la crispación o solo ha cambiado las caras visibles del partido.