Cientos de árboles se han vencido en Madrid durante la gran nevada que ha dejado la borrasca Filomena. Imágenes de numerosos ejemplares y ramas caídos han ido ilustrando las horas de temporal. Muchos árboles, simplemente, no han podido soportar un peso para el que no estaban preparados. El Ayuntamiento de la ciudad es todavía incapaz de saber cuántos: “Pueden ser miles”, dijo el domingo el delegado de Medio Ambiente, Borja Carabante. 24 horas después, su departamenento ha estimado que han sido más 150.000 árboles de los 800.000 que se ubican en zonas verdes y el eje viario. De los ejemplares de parques históricos o forestales, que elevan la cifra a dos millones, “no se ha podido estudiar la situación”.
“Ha sido una nevada histórica. Les han caído encima muchísimos kilos. Un peso excesivo”, explica el jefe de Arboricultura del Jardín Botánico de Madrid, Mariano Sánchez. Este ingeniero agrícola del CSIC responde que “no tenemos un arbolado peligroso, han caído ramas de pinos con 60 años que no habían vivido nunca algo así. No hay que ser alarmistas”.
Desde luego, los datos meteorológicos avalan la excepcionalidad: en la ciudad de Madrid ha nevado unas 30 horas seguidas. La precipitación ha acumulado 50 litros de nieve por metro cuadrado, según datos de la AEMET. La nevada más copiosa en, al menos, 40 años.
Con todo, hay razones que explican qué especies de árboles se han visto más afectadas por Filomena en la ciudad: pinos, cedros o aligustres son variedades perennes, es decir, mantienen las hojas durante todo el año. “Tienen más superficie de hojas para que se deposite la nieve, por lo que es más fácil que el peso de la misma produzca la fractura de sus ramas. Su estructura no está acostumbrada a la nieve”, explica Rosa Villalba, jardinera municipal y miembro de la organización de trabajadoras especializadas en poda y arboricultura Trepa.
Sánchez abunda en ese sentido que los árboles madrileños han estado preparando la madera de sus ramas “para soportar, a lo mejor, cinco kilos de nieve. No para esto. Igual que tampoco estaba preparado para esto el Ayuntamiento o la Administración central”.
Villalba también avisa de que el vuelco de árboles puede responder malas prácticas en nuevas plantaciones como “no respetar el cuello”, es decir, enterrarlos demasiado “para que no se caigan en un principio”, pero que afecta a las raíces; falta de protección o falta de riego efectivo durante los primeros años tras la plantación. Un arbolado más débil es más propenso a vencerse.
El conservador del Jardín Botánico insiste, de todos modos, en que “no se puede trasladar la culpa a los árboles. Los pinos se caen en la sierra de Guadarrama cuando hay temporal y nadie los culpabiliza”.
El técnico forestal y jardinero en el Ayuntamiento de Madrid, Manuel de la Puerta, subraya que “los árboles son imprescindibles en el día a día de las ciudades al aportar oxígeno, absorber CO2 y suavizar las temperaturas. Filomena es parte de la crisis climática y los árboles son una de las mejores herramientas urbanas contra la alteración del clima. Otra cosa es el estado de conservación del arbolado”.
Rosa Villalba añade que “la caída de un árbol no tiene que suponer su retirada total: si se encuentra en un parque, o un lugar espaciado, puede seguir su propia dinámica y enseñarnos cómo sobrevivir y ser resilientes en un tiempo donde tanto tenemos que aprender del resto de la naturaleza”
Mariano Sánchez entiende que este temporal puede enseñar a seleccionar mejor las especies que se plantan en la ciudad: “Pueden colocarse menos árboles perennes como el aligustre en calles pequeñas para evitar riesgos”, aunque repite que su presencia es necesaria