No es el Rally de Montecarlo, pero los escasos conductores que se atreven a subir la cuesta de la calle de Afueras de Valverde, en el distrito de Fuencarral, están pendientes del semáforo como los pilotos de carreras. Conforme se pone verde, por turnos, engranan marcha y aceleran a fondo para subir la cuesta y no tener que parar a la mitad, porque la vía (cuatro carriles, doble sentido y conexión con las principales carreteras) sigue llena de nieve y no hay forma de avanzar. Javier, que mañana tiene que ir al hospital Ramón y Cajal a sacarse una muela, hizo hoy de avanzadilla para ver si los caminos estaban practicables. “No te molestes en llamar al Ayuntamiento. Aquí no va a venir ni ‘Peter”, avisa, tras lamentar la falta de previsión: “Qué menos que haber tirado sal”. El semáforo se abre, Javier acelera y llega arriba justo antes de que vuelva el rojo.
La M-30 es una linde más que simbólica en Madrid, y la nevada lo ha vuelto a dejar patente. Lo saben en el barrio de Santa Ana, adonde llega la línea 10 de metro y en el exterior todo es aún nieve. En el mapa municipal que muestra el avance de las labores de limpieza, las grandes vías del centro van apareciendo como despejadas poco a poco, pero a medida que se aleja el foco, las marcas se van espaciando. Santa Ana aún es una zona muerta.
Mari Ángeles, del bar Hermanos Rodríguez, repite lo que muchos, mientras sirve cafés: “Hemos llamado, pero no han venido; hemos sacado nosotros lo que pudimos”. Afuera baja la pendiente desde el bloque de edificios Eugenia Iglesias, que con el esfuerzo hasta tiene calor, apoyándose en un bastón puntiagudo para mantener el equilibrio. “Aquí no había que pagar ni un impuesto”, critica, mientras avanza trabajosamente. Con más agilidad, pero también con cayado, viene por detrás Carlos, quien señala que los vecinos consiguieron palas de un comercio de material de construcción del barrio y con eso han podido ir liberando aceras, mal que bien. Más adelante, caminan Juan y Agustín, es difícil distinguir si por la acera o la calzada. “Nada, nada, no han hecho nada”, repite el primero. El otro cuenta que llamó al 010 porque su madre estaba aislada en casa y la entrada a su edificio, taponada. Le contestaron: “Que no baje y así no se cae”.
En el sur de la ciudad, la situación no es mucho mejor. Al cruzar el Puente de Toledo, donde más o menos empieza Carabanchel, la glorieta de Marqués de Vadillo es una constante escena de suspense, con los viandantes poniendo un pie tras de otro con mucho trabajo para no irse al suelo. “Por favor, ayúdame a cruzar”, pide una mujer que reconoce que las zapatillas que lleva no son muy adecuadas para el hielo. Aquí, no obstante, ya han llegado los trabajadores de limpieza, aun con retraso. “Estaba de vacaciones y ayer me dijeron que no viniera”, señala Gregorio, que normalmente se encarga de la conservación del pavimento, pero ahora está tratando de retirar el hielo de la plaza. “Ha ido un compañero a por un pico, pero hace un rato”, señala, y calcula que la normalidad no se recuperará hasta dentro de unos 15 días. “No dan abasto con la gente que tienen, y no tenemos cadenas para los camiones”, se resigna.
En el cajero de la esquina, varios vecinos hacen cola. Un trabajador del colegio de enfrente, el Concepción Arenal, dice que en el patio sigue habiendo “40 o 50 centímetros” de nieve. Marisol se queja: “Tengo contracturas de andar así para no caerme”. Otro paseante recomienda caminar por la calzada, pues “por aquí está imposible”. La calle del General Ricardos, que sube hasta Urgel, está despejada, pero las perpendiculares están como quedaron cuando paró de nevar. Subir por la calle de Irlanda hasta el colegio Lope de Vega es como remontar una pista de esquí.
Al noreste, en el barrio de la Concepción, la calle Alcalá está despejada (no del todo, alguna marquesina de autobús sigue bloqueada por ramas y nieve), pero tirando al norte, la situación se repite. En la calle del Elfo están tres trabajadores de una empresa de fontanería retirando nieve con palas y una carretilla. Uno de ellos es Omar, que se muestra comprensivo con la ausencia de medios: “No vas a tener 25.000 quitanieves para dos veces que nieva en 10 años”, reflexiona, y acepta que “va a tocar una semana de caídas y resbalones”. Lo confirma un policía local un poco más arriba: “Hoy hemos tenido una fractura de tibia y peroné”. Anaís, que pasea los perros por un lateral del parque del Calero, porque el interior lo acordonaron los bomberos por la cantidad de ramas caídas, teme una gran mortandad de animales, sobre todo aves y gatos. En la calle Virgen del Sagrario, Ana María hace lo que puede raspando la acera con un recogedor de polvo. La víspera vio una cuadrilla de cinco operarios.
Que los barrios acumulen aún mucha nieve es consecuencia también del denostado contrato municipal de limpieza de la época de Ana Botella, que supuso un gran recorte de medios y puso mucho más énfasis en los barrios nobles de la ciudad que en los humildes. El alcalde, José Luis Martínez-Almeida, anunció un aumento de plantilla de 2.000 personas, pero los viejos pliegos seguirán en vigor hasta julio de este año y la ola de nieve no respeta la burocracia administrativa. “Con el temporal se ven las desigualdades en los contratos. Los barrios periféricos van a tener más problemas para recuperar la normalidad porque hay menos personal”, entiende Daniel Gismero, responsable de limpieza viaria de CCOO Madrid, informa Sofía Pérez Mendoza. En UGT confirman que los trabajadores están doblando jornadas también y que “no se llega con el personal que hay”. Enver Carlos Bermejo, también de CCOO, ha estado de turno estos días en Puente de Vallecas. “Estamos a pico y pala, como en la guerra. Faltan de hierro y tenemos que usar las de aluminio, que son para barrer. Frente a toda esta escasez, lo mejor que tiene Madrid son los trabajadores, que se dejan el corazón”. En contra de estos testimonios, desde el Ayuntamiento aseguran que, desde el lunes, “los trabajos de limpieza se han centrado de forma masiva en la apertura de tramos de vías secundarias de los barrios, así como en la apertura de itinerarios peatonales” y contabiliza “1.084 kilómetros de apertura de carriles de circulación en más de 924 calles y más de 260 kilómetros de itinerarios peatonales”.