Alrededor de 4.000 reservas en un fin de semana para visitar la Posición Jaka, el búnker de guerra situado en el Parque de El Capricho, en la Alameda de Osuna. Si se tiene en cuenta el conjunto de la semana, esta cifra de reservas asciende hasta las 6240 y supone que las visitas que había programado el Ayuntamiento de Madrid hasta noviembre se han agotado.
Ante este “enorme interés que hay en esta parte de la historia de Madrid, el paisaje de guerra”, el Ayuntamiento de Madrid está estudiando ampliar las visitas a los viernes por la tarde, como demandaba hace ya una semana una Plataforma ciudadana.
Las visitas comenzaron el pasado sábado. Entonces, las entradas para visitar este refugio aéreo de la Guerra Civil ya estaban ocupadas hasta finales de agosto, pero este fin de semana se han disparado las reservas hasta agotarse.
Desde el Área de Cultura del Consistorio aseguran a eldiario.es que a partir de 2018 se arrancará un plan educativo más profundo y amplio que aborde esta parte de la historia de Madrid, la del paisaje de guerra.
“Además del bunker, el paisaje de guerra de Madrid es aún más amplio, y ha estado poco visibilizado. El interés de la ciudadanía en el búnker de El Capricho pone de manifiesto que es necesario poner en valor esta parte de la historia de la ciudad”, Marisol Mena, directora general de Patrimonio y Paisaje Urbano.
Posición Jaca, el desconocido búnker de la Guerra Civil
Este refugio de guerra es el más sofisticado de la Guerra Civil aunque jamás fue utilizado. Se conserva prácticamente intacto en uno de los lugares más idílicos de la capital: el Parque del Capricho, el jardín del Palacio que los Duques de Osuna construyeron en el siglo XVIII, en la que entonces eran las afueras de Madrid.
Bajo el nombre en clave de Posición Jaca, este Palacio se convirtió en el Cuartel General del Ejército Republicano ebn plena Guerra, donde se reunía el Estado Mayor de los generales Miaja y Rojo. En ese enclave en el que se ubicaron las fuerzas republicanas se construyó en 1937 un búnker de guerra con los más avanzados patrones de seguridad de la época; una fortificación de unos 2.000 metros cuadrados a más de catorce metros bajo tierra, preparada para protegerse de las bombas aéreas y también de posibles ataques químicos.
La República dejó allí una de las construcciones más emblemáticas y desconocidas de la Guerra Civil en Madrid. El golpe militar de 1936 también fue clave para que este Jardín Histórico Artístico pasara a ser de titularidad pública. Con la guerra, las autoridades republicanas lo confiscaron a sus últimos propietarios, la familia Bauer, y la dictadura franquista no lo devolvió tras la guerra.