El búnker más sofisticado de la Guerra Civil jamás fue utilizado. Se conserva prácticamente intacto en uno de los lugares más idílicos de la capital: el Parque del Capricho, el jardín del Palacio que los Duques de Osuna construyeron en el siglo XVIII, en la que entonces eran las afueras de Madrid.
Bajo el nombre en clave de Posición Jaca, este Palacio se convirtió en el Cuartel General del Ejército Republicano en plena Guerra, donde se reunía el Estado Mayor de los generales Miaja y Rojo. En ese enclave en el que se ubicaron las fuerzas republicanas se construyó en 1937 un refugio de guerra con los más avanzados patrones de seguridad de la época; una fortificación de unos 2.000 metros cuadrados a más de catorce metros bajo tierra, preparada para protegerse de las bombas aéreas y también de posibles ataques químicos. Un lugar que este fin de semana abre sus puertas al público.
Madrid fue republicana hasta el final de la Guerra Civil. También fue la primera capital europea en la que se bombardeó a objetivos civiles. Los cuarenta años de dictadura llenaron la ciudad de monumentos franquistas que todavía se conservan a pesar de la Ley de Memoria Histórica de 2007. Pero Madrid también conserva numerosos rincones y lugares que recuerdan la resistencia republicana, y uno de ellos es este búnker, situado en el distrito Barajas, al norte de la ciudad.
Madrid había sufrido varios bombardeos y la Junta de Defensa de Madrid decidió que el alto mando debía trasladarse a un lugar más seguro que en el que estaban en el Ministerio de Hacienda situado en Alcalá número 3. Su emplazamiento fue idóneo por hallarse camuflado por los árboles y estar cerca del actual aeropuerto de Barajas, entonces uno de los aeródromos más importantes de Madrid capaz de asistir rápidamente el enclave en caso de ataque. La construcción comenzó en mayo de 1937 y estuvo rodeada de un gran hermetismo. “La compañía que lo construyó no dijo que era un búnker en sus archivos y no figura en los planos de la II República”, explica a eldiario.es Esteban Marino, responsable del área de Patrimonio del Ayuntamiento de Madrid.
“Ni siquiera las fuentes documentales de la época recogen explícitamente su finalidad última. Desde luego, su máximo acierto fue mantenerlo en secreto con ese nombre en clave y no dejando rastro. En caso de haber sido identificado habría sido bombardeado con seguridad por el bando franquista”, considera Antonio Rodríguez, arqueólogo de Inversa, la empresa de consultoría especializada en Patrimonio cultural que ha ganado el concurso público para realizar las visitas guiadas.
Una plataforma ciudadana llevaba años demandado la apertura al público del búnker. La primera vez que los madrileños pudieron visitarlo fue el año pasado, tras más de ochenta años clausurado. A partir de este sábado este refugio de guerra volverá a abrir sus puertas para que los interesados lo visiten hasta noviembre. Las reservas para disfrutar de una visita guiada y gratuita pueden hacerse a través de la web del Ayuntamiento aunque ya están agotadas hasta mediados de agosto.
“La demanda por conocer el Refugio del General Miaja, lejos de disminuir, se ha multiplicado después de la primera temporada de visitas realizada el año pasado”, ha declarado este viernes David Carrasco, portavoz de la plataforma que demanda que las visitas que están programadas para sábados y domingos se amplíen también a los viernes.
El problema de esta petición radica en la protección del propio parque, que actualmente solo abre a los ciudadanos los fines de semana con un horario limitado y con restricciones de aforo y movimiento. “El Capricho está protegido como Bien de Interés Cultural de ahí que no sea un parque al uso sino que se trata de una especie de museo con arte vivo que hay que conservar”, defiende Esteban Marino. “De lunes a viernes hay un equipo de personas especializadas que se encargan de su mantenimiento para que los ciudadanos puedan disfrutarlo los fines de semana, pero es inviable, si quiere conservarse en su máximo esplendor, que aguante más presión”.
Ingeniería militar avanzada
Las visitas programadas por el área de Cultura del Ayuntamiento de Madrid serán de un máximo de 20 personas, en un espacio que se pensó para acoger a 200. Antes de poder abrir al público, la corporación local se ha encargado de extremar las medidas de seguridad debido el acceso a la estancia desciende entre 14 y 16 metros. La fortificación cuenta con dos entradas principales frente al que fuera el Palacio de la Duquesa de Osuna, y con otra trasera para acceder desde el parque. El Ayuntamiento solo ha habilitado una de las entradas, por la que hay que bajar unas escaleras de 32 peldaños, un acceso no apto para personas con movilidad reducida.
Esta obra de ingeniería militar necesitó de más de 200 metros cúbicos de ladrillo y otros 70 de hormigón. “Tiene otra peculiaridad debido a la preocupación que había en la época por los ataques con gases químicos, por eso se diseñó de modo que fuera un estanco”, añade Antonio Rodríguez. La participación en el proyecto por parte del Ministerio de Marina explica el hecho de que las puertas de acceso y algunas interiores se cierren mediante volantes y cerrojos giratorios, como los que son habituales en los submarinos.
Un amplio pasillo de dos metros comunica las once estancias con las que cuenta el refugio, algunas de ellas utilizadas como “salas de descontaminación en caso de ataques químicos”. “Los baldosines son originales y diferentes en cada una de las estancias para poder orientarse dentro del refugio”, explica el técnico de Patrimonio del Ayuntamiento, “y las líneas rosas en las paredes servían para indicar el camino a seguir”.
Tras la victoria franquista cayó en el olvido y su ubicación en medio de la avenida de aguas que abastecía al palacio lo mantuvo inundado durante unos 35 años. Los principales desperfectos en él fueron provocados por esta humedad, que también sirvió para que al edificio no se le diese otro uso y llegase casi intacto hasta el siglo XXI.
Este búnker militar jamás se utilizó. Tampoco serviría hoy como refugio. Pero la República dejó allí una de las construcciones más emblemáticas y desconocidas de la Guerra Civil en Madrid. El golpe militar de 1936 también fue clave para que este Jardín Histórico Artístico pasara a ser de titularidad pública. Con la guerra, las autoridades republicanas lo confiscaron a sus últimos propietarios, la familia Bauer, y la dictadura franquista no lo devolvió tras la guerra.