8 de junio de 2020. Isabel Díaz Ayuso anuncia la construcción de un hospital de pandemias que se levantará en “tiempo récord” por 50 millones de euros. Después de haber convertido al hospital improvisado de emergencias de Ifema en el mayor escenario de propaganda durante la primera ola –cuando Madrid tuvo un exceso de mortalidad del 140%–, Ayuso quería uno que fuera permanente en la capital y buscó un enclave muy próximo al de la Feria de Madrid, ubicado en el entorno empresarial de Valdebebas, un páramo de oficinas y edificios a medio construir en el noreste de Madrid donde Esperanza Aguirre proyectó el fracasado proyecto de la Ciudad de la Justicia.
El anuncio indignó a todo el sector sanitario. Siete meses después de su inauguración, Ayuso busca una salida para esa infraestructura que ha costado tres veces más de lo presupuestado y que ha convertido en el hito de su gestión, después de haber sido incapaz de sacar adelante en dos años unos presupuestos y solo haber aprobado un proyecto legislativo, la enésima reforma de la ley del Suelo.
Las reclamaciones de los sanitarios en junio de hace un año –y que se mantienen un año después– eran el refuerzo de las plantillas después de cuatro meses exhaustos en los que la sanidad madrileña colapsó y las listas de espera no dejaron de crecer ante la paralización de operaciones quirúrgicas, pruebas diagnósticas y primeras consultas con el especialista. Los pacientes que aguardan seis meses para una cirugía han crecido un 3.500% desde que empezó la pandemia. También la Atención Primaria reclamaba más profesionales –y lo sigue haciendo– ante el nuevo reto que tenían por delante de convertirse en rastreadores y retomar la actividad tras meses dedicados a Ifema.
La presidenta de la Comunidad de Madrid no solo hizo caso omiso a esas peticiones, sino que tres meses después –cuando el hospital Enfermera Isabel Zendal empezaba a ser ya una realidad con unos sobrecostes que casi triplican el presupuesto inicial–, reconoció en una entrevista en Telemadrid –en una más de las polémicas por las que Ayuso ha decidido tomar el control de la televisión pública– que entre sus planes no estaba contratar nuevos sanitarios para el nuevo centro sanitario, sino que lo nutriría de profesionales del resto de hospitales. La indignación volvía a recorrer toda la red pública madrileña de salud.
El Enfermera Isabel Zendal se inauguró cinco meses después de ser anunciado sin quirófanos. Las obras no habían concluido en su totalidad el 1 de diciembre pero la dirigente madrileña no podía esperar más tras haber anunciado que estaría en tres meses. Ahora, siete después de su inauguración por todo lo alto –y para la que Ayuso impidió el acceso a la prensa–, la presidenta madrileña busca cómo hacer para que el hospital no caiga en desuso. El pasado mes de junio, acogió un congreso internacional sobre coronavirus organizado por la Comunidad de Madrid al haberse quedado vacío de pacientes.
El Zendal está compuesto por varias naves industriales y puede albergar 1.000 camas y 40 UCIs. Como suele acoger a pacientes de riesgo bajo –si un paciente empeora significativamente acaba siendo trasladado a cualquier hospital de la red pública–, en estos momentos están ingresados varios de los jóvenes que han protagonizado la quinta ola y que presentan alguna complicación leve.
Pero la situación epidemiológica ha obligado ya a la Consejería de Sanidad a cerrar un pabellón destinado a vacunación para acoger a más hospitalizados. La previsión es que los ingresos sigan creciendo en las próximas semanas porque los contagios se han disparado un 80% en los últimos siete días. Eso repercutirá en las hospitalizaciones, aunque en menor medida que en otras olas porque la edad media de las personas que requiere este tipo de atención es de 37 años. No obstante, en el equipo que dirige Enrique Ruiz Escudero asumen que Madrid está cerca del pico de contagios y que la tendencia al ascenso no tardará en remitir.
Actualmente, de las mil camas, están ocupadas 322, un 30%, según los datos ofrecidos a elDiario.es por parte de la Consejería de Sanidad.
El Gobierno de Ayuso no esperaba esta explosión de casos en una coyuntura de vacunación tan avanzada y no pierde de vista el largo plazo: cuando la campaña de vacunación -al menos la primera- llegue a su fin una vez que alcance a toda la población. Por eso, en la reunión que mantuvo con el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en el Palacio de la Moncloa el viernes 9 de julio, la presidenta ofreció la infraestructura al Gobierno para “futuras pandemias”. Las competencias sanitarias están transferidas a las comunidades autónomas, pero aún así la presidenta madrileña consideró que era una buena propuesta.
Desde su equipo no explican en qué consiste exactamente ese ofrecimiento y se limitan a aseguran que la oferta pasa por “hacer un convenio de colaboración”. “No es la primera vez que lo ofrece, ya lo hizo como centro logístico para las vacunas”, añaden estas mismas fuentes. Lo que no precisan es si ese acuerdo de “colaboración” sería previo pago del Gobierno central por hacer uso del edificio. La oposición y los colectivos de sanitarios ya alertaron hace meses que la infraestructura dejaría de tener sentido cuando los ingresos bajaran drásticamente.
El Zendal también se ha convertido en uno de los grandes centros de vacunación de la región, junto con el Palacio de Deportes Wizink Zenter o el estadio de fútbol Metropolitano, sin embargo, también la vacunación tiene fecha de caducidad cuando toda la población diana reciba sus dosis. De hecho, la lejanía del edificio, al norte de Madrid, se convirtió en un hándicap y Madrid tuvo que habilitar finalmente los centros de salud, espacios de proximidad, cuando la población menor de 50 años tuvo que vacunarse.
Ayuso también anunció que sería el centro que acogería a los pacientes del hospital de la Paz cuando este empiece a rehabilitarse. Pero la realidad es que sin quirófanos, sin habitaciones, sin cocina y con baños compartidos entre ocho pacientes, el Zendal está lejos de prestar los servicios de un hospital tradicional como el de la Paz, uno de los más grandes de la región.
El complejo que según repitió el Gobierno madrileño “iba a asombrar al mundo”, costar 50 millones de euros y construirse en seis meses, va ya por más de 140 millones. Solo la seguridad por un año ha costado 1,8 millones de euros, un contrato adjudicado a una empresa privada propiedad de una exconcejala del PP en Alcorcón.
El personal sanitario insiste en que no es un hospital. Al menos, no un hospital al uso porque el edificio, donde las subcontratas trabajaron día y noche durante medio año, tiene carencias básicas: no tiene habitaciones ni quirófanos ni urgencias ni instalaciones básicas que sí pueden encontrarse en un hospital. Cuatro baños se comparten entre 60 pacientes. Tampoco tiene cocina por lo que la comida llega precocinada por carretera. Hasta el agua llegó a escasear para pacientes que en muchos casos pierden las fuerzas de tanto toser, según relataron varios pacientes a esta redacción.
Por eso, convertirlo en el hospital provisional de la Paz parece complicado. El último anuncio sobre su posible utilidad ha sido para convertirlo en un centro de rehabilitación de pacientes que hayan pasado la Covid-19 y le hayan quedado secuelas. Muchas propuestas pero ninguna concreción para la infraestructura con la que Ayuso buscó hacer “historia”.