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Ayuso se crece al asumir el mando del PP de Madrid: marcaje ideológico a Feijóo y disputa de las banderas de la izquierda

Ayuso y Feijóo, en la segunda jornada del Congreso extraordinario del PP de Madrid que se celebra este sábado

Aitor Riveiro / David Noriega

21 de mayo de 2022 22:06 h

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Ocho meses y 20 días después, Isabel Díaz Ayuso ha logrado el objetivo político que se marcó inmediatamente después de las elecciones del 4 de mayo de 2021: hacerse con el control absoluto del PP de Madrid. Su empeño se llevó por delante a toda la dirección nacional de Pablo Casado, inédito en los discursos del XVII Congreso Autonómico; ha destruido amistades de décadas, ha empequeñecido al alcalde de la capital, José Luis Martínez Almeida, e incluso ha redefinido la arquitectura orgánica del PP, que se ha baronizado. Nada se ha interpuesto en su objetivo. Ni lo hará en adelante, como se empeñó en avisar una y otra vez en su primer discurso como presidenta del partido y ante su supuesto jefe de filas, Alberto Núñez Feijóo.

Ambos se repartieron la segunda jornada del cónclave celebrado este fin de semana. Media hora de discurso cada uno. Feijóo, que estaba programado para el cierre, cedió el turno a Ayuso. Pero sus alocuciones fueron de todo menos intercambiables. Para un espectador ajeno, se podría decir que pertenecen no solo a partidos diferentes, sino a ideologías contrapuestas en ocasiones. Pese a los mensajes cruzados de afecto, y hasta devoción, entre ambos, las diferencias fueron notorias. Y el marcaje ideológico de la lideresa al líder, evidente.

Ayuso ha aprovechado la situación generada por ella misma el pasado mes de agosto para hacer una demostración de fuerza. Le ha costado “un pelín” llegar hasta donde ha llegado, como ha dicho ella misma este sábado en su primer discurso como presidenta del PP de Madrid. “Este congreso es el momento político más importante de mi vida, el momento más importante que voy a vivir”, ha dicho al arrancar la clausura del cónclave.

Toda una declaración de intenciones sobre su obsesión por controlar el poder orgánico del partido. El reguero de cadáveres que ha dejado para alcanzar el asiento de la primera planta de la sede del PP en la madrileña calle de Génova le ha permitido hacer una dirección a su medida, de su absoluta confianza y a prueba de discrepancias, o deslealtades en el lenguaje de los partidos.

Así lo reconoció ella misma el viernes, en el discurso en el que presentó su candidatura sin rivales que se impuso, como en los congresos búlgaros, con el 99,12% de los votos. Un punto más que Feijóo en Sevilla hace mes y medio. “No creo en las cuotas”, apuntó Ayuso el viernes en la rueda de prensa previa al inicio del cónclave. Dicho y hecho: por la tarde anunció una dirección autonómica a su medida que incluye a una imputada por corrupción y a la alto cargo que firmó el contrato de la comisión de su hermano. Sin complejos.

Los que han asumido el nuevo orden en Madrid han recibido la benevolencia de Ayuso. El primero, el alcalde José Luis Martínez Almeida, que ha pasado de posible rival por la presidencia del PP a ser su “partner” y su “soldado”, como expresó el primer edil de la capital en su breve discurso. La lideresa, que por estatutos tenía que incluirlo en su Comité de Dirección, aprovechó para mostrar ante todo el partido que Almeida ya es de los suyo: “Somos dos mitades”.

No han corrido la misma suerte otros altos cargos, tanto internos como políticos. La secretaria general saliente, Ana Camins, por ejemplo, pasará a galeras. Durante su rendición de cuentas ante el plenario tuvo que parar varias veces ante el ruido ambiente de las conversaciones ajenas que mantenían sus compañeros de partido sentados un par de metros delante de ella. 

¡No todo es la economía!

El fin de semana ha sido para Ayuso y para su mensaje. Pese a sus esfuerzos por mostrar cercanía y afinidad con Feijóo, en apenas una hora quedó claro este sábado que ambos viven en planetas políticos diferentes. El gallego hace de la necesidad virtud y apuesta por que una Ayuso fuerte le ayude a llegar a la Moncloa. La presidenta se empeña en que su plaza es Madrid y que no tiene ninguna aspiración más allá. Un afirmación que el tiempo calificará.

Feijóo hizo un breve discurso, menos de media hora, que no sorprendió a nadie. El resumen: gestión, gestión y gestión. Y en concreto, una reafirmación de su apuesta de que será la situación económica la que dirigirá al PP al Gobierno de la nación sin apenas despeinarse. Las encuestas señalan el momento dulce del gallego, quien ha optado por acelerar su aterrizaje en la política nacional tras dos meses al frente del PP.

El presidente del partido se remontó a 1996 y la labor de gobierno que hizo el Gobierno de José María Aznar para que España pudiera entrar en el euro. “A la política se viene a servir, no a servirse”, dijo, para añadir que la obligación de los políticos es “gestionar los intereses generales por encima de los gobiernos”. “El único objetivo es acertar. Las Instituciones deben contribuir a la mejora de la economía, del bienestar de los ciudadanos”, aseguró.

“Si los ciudadanos creen que podemos ofrecer respuestas a sus problemas, nos votarán”, señaló ante el plenario. “Pero si ven que nos enredamos en temas menores y no somos útiles a sus intereses, nos dejarán de votar”, advirtió. “Este Gobierno”, en referencia al de Pedro Sánchez, “no sabe qué hacer frente a las crisis, no está diseñado para dar solución a los problemas de un gran país. Está diseñado para polemizar en Twitter, lucir fotos en Instagram o generar debates artificiales”, añadió.

Las palabras clave de su discurso no sorprendieron a nadie: inflación, PIB, riqueza, cuadrar las cuentas, deuda pública. Una referencia al CIS, pero no para hablar de su intención de voto, sino de que “dos de cada tres españoles considera la situación económica es mala”. “No entro en polémicas que no sirven para mejorar la vida de la gente, ni en las cortinas de humo”, apuntó Feijóo. Para concluir: “He venido para intentar mejorar mi país, su política, su economía, sus instituciones, el entendimiento de los pueblos que formaban la nación, respetar las visiones de los demás y unirlos. Responder a sus problemas y buscar soluciones”.

La réplica a Feijóo no se la ha dado Pedro Sánchez ni Nadia Calviño o Yolanda Díaz. Sino Isabel Díaz Ayuso. En su largo discurso, el doble que el gallego, solo menciona una vez la palabra “economía”. Y no precisamente para apuntalar el discurso de su jefe de filas, sino para contradecirlo: “El centro derecha no puede dejar que la izquierda colonice problemas y pervierta hasta las palabras y pasar después arreglar solo la economía mientras se asientan las transformaciones ideológicas de la izquierda”. Por si había dudas, añadió: “El PP ha de dejar su sello, el de sus convicciones e ideas en la construcción y la defensa de la realidad. No debemos perder el sentido de la misma esa que la izquierda no tiene o detesta”.

“Somos una nación sin la que Occidente no se entendería; Cuba es una dictadura”, dejó dicho Ayuso, quien denunció un “ataque a la capital y a la Corona, que representan lo mismo”. Acusó al Gobierno de ir “contra el derecho de las nuevas generaciones a disfrutar de su pasaporte español” y arremetió contra las lenguas cooficiales que Feijóo se empeña en defender entre sus filas con el mismo éxito que un predicador en el desierto.

A por las banderas de la izquierda

Ucrania y Rusia, Venezuela y las narcodictaduras tampoco faltaron en el largo texto. Pero Ayuso fue un paso más allá al asumir una parte del discurso de la ultraderecha que en España encarna Vox. Habló de la “agenda totalitaria” que “parasita España”. Y, frente a las denuncias economicistas de Feijóo, consideró que los “problemas reales” son dos: el invierno demográfico y las adicciones. 

Ayuso arremetió contra Podemos y, especialmente, contra Irene Montero en su condición de ministra de Igualdad. “Por la regla de 3, la que pretenden quitar de las matemáticas con perspectiva de género, de 22 ministerios incapaces, el 30% de los de Podemos, es la vergüenza de Europa”, señaló la presidenta ante un auditorio que aplaudía indistintamente dijera lo que dijera, a veces con más convicción que otras. “Y lo visibiliza una señora que nos da lecciones de feminismo mientras su mayor éxito político es ser la pareja de”, añadió a continuación. El sábado no mencionó a Pablo Iglesias. El viernes, sí.

Contra ese “lamentable feminismo resiliente” contrapuso su propia visión de ser mujer y anunció una apuesta por “la natalidad, la maternidad y la paternidad”. A Ayuso tampoco le hace gracia la cuestión trans, que calificó de “división artificial en 10 sexos” y a la que acusó de llevar a la “confusión a los más jóvenes”. “Es lo que les anima a dividir y enfrentar al hombre con la mujer, eternos compañeros de viaje, con el fin de despojar a las personas de la seguridad en sí mismas, y dirigirlas desde una aplicación móvil con politono de república bananera”, zanjó.

“Madrid es el contrapeso, no es un terruño al que nada le ha de importar lo que ocurra en otros rincones”, aseguró también la presidenta para justificar que apenas dedicara un párrafo a hablar de sus propuestas para la Comunidad de Madrid, que resumió en construir hospitales, metro y centros de salud. Es decir, en ladrillo.

Ante un Feijóo que ya había advertido de que no son lo mismo, pidió “defender principios e ideas” así como “enfrentar al comunismo y al populismo”. “No quiero combatir personas, sino ideas perversas. El socialismo no funciona”, concluyó.

El PP de Madrid se pone ahora en modo preelectoral para intentar rendir los últimos bastiones de la izquierda del sur de la región en las elecciones previstas para dentro de un año. Feijóo le ha dado vía libre a Ayuso para apostar por su hipótesis, pero a cambio le ha exigido una mayoría absoluta que le sirva de “primera piedra” para llegar a la Moncloa unos meses después. Está por ver si cumple.

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