La incidencia acumulada de COVID-19 no deja de crecer en España. El suelo de los 50 casos por cada 100.000 habitantes a 14 días que se había fijado el Ministerio de Sanidad ha quedado lejos y la cuarta ola amenaza con irrumpir con fuerza en todo el país. El objetivo del Gobierno de Pedro Sánchez es frenar el aumento disparado de casos coincidiendo con el inicio de la vacunación masiva, y ante la subida de contagios diarios las últimas semanas, el Ejecutivo ya había rebajado su objetivo inicial: no superar una tasa global en todo el país de 300 casos por 100.000 habitantes. Las autonomías donde más están creciendo los contagios son por este orden Navarra, Euskadi y Madrid. De ellas, Madrid es con diferencia la que tiene las medidas más laxas, e Isabel Díaz Ayuso se niega a endurecerlas a dos semanas de las elecciones.
La región tiene la ocupación hospitalaria más alta por pacientes COVID del país. La Comunidad de Madrid ha reportado este jueves 508 ingresos por covid en Unidades de Cuidados Intensivos (UCI), tras más de un mes por debajo del medio millar, mientras que los nuevos contagios suben hasta 2.759 y los fallecidos en hospitales a 16, tres más respecto al día previo. Desde el Ministerio, insisten en pedir medidas más restrictivas que la Comunidad de Madrid se niega a adoptar, dentro de su estrategia de hacer compatible “la vida y la economía”.
La ministra Carolina Darias pedía este miércoles al Ejecutivo regional más contundencia para frenar la expansión del virus en la región. La respuesta de la presidenta madrileña ha vuelto a ser la misma de siempre: defender su modelo, consistente en mantener abierta la restauración (incluso en el interior de los locales donde pueden reunirse cuatro personas por cada mesa) y a la vez cerrar algunas zonas básicas de salud entre una clamorosa ausencia de controles. Ayuso sigue reclamando su autonomía para ser la región con medidas más laxas. “Nosotros sabemos lo que estamos haciendo en Madrid”, defendía Ayuso este jueves, preguntada por la insistencia de Darias. Y añadía: “Si lo que quieren es asustar con las elecciones, allá ellos”.
Ayuso va lanzada en las encuestas y ha centrado su campaña en una confrontación continua con el Gobierno de Sánchez: socialismo o libertad. Según su tesis, la libertad la encarna Madrid y las restricciones a los locales de hostelería –incluidas las que ponen en marcha el resto de comunidades gobernadas por su partido, como Andalucía, Castilla y León o Galicia– es socialismo. Mientras tanto, los contagios y los ingresos en hospitales siguen creciendo en la región.
Uno de sus mayores miedos, según dice la propia presidenta madrileña, es que una percepción generalizada de que la situación es mala provoque un descenso de la participación en los comicios y, por tanto, ella asegura en cada foro que el Gobierno de Sánchez fomenta el alarmismo y el miedo, también por suspender la vacuna de AstraZeneca para menores de 60 años en línea con lo que han hecho otros países. La candidata del PP ha encabezado las críticas a Pedro Sánchez por esta cuestión hasta el punto de que ha afirmado que cuando pasen los comicios “ya no habrá problema con las vacunas”. De hecho, el Gobierno regional trata de acelerar la vacuna de cara al 4M y ha habilitado hospitales para ello en los últimos días. Además, según informa Somos en elDiario.es, los centros de salud se están saltando el calendario de vacunación y empieza a dar cita a las personas que acuden a los centros de salud sin haber sido avisados previamente.
El alcalde de Madrid y portavoz nacional del PP, José Luis Martínez-Almeida, incidía en esta cuestión y acusaba este jueves a Darias de “hacer política electoral con la pandemia”. “Todos somos conscientes de que los números están subiendo en muchos territorios de España y por tanto que se refiera a todos los territorios en los que está subiendo”. “Las autoridades sanitarias de la Comunidad de Madrid estoy seguro que son las que mejor capacitadas están precisamente para adoptar las medidas que consideren en cada momento”, defendía Almeida sobre la región que acumula desde la primera ola el mayor número de muertes y contagios en el país. 
Cuando la presidenta regional convocó las elecciones, el 10 de marzo, la región ya encabezaba el ranking de contagios y había sido la única –a excepción de las ciudades Ceuta y Melilla– que no había logrado bajar la incidencia por debajo de los 220 casos. Desde entonces, la curva se ha dado la vuelta y ha aumentado hasta alcanzar este jueves una tasa de contagios de 348 casos en la autonomía, casi 100 puntos por encima de lo que el 'semáforo' pactado por el Ministerio de Sanidad y las comunidades considera riesgo extremo de contagio: 250 casos por cada 100.000 habitantes en 14 días. La media nacional se situaba este jueves en 202. Además, Madrid tiene con diferencia el mayor porcentaje de camas UCI ocupadas con casos de COVID. Un 41,39%, mientras que la media nacional se sitúa casi en la mitad, el 21,56%. El porcentaje de hospitalizados por COVID es del 14,88%, también el doble de la media nacional. A eso se suma que la incidencia de la variante británica alcanza ya el 79,8% del total de nuevos casos, una variante más contagiosa. Madrid ha sido la única autonomía peninsular que decidió abrir inmediatamente después de Semana Santa y mantiene las menores restricciones para la hostelería.
La presidenta regional y candidata del PP culpa, sin embargo, del aumento de los contagios al cierre de las fronteras en Semana Santa pactado en el Consejo Interterritorial por el Ministerio y los gobiernos autonómicos. Ayuso ha sostenido en varias intervenciones públicas que el aumento de casos en Madrid se debe a ese cierre perimetral por la densidad de población y no a sus medidas –o la ausencia de ellas–. Su teoría ahora es que el ascenso solo durará un par de semanas más. Un momento, ha asegurado, en el que se alcanzará el pico –que no ha precisado cuál puede ser–, y la curva comenzará a bajar.
La negativa del Gobierno de Ayuso para no implementar nuevas medidas no es nueva. La estrategia de Madrid ha consistido todo este tiempo en mantener una incidencia de “alto riesgo” (siempre por encima de los 150 casos por 100.000 habitantes), con el consiguiente impacto en la ocupación de camas ordinarias y de UCI, en las muertes y en la salud de los propios sanitarios. Solo después de la primera ola, tras un confinamiento estricto de tres meses ordenado para todo el país y que también suscitó durísimas críticas de Ayuso y otros líderes del PP, Madrid logró una incidencia de 9 casos por 100.000 habitantes. Pero ni en la segunda ola, ni en la última ha logrado salir de la zona alta de riesgo, según el semáforo fijado por el Ministerio de Sanidad. Tampoco ha dejado de tener ocupadas el 100% de la capacidad de críticos de antes de la pandemia.
Pedro Gullón, miembro de Sociedad Española de Epidemiología (SEE), asegura en conversación con elDiario.es que lo significativo de esta nueva ola es que el crecimiento “está siendo más pequeño” que las anteriores. El epidemiólogo lo achaca al la inmunización general por las personas que ya han pasado el virus y a la vacunación. Gullón descarta como defiende Ayuso que el aumento de contagios de las últimas semanas haya tenido que ver con el cierre perimetral, y considera que está vinculado con las medidas implementadas por el Gobierno regional. “Tengo algunas dudas de cuánto va a subir, desde luego el aumento está siendo más lento, la capacidad de crecimiento no es tan alta”, dice, pero recuerda que una incidencia superior a 300 casos sigue siendo muy alta y se sigue traduciendo en más muertes.
Otras regiones con incidencias altas
Actualmente, hay otras dos regiones –Navarra y Euskadi– que superan a Madrid en contagios. La primera con una tasa de 436 casos y la segunda con 358. La diferencia con Madrid, aseguraba este miércoles la ministra, es que estas están tomando ya medidas para revertir la situación, a diferencia de Madrid. “Esta ministra lo que pide a todas las comunidades autónomas, especialmente a Madrid, es que pongan en marcha las medidas del 'semáforo rojo', por cuanto que Navarra ya las está aplicado”.
Ese “semáforo”, un documento de respuestas coordinadas contra la COVID-19, fue actualizado a finales de marzo por la Comisión de Salud Pública gracias a un acuerdo entre las comunidades autónomas. La intención era endurecer algunas medidas frente al virus en los niveles 3 y 4 de alerta “alto” y “muy alto”, es decir, cuando se superen incidencias acumuladas de 150 y 250 casos por cada 100.000 habitantes, respectivamente. Para establecer los niveles de alerta, Sanidad tiene en cuenta otros indicadores al de incidencia a 14 días, como son la incidencia acumulada a 7 días, incidencia entre mayores de 65, positividad de las pruebas diagnósticas y el porcentaje de casos trazados, y los cruzó con dos asistenciales –ocupación hospitalaria y en UCI– para establecer con mayor precisión el riesgo de cada zona. No obstante, el dato de incidencia a 14 días continúa siendo el más llamativo y usado por los servicios de Salud Pública, informa Mónica Zas.
Una de esas medidas es la de cerrar el interior de los bares al alcanzar el nivel 3 de riesgo, algo que Madrid rechazó de inmediato alegando que “cada comunidad las adapta a sus contextos” pese a que la evidencia científica avala esa medida. También Andalucía, cuya tasa de incidencia sigue siendo mucho menor que la de Madrid, se negó a asumir la medida a pocos días de dar comienzo la Semana Santa, ya que este plan de acción se basa en “recomendaciones” y en él los territorios tienen la última palabra. Sin embargo, esa comunidad también ha ido endureciendo sus restricciones y ha adelantado el horario de cierre de hostelería y comercio a las 20.00 horas en buena parte de sus capitales ante el avance de los contagios.
En Navarra, cuya incidencia sí supera a la de Madrid, se están endureciendo las normas en virtud de esos indicadores. La región ha decidido mantener el cierre perimetral y ha implementado otras restricciones como el cierre de la restauración a las 21 horas y la clausura del interior de bares y restaurantes. También en Euskadi que supera ligeramente a Madrid tienen medidas más restrictivas, aunque por ahora no se plantean aumentar las vigentes pese al repunte de los contagios. El Gobierno vasco ha mantenido el cierre perimetral de la autonomía después de Semana Santa y también mantiene cerradas las provincias, además de 50 municipios, incluidos Vitoria y Bilbao. El toque de queda está fijado las 22.00 horas, las reuniones no pueden ser de más de 4 y en el caso de las localidades en alerta roja, incluyen el cierre perimetral y la limitación de la actividad de la hostelería en interiores solo a desayunos y comidas –de 6.30 a 9.30 y de 13.00 a 16.30–, entre otros puntos.
Por el contrario, Madrid es la región con las medidas más laxas del país que su gobierno se resiste a endurecer. Su plan consistente en confinar zonas básicas de salud (con unos controles muy laxos o inexistentes) y la prohibición de las reuniones en domicilios que nadie controla (salvo que se trate de fiestas y denuncien los vecinos), difiere del resto de autonomías en cuanto a la hora del toque de queda y la hostelería. La restauración está abierta hasta las 23.00 horas dentro y fuera de los locales.
Desde que se convocaran las elecciones, desde el departamento de Sanidad que dirige Enrique Ruiz Escudero tratan de restar importancia a la incidencia acumulada, el indicador que hasta ahora habían tomado como referencia para implementar las medidas. El viceconsejero de Salud Pública y plan COVID-19, Antonio Zapatero defiende para no implementar nuevas medidas que Madrid tiene músculo asistencial, al margen de la tasa de contagios. Zapatero asegura que el perfil del paciente que ingresa ha cambiado, porque hoy tienen edades más bajas, algo que coincide con el progreso de la vacunación en las edades más altas.
El epidemiólogo Pedro Gullón defiende que sería importante que el foco se dejara de poner únicamente en el dato concreto de casos, y que se trasladara también “al área que queda bajo la curva”: el acumulado de contagiados –con todas sus consecuencias– y las muertes, cuyos indicadores supera la región respecto al resto de autonomías. “En Madrid nos hemos acostumbrado a tener un sobreestrés de la pandemia muy alto. Parece que estamos en un escenario de alegría y jauja como si no pasara nada. Tendríamos que dejarnos de fijarnos en el número de contagios y poner el foco en los contagios y muertes que quedan en el camino”.