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Día Universal de la Infancia: la urgente necesidad de cumplir con los derechos de los niños y niñas
Cada 20 de noviembre se celebra el Día Universal de la Infancia, una fecha que conmemora hitos fundamentales en la historia de los derechos infantiles y simboliza el compromiso de la humanidad hacia el bienestar y desarrollo de los niños y niñas de todo el mundo. Esta fecha fue elegida porque el 20 de noviembre de 1959 la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la Declaración de los Derechos del Niño, un documento pionero que estableció, por primera vez de forma internacional, una serie de derechos básicos para la infancia, reconociendo la necesidad de una protección especial debido a su vulnerabilidad. Tres décadas después, en 1989, también el 20 de noviembre, se adoptó la Convención sobre los Derechos del Niño, el tratado internacional más ratificado de la historia, que estableció obligaciones específicas para los Estados en áreas fundamentales como la educación, la salud, la protección y la participación infantil.
Este doble hito, con 30 años de diferencia, subraya la importancia de la infancia en la agenda global y nos recuerda la necesidad de mantener un esfuerzo constante y renovado en la protección de los derechos de los niños y niñas. Sin embargo, a pesar de los logros, este Día Universal de la Infancia continúa siendo un llamado a la acción, un momento para evaluar los avances y visibilizar los derechos que aún no se cumplen en muchas partes del mundo.
Derechos de la infancia en el mundo: ¿un compromiso cumplido?
Desde que se adoptó la Convención sobre los Derechos del Niño en 1989, los países han trabajado para reducir la mortalidad infantil, ampliar el acceso a la educación y asegurar que más niños crezcan en condiciones saludables. Actualmente, el 80% de los niños en edad escolar primaria están matriculados en la escuela y la tasa de mortalidad de personas menores de cinco años ha disminuido un 59% desde 1990, según datos de UNICEF.
Sin embargo, estos avances no benefician por igual a todos los niños y niñas del mundo. Hoy en día, más de 356 millones de NNA viven en condiciones de pobreza extrema, lo que significa que ni siquiera tienen cubiertas sus necesidades básicas. A esto se suma el hecho de que aproximadamente 150 millones de niños están atrapados en el trabajo infantil, a menudo en condiciones peligrosas que afectan su salud y su desarrollo. En países afectados por conflictos, como Yemen, Siria o la República Democrática del Congo, los niños y niñas enfrentan una realidad devastadora: carecen de acceso a servicios básicos y son víctimas directas de la violencia, el desplazamiento y el trauma.
El cambio climático también agrava las desigualdades para los niños y niñas. Las catástrofes naturales y las sequías que afectan a regiones vulnerables impactan en sus medios de subsistencia, aumentan el riesgo de enfermedades y limitan su acceso a agua potable, con consecuencias graves para su salud y nutrición.
Derechos de la infancia en España: avances y retos pendientes
Aunque España se ha comprometido con la Convención sobre los Derechos del Niño y ha logrado avances significativos en muchas áreas, persisten graves vulneraciones que nos recuerdan la necesidad de redoblar esfuerzos. La pobreza infantil es uno de los problemas más alarmantes: uno de cada tres niños en España está en riesgo de pobreza o exclusión social, lo que afecta a su acceso a la educación, la salud y un entorno digno. Este es uno de los índices más altos de la Unión Europea y representa una violación estructural de los derechos de la infancia.
Además, las desigualdades de género, origen y situación socioeconómica afectan directamente las oportunidades de los niños y niñas en España. Los NNA de familias migrantes, por ejemplo, suelen enfrentarse a condiciones de vida muy difíciles, con tasas de pobreza que duplican la media nacional y acceso limitado a servicios esenciales, como el apoyo educativo. En muchas comunidades autónomas, los recursos de apoyo escolar o programas de refuerzo para estudiantes en situación de vulnerabilidad son insuficientes, agravando la brecha de aprendizaje y aumentando el riesgo de abandono escolar temprano.
Otro ámbito preocupante es el de la violencia contra la infancia y la adolescencia. Cada año, miles de personas menores de edad en España son víctimas de maltrato en sus propios hogares. A pesar de la existencia de leyes que protegen a las niñas y niños, los datos del Ministerio del Interior reflejan un incremento en los casos de violencia contra NNA. Solo en 2022, se registraron más de 15.000 denuncias por violencia y estos son solo los casos conocidos. Muchos de estos niños y niñas no denuncian o no tienen apoyo adecuado, y el sistema de protección a menudo no logra darles una respuesta rápida y efectiva.
También hay una creciente preocupación por la salud mental de la infancia y adolescencia en España, una realidad que se ha visto agravada por la pandemia de COVID-19. Los servicios de salud mental infantil están desbordados, y las listas de espera para recibir atención psicológica son largas, lo que hace que muchos niños y niñas no reciban la ayuda que necesitan a tiempo.
La urgencia de proteger los derechos de la infancia: llamada a la acción
En este Día Universal de la Infancia, es vital recordar que los derechos de los niños y niñas son universales, inalienables y urgentes. No pueden depender de la situación económica, política o social del país donde viven. Las cifras y ejemplos anteriores nos muestran que, aunque se han alcanzado logros importantes, el bienestar infantil sigue estando en juego, incluso en un país desarrollado como España.
Las autoridades, tanto a nivel estatal como autonómico, deben reforzar las políticas de protección y asignar más recursos a la infancia en situación de vulnerabilidad. Esto implica diseñar políticas integrales que incluyan desde la salud y la educación hasta la prevención de la violencia y el apoyo psicosocial, garantizando que las medidas no solo existan en el papel, sino que se implementen de forma efectiva y eficiente.
Por otro lado, es necesario fomentar una cultura de participación infantil, donde los niños y niñas puedan expresar sus opiniones y ser escuchados en asuntos que les afectan. En España, iniciativas como los Consejos de Infancia en algunos municipios han dado pasos hacia la inclusión de la voz infantil, pero necesitamos que esta cultura de participación se extienda y se valore en todos los niveles de la sociedad.
Un futuro en el que la infancia sea prioridad
El Día Universal de la Infancia no debe ser solo una fecha en el calendario. Es un recordatorio, y, más aún, una llamada urgente a la acción para gobiernos, familias, profesionales y para la sociedad en general, sobre la responsabilidad compartida de proteger y garantizar los derechos de los niños y niñas. La Convención sobre los Derechos del Niño establece estos derechos como universales e inalienables, y, como sociedad, somos corresponsables de asegurar que cada niño y niña pueda vivir y crecer en condiciones de dignidad, seguridad y oportunidad.
El concepto de corresponsabilidad nos recuerda que la protección de la infancia es una tarea colectiva. No basta con depender de políticas gubernamentales o del trabajo de organizaciones especializadas; cada persona y cada institución tiene un papel fundamental en la construcción de entornos seguros y protectores para la infancia. Las familias, como primer núcleo social, tienen la responsabilidad de proporcionar amor, educación y cuidados, mientras que las comunidades deben crear redes de apoyo donde ningún NNA quede al margen. Los educadores sociales, los servicios de salud y los profesionales en general deben velar por la seguridad y el bienestar infantil, no solo cumpliendo con su trabajo, sino también actuando como agentes de cambio y protección cuando sea necesario.
Los gobiernos, por su parte, son los principales garantes de estos derechos y deben implementar políticas públicas sólidas, sostenibles y equitativas, que prioricen la infancia y respondan a las necesidades específicas de los niños y niñas, especialmente de aquellos en situación de vulnerabilidad. Sin embargo, el impacto de estas políticas dependerá de la implicación y apoyo de la sociedad. Podemos contribuir de manera individual, apoyando iniciativas que promuevan los derechos de la infancia, participando en programas de voluntariado o de mentoría, y denunciando cualquier forma de abuso o violencia que detectemos en nuestro entorno. Estos pequeños actos de protección y solidaridad son fundamentales para la construcción de una sociedad donde ningún niño o niña quede desprotegido.
Este 20 de noviembre, como sociedad, nos enfrentamos al reto de comprometernos genuinamente a no dejar atrás a ningún niño o niña, independientemente de su origen, su situación económica o sus circunstancias personales. Este compromiso significa algo más que promesas; implica tomar acciones concretas, revisar constantemente nuestras prácticas y luchar por un entorno donde los derechos de la infancia sean una prioridad real.
En última instancia, nuestra humanidad se define por cómo tratamos a los más vulnerables entre nosotros. Los niños y niñas son nuestro presente y nuestro futuro, y proteger sus derechos no solo es una cuestión de justicia, sino la única manera de construir un mañana más equitativo, inclusivo y próspero. Asegurarnos de que sus derechos sean respetados y promovidos es, en esencia, asegurar el bienestar de la sociedad en su conjunto. En nuestras manos está construir un mundo donde la infancia esté en el centro, donde cada niño, niña u adolescente pueda crecer con respeto, seguridad y la oportunidad de alcanzar su máximo potencial.
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