El hombre que siempre llega tarde
Carlos Mazón subió a la tribuna de las Corts valencianas firmemente convencido de que debía dar toda suerte de explicaciones sobre el comportamiento de todos los demás durante la emergencia, pero absolutamente ninguna sobre su propia conducta, sobre por qué no estaba donde tenía que estar y por qué está convencido, aún hoy, de que no hacía falta que estuviese. El resultado fue una comparecencia-río de casi tres horas definida por un único objetivo: diluir su responsabilidad en una riada de incontinencia dialéctica donde no encontró ni un minuto para teorizar sobre su propia agenda de aquel día.
Por si quedara alguna duda de que Mazón ya es el hombre que siempre llega tarde, no se le ocurrió nada mejor que anunciar que, a lo mejor, si él mismo no se consideraba a la altura de sí mismo, dimitiría de presentarse a la reelección cuando se acabase la legislatura. Puede parecer un chiste de aquellos de “saben aquel que diu...” del inolvidable Eugenio. Pero no lo fue. Mazón lo dijo en serio, como si fuera un juramento sagrado de lealtad, aunque formulado en condicional.
El presidente valenciano ha perdido de tal manera el contacto con la realidad que su última idea de bombero para apagar el fuego consiste en buscar pelea con el ejército; empeñarse en denunciar que, quien de verdad se contradice, es el teniente general de la Unidad Militar de Emergencias, Javier Marcos; mientras el resto del mundo ya le concedió a Mazón hace días el título de campeón mundial por KO de la contradicción.
Comparar la interminable comparecencia del President, centrada en explicar las responsabilidades y el trabajo de los demás, con las profesionales y precisos relatorios del responsable de la UME, centrados en explicar sus responsabilidades y su trabajo, sólo puede responder a un consejo que únicamente puede haberle dado su mayor enemigo. Resulta tan extravagante como comparar sus currículos y preparación para la gestión de crisis y emergencias. Carlos Mazón parece convencido de que está en una tertulia donde puede ganar a base de titulares, no acaba de enterarse de que esto es la vida real.
Para tratar de salvar lo poco que le queda, lejos de hacer lo inteligente y en nombre de la unidad agarrarse a la gestión de aquellos que sí estuvieron donde tenían que estar aquel día y los siguientes haciendo lo que tenían que hacer, parece empeñado en arrastrar por el lodo a cuántos más pueda, proclamando que hicieron lo mismo o lo hicieron peor que él. Queda aún mucho lodo para recoger en las calles y barrancos de Valencia, pero no tanto.
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