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No falló el sistema, falló Mazón
Te lo dije el sábado pasado y no me equivoqué. Es una ley universal de la política española: a toda gran negligencia de la derecha le sigue siempre una campaña de fango y propaganda para eludir su responsabilidad. Pasó con el Prestige, con el 11M, con el Yak 42, con las residencias de Madrid o con el accidente del metro de València. Pasa ahora con la tragedia de la DANA, una vez más.
Dan igual las víctimas. Da igual la verdad. Vale todo, cualquier cosa con tal de ganar las pequeñas y miserables batallas políticas del día a día. No solo es obsceno. Es irresponsable también.
Esta semana, en Europa, han conocido un poco mejor al Partido Popular. Y a su líder, Alberto Núñez Feijóo. Alguien que –a la semana siguiente de la victoria de Donald Trump– es capaz de poner en riesgo la estabilidad de Europa con tal de salvar lo insalvable: la reputación de Carlos Mazón.
Te resumo el escenario, para entenderlo mejor.
Mazón podría dimitir. Desde luego que sí. Motivos no le faltan: para empezar, por pura ética personal. Para poder mirarse al espejo. Por simple responsabilidad. No lo ha hecho y no lo hará. Él sabrá si le compensa, qué le dicta su conciencia, y si con eso se puede dormir.
Mazón no dimitirá y en su partido nadie se lo va a exigir. No porque estén contentos con él, que no lo están. No porque no sepan que no tiene ninguna posibilidad de resucitar. “Feijóo sostendrá a Mazón para no darle un triunfo a Sánchez”, tal y como contó en su portada el periódico La Razón.
Es así de simple. Es así de duro. Feijóo no quiere que Mazón dimita porque eso sería tanto como aceptar la realidad que ya conocen todos los valencianos medianamente informados: que fue el negligente president de la Generalitat quien lo hizo rematadamente mal. Que fue Mazón, y solo él, quien mantuvo su agenda como si no pasara nada, tras la alerta roja de la AEMET. Que fue Mazón quien, esa misma mañana de la tragedia, criticó a la Universitat de València por suspender las clases. Que fue Mazón quien ese día se pasó cinco horas desaparecido; según su última explicación, que llega tras varias mentiras, en una comida de tres horas con una periodista. Que era su gobierno el responsable de gestionar esa emergencia y es casi imposible hacerlo peor.
Así que no, Mazón no dimitirá “para no darle un triunfo a Sánchez”, según ve el mundo Feijóo.
Hay otro motivo: el poder de la Generalitat. Si Mazón dimite, su reemplazo no es automático. Hay que votar una nueva investidura en las Corts valencianas y el PP no tiene la mayoría suficiente: depende de Vox. De caer Mazón, Feijóo sabe que es posible que esa crisis política provoque un adelanto electoral. Y el PP no está hoy preparado para medirse en las urnas en la Comunitat Valenciana, después de su incompetente gestión.
Por eso Mazón no ha dimitido. Por eso no dimitirá. Y por eso el Partido Popular ha puesto en marcha una nueva estrategia de distracción. A ver si tienen suerte y le dan la vuelta al marcador. A ver si encuentran otro culpable, para así reducir la presión sobre la cabeza de Mazón.
Hay otra ley universal en la política española: siempre que alguien del PP está en el disparadero, es otro quien paga el pato.
El primer dimitido por el Prestige fue un diputado del PSOE, por bromear con la tragedia. El primer dimitido por la Gürtel fue el ministro socialista Mariano Fernández Bermejo (y poco después cayó Baltasar Garzón, el primer juez que investigó esta corrupción). El primer dimitido por las comisiones del hermano de Ayuso fue Pablo Casado. Y el que más problemas tiene hoy con la Justicia por el fraude de la pareja de Ayuso es el fiscal general del Estado.
Los precedentes son muy claros. Y puede volver a pasar porque es la norma, no la excepción. Es la táctica habitual de la derecha. Así que no descartes que la primera gran víctima política de la tragedia valenciana sea alguien sin ninguna responsabilidad en la negligente gestión de la emergencia: la vicepresidenta Teresa Ribera.
¿La responsabilidad de Ribera en esa emergencia? Ninguna. Sirva como ejemplo lo que ha ocurrido esta semana, con la segunda DANA en Andalucía, Catalunya y Comunitat Valenciana. Esta vez sí, se hizo caso de las advertencias meteorológicas. Se mandó a la gente a su casa y se cerraron los colegios en las zonas de riesgo. Se prohibió el tráfico rodado. Se enviaron a tiempo las alertas a los teléfonos móviles. Y todo esto lo hicieron los respectivos gobiernos autonómicos, no ningún ministerio: porque es su responsabilidad y porque también son las autonomías quienes cuentan con las herramientas para ejercerla.
Si se hubiera gestionado igual la primera DANA en Valencia, si se hubieran tomado entonces esas medidas, ¿cuántas víctimas se habrían evitado?
Nadie se acordó de Teresa Ribera ni el martes de la tragedia, ni el miércoles, ni el jueves… No fue hasta el pasado fin de semana –poco antes de la masiva manifestación en Valencia contra Mazón– cuando el PP empezó a lanzar el fango contra ella.
Esta semana, Ribera pasaba su “hearing” en el Parlamento Europeo, antes de su nombramiento como vicepresidenta y comisaria de la UE. Una suerte de examen al que se someten todos los políticos antes de entrar a formar parte de la Comisión Europea, el gobierno de la UE. Y aprovechando ese desfiladero, el PP disparó toda su artillería contra ella.
“Un espectáculo de mierda”, definió esa sesión la prensa internacional. Estupefactos al comprobar cómo los eurodiputados del PP intentaban enfangar a Ribera.
La guinda a ese pastel de mierda la puso Esteban González Pons, en una de las declaraciones más cínicas y rastreras que se recuerdan.
- González Pons: “Destaco la contradicción terrible que vivimos aquí al lamentar la muerte de más de 200 personas, incluyendo muchos niños, al tiempo que en la habitación de al lado premiamos con una vicepresidencia de la Comisión a la ministra del Gobierno de España que es la competente en inundaciones”.
A esta jugada sucia del PP, se sumó el líder en el Europarlamento del PP Europeo, Manfred Weber. Que aprovechó la excusa para lanzar un órdago a su propia compañera de partido, Ursula von der Leyen, menos partidaria que Weber a los acuerdos con la extrema derecha.
El pacto que hace unos meses alcanzó Von der Leyen con todos los gobiernos de la UE y con los principales grupos en el Parlamento Europeo es el habitual en Europa: un gobierno liderado por la derecha –a la que pertenece Von der Leyen– pero respaldado por socialistas y liberales. Una Comisión Europea con una número 1 conservadora, pero con una socialista de número 2: Teresa Ribera.
La presión de Feijóo y de Weber ha puesto esa futura comisión en entredicho. De momento, se ha retrasado su nombramiento y el del resto de los vicepresidentes hasta el 20 de noviembre, cuando está previsto que Ribera comparezca ante el Congreso de los Diputados.
El PP europeo le ha puesto una condición a Ribera para dejar de bloquear su nombramiento: que se comprometa a dimitir si resulta encausada por la DANA de Valencia.
Y es importante conocer este dato. Teresa Ribera hoy está aforada ante el Tribunal Supremo, como vicepresidenta del Gobierno de España. Pero en caso de ser nombrada para la Comisión Europea, perderá su aforamiento: podrá ser encausada por cualquier juez, cualquier tribunal que acepte la denuncia que –con seguridad– presentarán los ultras de Manos Limpias.
Hay un matiz importante en la petición: el PP europeo habla de que sea “procesada”, que no es lo mismo que imputada. Pero incluso así, aceptar esa condición con la forma en la que hoy funcionan algunos jueces en España es casi suicida.
Hay otro problema más para Ribera. Si finalmente el PP europeo logra forzar una votación individual de cada vicepresidencia, el voto será secreto. Y en el Europarlamento la derecha y la extrema derecha suman más que la izquierda y los liberales. El riesgo de que Ribera se convierta así en la primera víctima política de la DANA es, por tanto, bastante alto.
Pero las consecuencias para Europa son aún mayores que lo que supone para España perder un puesto así. Tumbar a Ribera implica también dinamitar el pacto que orillaba a la extrema derecha antieuropea. Todo esto, en vísperas de la llegada al poder en EEUU de Donald Trump. Es eso lo que está poniendo en riesgo el PP con esta jugarreta.
Si el Parlamento Europeo veta a Ribera como vicepresidenta de la comisión, Feijóo podrá vender en España que es Europa quien la condena: quien considera que ella es la principal responsable, y no Carlos Mazón.
Un Carlos Mazón que este viernes, por fin, compareció ante las Corts valencianas. Donde mintió a manos llenas, para eludir su responsabilidad.
En esta comparecencia, Mazón dio las gracias al rey, a la Comunidad de Madrid y hasta al chef José Andrés por su ayuda. No así al Gobierno de España. Será que las Cercanías, la alta velocidad o la AP7, se han arreglado solas.
Pero su frase más terrible fue cuando realizó su gran diagnóstico: “Falló el sistema entero”, asegura Mazón. Y no. No fue eso lo que ocurrió.
Lo que falló ese trágico martes, 29 de octubre, no fue el sistema: fue el gobierno de la Generalitat Valenciana. Empezando por su president, que estuvo desaparecido de forma irresponsable en las horas clave.
Lo dejo aquí por hoy. Gracias por leerme. Gracias por tu apoyo a elDiario.es
Un abrazo,
Ignacio Escolar
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