“Esto es lo más parecido a una discoteca que he pisado el último año”, comenta una convencida del PP. Es domingo 2 de mayo en la explanada de Madrid Río y como ella cientos de simpatizantes llegados de todos los rincones de la Comunidad de Madrid jalean a Isabel Díaz Ayuso. Esa “libertad” –con música a muchos decibelios– que disfruta esta joven es casi la única propuesta, junto a las rebajas de impuestos que premian más a los más ricos, de Ayuso en el último mes, desde que decidió poner fin a la legislatura para librarse de Ciudadanos. Tras un año de alerta sanitaria por la Covid-19, “la libertad” frente a las restricciones es el marco que ha elegido la candidata del PP para confrontar con sus rivales: su “libertad” frente “al socialismo” o frente “al comunismo” (depende del día).
Ayuso encara la recta final en un momento dulce y no disimula. “Estoy viviendo los momentos más felices e importantes de mi vida”, asegura desde el estrado ante la atenta mirada de su familia y visiblemente emocionada. Es el segundo mitin del día. El primero lo había pronunciado por la mañana en lo que pretendía pasar por un acto institucional, la conmemoración del 2 de mayo, el día de la Comunidad de Madrid.
La candidata del PP que cosechó en 2019 los peores resultados del partido en Madrid, con solo 30 escaños, y que no ha sido capaz de sacar adelante unos presupuestos ni aprobar ninguna ley de calado –solo la enésima reforma de la ley del suelo– parte ahora, dos años después, como favorita en todos los sondeos que auguran que puede doblar diputados. Esas encuestas, sin embargo, también pronostican que necesitará a la extrema derecha para gobernar. Y frente al cordón sanitario planteado por la izquierda a Vox, Ayuso ha defendido al partido de Santiago Abascal al que se comprometió incluso a integrar en el futuro gobierno, aunque no necesite sus votos. “No he visto en Vox barbaridades que sí están cometiendo muchos líderes de Podemos”, dijo también Ayuso este miércoles para dejar claro cuál es su preferencia de tener que elegir.
Las expectativas del PP, sin embargo, ahora son otras, al menos desde la dirección nacional: gobernar en solitario con el apoyo externo de Vox. Un alivio para Casado, en caso de que pretenda hacer creíble su ruptura con la extrema derecha. Su sempiterno giro al centro es poco compatible con tener dentro del Gobierno de la Comunidad a dirigentes que hacen bandera de la xenofobia y a los que les cuesta condenar las amenazas de muerte a rivales políticos.
La crispación ha protagonizado toda la campaña y los meses anteriores. Ayuso ha erigido su incipiente liderazgo a fuerza de chocar con el Gobierno central en lo peor de la pandemia. Ha colocado detrás a toda la derecha que pretende echar a Sánchez. Se ha comido a Ciudadanos. Y frena el auge de Vox. En el PP solo observaron con preocupación que el rechazo a la extrema derecha pudiera movilizar al electorado de izquierdas menos movilizado. A los abstencionistas que los partidos progresistas necesitan para su victoria.
En el PP, sin embargo, consideran que esos “intentos” de la izquierda de llevar la campaña a ese terreno, se zanjaron cuando los Mossos interceptaron en Barcelona otro sobre con amenazas dirigido a Ayuso. “A mí también me han enviado balas, pero lo último que hay que hacer es darles luz, hemos estado por encima de esas provocaciones”, decía este domingo la candidata del PP durante el mitin de cierre.
Pero aunque el Partido Popular ha reivindicado que su formación no ha entrado en el juego de la crispación durante la campaña, lo cierto es que toda su estrategia se ha basado en esa confrontación con el Gobierno central. Y otra vez en sus argumentarios ha vuelto a asomar el terrorismo y ETA. “Esto también se vota el próximo martes”, aseguró en un mitin el consejero de Justicia e Interior de la Comunidad de Madrid y número cuatro de la lista de Isabel Diaz Ayuso para las elecciones del 4M, Enrique López. Este domingo, Casado se reafirmaba: “Somos el partido que nunca va a renunciar al legado de las víctimas del terrorismo”.
Su adversario: Pedro Sánchez
Ayuso ha centrado su campaña en apelar a un voto que trasciende “las siglas del PP”. Lo ha repetido en cada mitin, en cada intervención. La idea de fondo: “reunificar el centro derecha” en torno a su figura, aunque en este caso ha apostado por ir más allá y luchar por el “votante socialista descontento”, que no se identifica “con el sanchismo”. “Porque el sanchismo no es lo mismo que el socialismo que conocíamos hasta ahora”, aseguró durante el mitin de este domingo.
Por eso, no ha sido casualidad que se haya rodeado de exdirigentes socialistas como Joaquín Leguina o Nicolás Redondo durante la campaña y se haya acercado a municipios del sur, tradicionales feudos del PSOE, como Fuenlabrada, Getafe o Móstoles. Su enemigo ha sido obvio en estas elecciones: el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, al que ha retado a abandonar la Moncloa si el PSOE “cosecha” los peores resultados de su historia en la Asamblea Madrid. “El 4M nos vemos en las urnas”, le lanzó al inicio de la campaña. “Para oponerse a Sánchez no hay que ser de derechas, sino ser sensato”, ha repetido en reiteradas ocasiones. Mientras, se ha dedicado a ignorar al candidato socialista, Ángel Gabilondo.
Otra de las fijaciones de Ayuso durante la campaña ha sido Pablo Iglesias, el candidato de Unidas Podemos, que abandonó la vicepresidencia del Gobierno para impedir que el partido se quedara sin representación y un oponente que mueve al electorado de derechas. De Iglesias, Ayuso ha dicho que “nació del mal para hacer el mal”, lo ha acusado de querer “expropiar viviendas” y de “blanquear” a ETA. Y aunque su arranque de campaña fue una fijación contra él, los últimos días ha querido ignorarle, aunque no siempre con éxito. Desde el PP aseguran ahora que Iglesias está al borde de quedarse sin representación.
Y aunque Ayuso ha querido pasar de puntillas por sus rivales por la derecha, con los que no ha querido confrontar, este domingo ha tenido también palabras para los que fueran sus socios de coalición, Ciudadanos, a los que el PP da por amortizados. De hecho el temor sigue siendo que esos votos que puedan perderse sean decisivos, de ahí que en el último día de campaña todo el PP haya apelado al voto útil. “Las personas que eran mis socios me abandonaron porque es verdad que tenían siempre una querencia, como el carro de la compra, irse siempre a la izquierda, y me decían: tienes que cerrar porque lo dice el ministro, por la moderación... lo que siempre dicen para que uno se acobarde”, acusó al partido de Inés Arrimadas, que sigue porfiando por pactar con ella tras el 4 de mayo.
Una campaña sin barones autonómicos
Ayuso ha reivindicado durante toda la campaña que ella representa su “propio proyecto” frente a la dirección nacional del partido y pide a sus votantes una mayoría holgada que le permita gobernar “sin ataduras”. Génova le quiso imponer a Toni Cantó en las listas, una jugada del secretario general del PP, Teo García Egea, que acabó en papel mojado después de que la Justicia expulsara al actor de la lista por no haberse empadronado acorde a como exige la ley electoral.
No hay dudas de que la de Ayuso ha sido una campaña personalista. La candidata no ha contado con la presencia de ningún barón autonómico, “tampoco ha hecho falta” , dicen desde su equipo. Sí ha estado el presidente del PP, Pablo Casado, que la acompañó en el arranque, en el mitin de ecuador de campaña y este sábado y domingo para cerrarla.
Desde la dirección nacional plantean estas elecciones como el trampolín de Casado a la Moncloa si es que Ayuso logra esa amplia mayoría frente a la izquierda. “Por eso tenemos que votar en masa. Madrid será el kilómetro 0 del cambio en España”, dice Casado durante el mitin de clausura tras apelar a los votantes de Ciudadanos, Vox, el PSOE y hasta los que salieron del 15M. Las encuestas, sin embargo, siguen planteando un escenario reñido el próximo martes. En cualquier caso, la vuelta de estos comicios será en 2023.