La portada de mañana
Acceder
Sánchez rearma la mayoría de Gobierno el día que Feijóo pide una moción de censura
Miguel esprinta para reabrir su inmobiliaria en Catarroja, Nacho cierra su panadería
Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

El cinturón naranja de Madrid: por qué Ciudadanos triunfa en Montecarmelo, Las Tablas o Sanchinarro

“En los 80, cuando yo era consejero de Política Territorial, heredamos Tres Cantos. Lo rehicimos porque era muy feo y se les dio bastante suelo a las cooperativas. Empezó a tener éxito, porque cada vez que hacías vivienda había más gente allí. Y supuestamente iba a ser gente de izquierda, pero no: se hizo municipio y llegó a tener alcaldes del PP. Y me dijo Leguina: 'oye, no hagas más viviendas para cooperativas porque votan al PP. La gente en cuanto es propietaria vota al PP”.

La anécdota la cuenta Eduardo Mangada, arquitecto y consejero en la Comunidad de Madrid durante el Gobierno del PSOE (entre 1983 y 1991) y autor del Plan General de Ordenación Urbana −el documento que establece qué se puede construir y qué no en cada parcela de la ciudad− de 1985. Viene a cuento de un nuevo fenómeno electoral: a Madrid le ha salido un cinturón naranja en sus desarrollos urbanísticos más recientes.

En las elecciones generales del 28A, Ciudadanos fue el partido más votado en Arroyo del Fresno, Montecarmelo, Las Tablas, Sanchinarro, Valdebebas, El Cañaveral, aún a medio construir, e incluso en algunas secciones del Ensanche de Vallecas, un distrito donde PSOE y Podemos suelen arrasar.

Todos tienen en común dos cosas: su diseño (grandes rotondas y avenidas, manzanas cerradas y alta dependencia del coche) y su nombre, Programa de Actuación Urbanística o PAU. Y ahora también el voto. ¿Puede el urbanismo crear una nueva clase social? “Hasta cierto punto, sí”, considera Pablo Ruiz, investigador en el Colegio de Ciencias Políticas y Sociológicas de Madrid. “Son barrios aislados de la ciudad consolidada. Montecarmelo está entre la carretera de Colmenar y la M-40, Las Tablas entre las vías del tren, la M-40 y la A-1. Tienen pocas conexiones y, como se sitúan en zonas con valores de suelo altos, atraen a población de renta media-alta urbana, con alto nivel formativo y muchos matrimonios jóvenes. Son caladeros de voto del votante prototípico de Ciudadanos”.

“Hay un proceso en el que al subir de nivel de vida la gente vota más a la derecha. En eso Franco era muy listo al decir: hagamos a todos propietarios y eliminaremos a los proletarios. Para muchos, Ciudadanos aún no se presenta como partido de derechas: está la ilusión de que es liberal, de clase media...”, añade Mangada. “Y en el caso de los PAUs, entra población nueva y con más nivel económico que la del sur”.

El Madrid rotondo

Los PAUs −tal y como se los conoce− son un invento del PP. El plan del 85 los contemplaba, pero con diferencias. “El de Vallecas iba a ser un trocito, de 4.000 viviendas. Montecarmelo serían 400, no 8.500. Y era suelo público con viviendas de protección oficial”, continúa el arquitecto. “Cuando llegó el PP privatizó la gestión y multiplicó por tres o cuatro la población. Pero los PAUs estaban pensados como ensanches para rematar la ciudad, no para hacerla crecer”.

En las décadas anteriores, en Madrid, como en otras capitales europeas, había primado la máxima del 'crecimiento cero', que planteaba que no había más recursos naturales y fósiles para seguir creciendo. “Fue con la crisis del petróleo de los 70. Y luego hubo una crisis demográfica tras el 'baby boom' de los 60”, explica Mangada. “Tuvo mucha importancia en el urbanismo y cambió el paradigma. Si la ciudad no crece, ¿qué hacer? Aunque no crezca en gente, crece en formas y necesidades. Así que tienes que planificar esto, pero no nuevas ciudades”.

En 1981 vivían en la ciudad de Madrid 3,2 millones de personas (más o menos, las mismas que ahora). Diez años después, la cifra había caído en 300.000, a 2,9 millones. “El municipio perdía población desde finales de los 80. La gente se iba a la periferia por un problema de precios y porque los modelos residenciales eran más apetecibles: adosados y urbanizaciones cerradas con equipamientos”, añade el arquitecto y urbanista Ramón López de Lucio, que ha estudiado con detalle los PAUs. “En Madrid no había esa oferta, así que se quiso ofrecer esos productos residenciales para retener a la población”.

El plan del 97 amplió el suelo urbanizable y aumentó la ciudad así:

Actualmente, solo los PAUs del sur (Vallecas y Carabanchel) y el norte están finalizados −falta concluir Arroyo del Fresno− y aún queda el sureste. Está terminado Vallecas, a punto El Cañaveral y el Ayuntamiento acaba de desbloquear el acuerdo para construir 22.000 viviendas en Los Berrocales, que llevaba años paralizado.

En la práctica, los PAUs son todos iguales: manzanas semicerradas con espacios comunitarios interiores, como piscina, tenis o jardín. “Y son distritos extraordinariamente homogéneos, con murallas en forma de autopista. No creo que en Europa haya un conjunto significativo de piezas tan parecidas”, continúa López de Lucio.

El origen de su diseño también está en los nuevos ensanches de finales de los 90, más pequeños, baratos y con más vivienda pública. “Eran manzanas cerradas, pero con calles arboladas, comercio de calle y no solo centro comercial. Querían ser una fórmula parecida a la ciudad convencional, pero en moderno. Fueron diseñados por Mangada y su equipo. Y de ahí derivaron los PAUs. Las segundas partes nunca fueron buenas y esta fue mala y desquiciadamente exagerada”.

Por “desquiciadamente exagerada”, López se refiere al tremendo ancho de las avenidas, que derivan en una baja densidad de población: son grandes, pero vive poca gente, lo que hace más insostenible y 'coche-dependiente' su configuración. Solo Montecarmelo pasa de los 8.000 habitantes por kilómetro cuadrado, mientras que el resto quedan por debajo. Por comparar, un barrio del centro como Chamberí está cerca de 30.000.

“En los nuevos ensanches intervinieron profesionales cualificados. Sin embargo, en los PAUs intervino gente más bien despistada. Cuando se privatizó la gestión, las juntas de propietarios contrataron arquitectos con poca experiencia en urbanismo que tenían muy claro que querían un producto atractivo y fácilmente vendible a las nuevas clases medias jóvenes”, continúa López. “Cogieron el modelo de nuevos ensanches y lo exageraron: las calles, en vez de veinte metros, cuarenta. Y las aceras, en lugar de cinco, diez. Eso hace que todo sea muy difícil para peatones. La ausencia de locales tiene que ver con eso”.

El arquitecto recuerda también que en sitios como Sanchinarro lo primero que se construyó fue el centro comercial: un Corte Inglés. “Les venía muy bien concentrar el comercio en una parcela y ofrecérselo a un operador. Fue una mezcla de ignorancia, exageración y codicia”.

Por su parte, el inventor de Sanchinarro −el arquitecto Miguel Oliver, que no ha podido atender a este periódico al encontrarse fuera de Madrid− explicó en una intervención que se inspiró en la manzana de Arturo Soria y que no le gusta hablar de “densidades” porque son palabras que la gente no comprende. “Un edificio humano es en el que una madre se asoma al balcón y ve a su hijo en el jardín”, decía. También contó cómo la superficie residencial planificada por el Ayuntamiento aumentó un 48% en cuatro años por presión de los constructores y que aquello truncó su plan.

“Cuando voy por Sanchinarro, lo confieso, me avergüenzo”, dijo. “Esa no es la ciudad que yo he soñado”. 

De aquellos PAUs, estos Ciudadanos

Con el tiempo, los PAUs se fueron poblando. En Sanchinarro se construyeron 14.000 viviendas; en Las Tablas, cerca de 13.000; en Valdebebas hay previstas 12.500 y en El Cañaveral, 14.000. “Los pisos los compramos gente que trabajábamos alrededor”, explica Jose Báez, un vecino de Sanchinarro. Tradicionalmente se han instalado más empresas en el norte de Madrid que en el sur (una tendencia que aumentará con la Operación Chamartín) y en los PAUs no fue para menos: abrió el distrito Telefónica, se trasladó el BBVA... 

“En Madrid siempre ha habido una frontera de cristal. Lo que hay abajo es más pobre. Lavapiés también lo era”, continúa López. “Y con los PAUs pasa igual: en esa franja naranja no están tan señalados los PAUs del sur”. El voto en el Ensanche de Vallecas es más heterogéneo y en el de Carabanchel gana el PSOE, pero Ciudadanos saca mejor resultado que en el resto del distrito. Es decir: que aunque podamos decir que Ciudadanos es el partido de los PAUs, sigue habiendo diferencias entre el norte y el sur.

“No viene de ahora. En las europeas de 2014, el caso de Montecarmelo fue curioso: UPyD fue la segunda fuerza, por detrás del PP. Ya había un sustrato de voto urbano, joven y de alto poder adquisitivo que ahora puede ser de Ciudadanos. Sobre todo teniendo en cuenta la ola de bajada del PP que se ha producido en toda España”. Por sus características, el votante del PAU sería del PP, pero la edad también entra en juego. “Aunque el votante de Ciudadanos se ha difuminado en estas elecciones porque ha sacado escaños en Palencia o en Segovia, es un voto urbano”. El votante del PP es mayor que el de Ciudadanos.

Nuria es vecina de Montecarmelo desde hace doce años. “Soy de las que sale por el garaje y apenas se relaciona con los vecinos”, cuenta. ¿Por qué cree que gana Ciudadanos? “Es una clase social en la que trabajan los dos, media-alta, con pocas personas mayores y formada por familias con hijos, sin apenas inmigrantes, solo los que cuidan a niños. Es una zona segura y tranquila. El poder adquisitivo lo noto en la compra: trabajo en Aluche y aquí la gente compra con más alegría, cuando compra pescado mira menos el precio”.

La lectura de Carlos Sanz, presidente de la asociación de vecinos de Sanchinarro, es similar: la población de los PAUs es individualista y propietaria. “Alguien decía que aquí cuando te comprabas el piso te daban hipoteca también para el coche y el perro. No es que sea gente muy rica, pero ha votado eso”, ríe. “Y los pisos están otra vez por las nubes”. La renta media del barrio es de las más altas de Madrid −por encima de 57.000 euros− pero aún está muy lejos de los 113.642 de La Moraleja, justo al lado.

“Hay una cuestión relacionada con las urbanizaciones cerradas”, señala el investigador Ruiz. “Miran hacia el interior y establecen relaciones fuertes entre vecinos, pero no hacia fuera. El tejido social es débil. Los sitios que tiran hacia el individualismo están menos asociados a un voto de izquierda. Aunque la falta de servicios públicos de los PAUs sí ha generado movimientos de reivindicación”. 

Los PAUs han tardado años en estar dotados y en no parecer ciudades fantasma. Para urbanistas como López de Lucio son un auténtico fracaso en Madrid, y eso que aún queda por construir Los Berrocales. Pero sus habitantes los eligen por ser tranquilos y un buen lugar para criar a los hijos.

“Existe esa contradicción. Las calles son tristes, no hay comercio de proximidad, nadie camina y solo vas a El Corte Inglés”, concluye. “Pero a ciertos segmentos de gente les gusta: nunca pondrán un bar bajo tu casa porque no hay locales, las manzanas solo tienen un acceso y están vigiladas, los niños tienen piscina y, si quieres comprar, coges el coche. Los que viven en los PAUs son gente más hecha a la cultura norteamericana. Hay una disonancia entre lo que nos parece a los profesionales y lo que le parece a cierto segmento de gente que puede pagar esas viviendas”.

Nota: una versión anterior de este artículo incluía la cita de la vecina de Montecarmelo diciendo que “hay dos colegios, uno público y otro concertado, pero el que está masificado es el concertado”. Se ha eliminado, puesto que la realidad es que hay dos colegios públicos, uno concertado católico y otro privado. Lo que no hay aún es instituto.