Cuesta llegar hasta la Calle del Príncipe subiendo desde la Puerta del Sol. El primer tramo de la Carrera de San Jerónimo, calle de aceras estrechas y comercios turísticos -una Sureña, un Tapas Coffee, un Museo del Jamón- lleva meses tomado por las obras del complejo Canalejas, un futuro hotel de súper lujo en las antiguas sedes del Banco Central Hispano y Banco Español de Crédito que, entre otras cosas, ha eliminado uno de los accesos del metro Sevilla y dañado el túnel de la línea 2, que permaneció cerrada varios meses.
El trasiego de ruido y maquinaria no impide que en la zona todo el mundo se prepare ya para hacer caja: justo al doblar la esquina y entrar en Príncipe hay un pequeño local, de 50 metros cuadrados y sin salida de humos, en alquiler. Los propietarios piden 5.900 euros mensuales - 118 euros por metro cuadrado, más que en la zona no peatonal de la calle Fuencarral - con “una bonificación” para ayudar al futuro inquilino a “lanzar”. En tiempos pasados, hubo allí un Fotoprix y una tienda de camisetas que no duró demasiado, Dear Tee.
“Es una locura”, cuenta Víctor Alonso, fundador de Dear Tee, que ahora alquila un local mejor por el mismo precio cerca de la Plaza de Santa Ana. “Nosotros pagábamos 5.900 euros porque llegamos tarde y la zona ya estaba muy especulada. Siempre hay un tonto: ves mucho volumen, te vienes arriba, te arriesgas y pasa lo que pasa. Si el día de mañana es peatonal será mejor, pero ahora mismo es una calle engañosa”.
“El primer año te podemos ayudar: te haríamos un descuento de 400 euros al mes. Se quedaría en 5.500 euros”, dice el propietario, que lleva unos meses intentando alquilarlo, al teléfono. ¿No sigue siendo demasiado? “Están subiendo. Esa zona, Canalejas, va a ser la zona de lujo más importante de Madrid. ¡Y de España!”, justifica. Y añade: el del local de al lado, del mismo tamaño, paga 8.500 euros al mes. Eso son 170 euros por metro cuadrado, al nivel de la zona peatonal de Fuencarral.
El de al lado es Huberto Botín Sanz de Sautola D'ornano, nieto de Emilio Botín e hijo de Elisabeth D'Ornano, la heredera del imperio de cosmética Sisley (Elisabeth es hija del fundador, el conde polaco Hubert D'Ornano). El joven ha montado una croquetería llamada Mi Croqueta en forma de pequeño córner. La oferta es sencilla: vende tres croquetas y bebida por 5,90 euros; seis por 9,90 euros, y así. Según las cuentas del dueño del nuevo Palentino, que paga lo mismo por su alquiler en la calle Pez, para que eso sea rentable necesita facturar 85.000 euros al mes. Unos 8.500 packs de seis croquetas.
La idea de la croquetería era orientarla al público turista. Abrió a finales de junio, pero duró pocos días porque han tenido problemas con el cocinero. A la espera de solucionarlos, el local -que Huberto reformó por completo- permanece cerrado y con su cartel. Cuando reabra, sustituirá al antiguo Grignolino, documentado como el segundo bar más antiguo de Madrid. El primero fue El Sol, que hacía esquina con la calle Carretas y abrió en 1916.
“En los años veinte, había en la calle Príncipe unos fotógrafos que hacían fotos a los artistas del Corral de Comedias, hoy el Teatro Español. Ahí ya estaba El Grignolino, cuyo propietario era fabricante del vermouth del mismo nombre”, explica el historiador y experto en turismo madrileño Juan Carlos González. “Era un bar de toda la vida: churros para desayunar, buena tortilla. Parecido a El Palentino, pero sin tanto efecto entre los jóvenes”. El dueño murió, lo cogieron los empleados y finalmente un fondo de inversión -el que ahora lo alquila- lo compró.
“El cambio es el mismo que se está dando en Malasaña”, concluye. “Solo que Canalejas lo acelera”.
¡Que vienen los ricos!
El antiguo Fotoprix y Mi Croqueta son solo dos de las operaciones fraguadas recientemente en el entorno de Canalejas. La próxima apertura a finales de año del Four Seasons, promete revolucionar el área y dejar un reguero de compradores de alto standing que gastarán lo suficiente como para que salgan a cuenta esos alquileres. El hotel incluirá varios áticos (ya hay varios vendidos: uno de ellos, por 10 millones de euros) y una enorme galería gastronómica y comercial.
La intervención, ejecutada por el Grupo Villar Mir, propietario del complejo desde 2012, cuando se lo compró por 215 milones de euros al Banco Santander, está siendo larga. Antes de la adquisición, la Comunidad de Madrid redujo la protección de los edificios de la manzana -hasta entonces, catalogados como Bienes de Interés Cultural-, lo que permitió su vaciado interior. En 2013, el Gobierno de Botella modificó el Plan General de Ordenación Urbana para aumentar su edificabilidad. Esto ha supuesto que se levanten tres plantas por encima del complejo original.
La obra en sí empezó en 2014, pero fue paralizada meses después por un juez que admitió a trámite una demanda por los daños al patrimonio que causó. Más tarde, con Manuela Carmena de alcaldesa, el Ayuntamiento introdujo cambios al proyecto -acabó con la idea de un intercambiador de autobuses y redujo en 3.000 metros cuadrados la edificabilidad- y la construcción se reanudó.
Y no es la única manzana que se gentrificará: en la de enfrente, el extinto Hotel Asturias -que hasta la República era el Hotel Príncipe de Asturias- se prepara para convertirse en Hotel W, de la cadena del W Barcelona. Lo compró un fondo chino por 35 millones de euros en 2014 y, según el portal inmobiliario EjePrime, actualmente busca comprador para deshacerse de él.
Después de tantos años de idas y venidas, hay cierto desasosiego entre los comerciantes de siempre. “Se comenta que el Four Seasons será la gallina de los huevos de oro”, dice Jacinto Fernández, dueño de una óptica en la calle Príncipe en la que lleva desde 1973. “Llevamos un montón de años en obras y eso ha hecho que mucha gente deje de venir hacia acá. Han molestado a los de abajo [en referencia al metro, ya que la estación de Sevilla estuvo cerrada desde abril de 2018 y la línea 2 cerró varias semanas en 2019] y a los de arriba”.
Fernández recuerda que la calle siempre había sido de ópticas y peleterías -había más de diez de cada- pero que ya solo quedan dos y tres. “Había que lavarle un poquito la cara a la zona”, señala apuntando a La Finca de Susana, un restaurante del Grupo Andilana (La Gloria de Montera, Public) que abrió donde había un indio en 2015. Su óptica se mantiene pagando un buen pico, que incluso parece poco para los precios de la zona: más de 50 m2 a 4.000 euros al mes.
De turistas 'bajos' a turistas de lujo
La croquetería y el local de al lado son los pequeños del lugar. Poco antes hubo grandes movimientos en el O'Neills, un conocido bar irlandés, y el Café del Príncipe, antiguo lugar de tertulia que da a la plaza de Canalejas. El primero cambió de manos hace pocos años. Fuentes del sector que conocen bien la zona indican que el propietario original lo vendió por siete millones de euros (tiene 800 metros cuadrados, licencia para poner música y un gran aforo) y que la nueva propietaria lo compró con la esperanza de revenderlo más tarde por once, porque la llegada del Four Seasons lo revalorizaría.
“El propietario anterior fue quien introdujo los irlandeses en Madrid. Quería marcharse y se lo vendió a esta señora, que se vino arriba e intentó venderlo inmediatamente”, continúan las mismas fuentes. Antes de eso, cadenas como el Ribs, McDonald's y La Tagliatella se habían interesado pero no querían pagar ese precio. Y, viendo que no lo vendía, la propietaria decidió explotarlo por sí misma montando otro irlandés, cambiando el nombre y llamándolo O'Brian. Pero sus números eran tan malos que, antes de tenerlo abierto y perdiendo dinero, prefirió cerrar.
El siguiente en llegar será el Grupo Lalala, uno de los que más triunfa en Madrid con sus restaurantes modernos en Centro y Ponzano. El grupo visitó el local hace un par de años junto a sus socios de Larrumba, otra cadena moderna dirigida por el hermano del fundador del Lalala. Les pedían 25.000 euros al mes, pero en ese momento no tuvieron interés en alquilarlo, según cuenta Esmeralda Domínguez, directora de expansión de la empresa que llevaba la operación, Delta Consulting Company.
Ahora, en la recta final de la operación Canalejas, sí. “Abriremos una maxi-cervecería en la primera planta. En la segunda habrá eventos, música en directo, ambiente de copeo...”, confirman desde Lalala. “Escogimos esta ubicación porque consideramos desde hace tiempo que es una zona con mucho encanto. Y más ahora con la apertura del Four Seasons”.
El Café Príncipe, sin embargo, permanece abierto y casi igual aunque por medio haya habido un traspaso y una reforma que está a punto de terminar. El anterior encargado, que también estaba de alquiler, lo mantuvo durante años sin cuidarlo demasiado. “Ni una manita de pintura”, dicen los trabajadores, que ultiman estos días los detalles para la reapertura. Cuando murió, su hijo se lo traspasó a la cadena de restaurantes argentinos De María y se marchó a vivir a Miami. Comenzaron a explotarlo en 2018 y meses más tarde se pusieron a arreglarlo respetando el diseño y materiales originales. No dan la cifra del alquiler, pero reconocen que es caro y que con tanta obra en la calle la situación no es especialmente boyante... todavía.
El Príncipe es un café clásico, de aire similar al Café Comercial, que sirve menús a 11 euros para el público turista. Pero en De María no descartan reconvertirlo y “darle un puntito más de calidad” cuando desembarquen los nuevos turistas ricos y la zona esté por fin bonita. El público nacional ha dejado de pasar por allí y quienes se dejan caer son más bien turistas 'bajos', de menor nivel adquisitivo que los que vendrán. Con ellos, el local “cubre gastos” pero “no es un negocio que esté en su punto máximo”.
“Es un periodo transitorio. Estamos esperando a la eclosión, al gran boom'”, concluyen. “Es una apuesta por parte del grupo. Pero a día de hoy es difícil de saber”. La jugada se repite en el edificio de al lado, donde el propietario de unas oficinas no ha renovado el contrato de sus inquilinos -la startup española Gudog- porque quiere convertirlas en apartamentos de lujo que mirarán al hotel. “Tienen que hacer aún el cambio de uso. Será una apuesta”, cuenta su fundadora Loly Garrido, que ha tenido que buscar otra oficina. Hasta que se marcharon, pagaban 1.500 euros al mes.
“Llegarán y ni siquiera pasarán por aquí”
En los aledaños de Príncipe, el precio más alto ofertado en Idealista está en 127,7 euros el metro cuadrado, 40 euros menos que el antiguo Fotoprix. Algunos también usan el reclamo del Four Seasons, otros solo hablan de la “zona de más auge del centro de Madrid”. La consultora Knight Frank señala en su informe “Hoteles de lujo y 'retail': el mix perfecto para el éxito” que la cantidad de hoteles de lujo que va a tener la capital (de aquí a 2020 habrá 12 en el centro) “impulsará las rentas 'prime' de 'high street'”.
Preciados, Gran Vía, Sol y Fuencarral son ahora las calles enmarcadas dentro de esta categoría en el distrito. Pero el análisis que hizo esta consultora del mismo fenómeno en París concluyó que la apertura de hoteles de lujo provoca subidas de alquileres de hasta el 20% en las calles en las que se ubican.
“Los 12 nuevos proyectos hoteleros del centro de Madrid aumentarán el número de habitaciones de 5 estrellas en más de 1.200, casi duplicando la oferta actual, y aumentando la densidad de hoteles de lujo en esta zona”, indica el documento. “Se espera que la cantidad y la calidad del turismo mejoren significativamente y que se eleve la concentración de compradores de lujo y de gama alta (...) Esperamos que los edificios 'prime' situados en las zonas más privilegiadas obtendrán un mayor beneficio de estos proyectos”.
Curiosamente, los únicos que no comparten la euforia de los nuevos negocios y propietarios de locales son los que llevan toda la vida allí. “Los señores que vengan pagarán 1.500 euros la noche de hotel. Pero yo no sé si comprarán aquí, las gafas no se venden por tanto”, ríe el dueño de la Óptica Príncipe. “Somos la única peletería que queda”, dice la encargada de Nueva Furs, justo enfrente. “Sobrevivimos porque somos mayoristas. En la calle está todo el mundo muy expectante, pero yo tengo la sensación de que esto será Bienvenido Mr. Marshall: llegarán y ni siquiera pasarán por aquí”.