Cada noche a partir de las nueve, Violeta sale con su novio, su hermano y un amigo a cazar patinetes en Madrid. Recorren las calles en una furgoneta buscando los que tienen poca batería: paran, los recogen, los amontonan en el maletero y, cuando llevan cuatro por cabeza, concluyen la expedición. Entonces los suben a casa, los enchufan a la corriente y los mantienen cargando varias horas: entre las 5 y las 7 de la mañana siguiente tienen que volverlos a sacar. “Solemos dejarlos en Moncloa o Ciudad Universitaria”, cuenta. “Los ponemos en línea, los escaneamos y hacemos una foto”. Envían la foto a la empresa para demostrar que todo está en orden y se van.
Por cada patín cargado, Violeta, su novio, su hermano y su amigo cobran 5 euros: si el tope son cuatro cada noche, cada uno puede ingresar veinte euros al día (560 euros al mes). Menos ella, que es estudiante y solo sale a ayudar, el resto son autónomos y juicers (en español, exprimidores): el término con el que Lime denomina a sus cargadores de patinetes, una suerte de cuadrilla nocturna encargada de que la flota fluya y por la mañana todo vuelva a rodar.
Lime es una empresa estadounidense, fundada en 2017 y participada por Uber y Alphabet (el conglomerado al que pertenece Google), que llegó a Madrid a principios de agosto. De un día para otro, dejó cientos de patinetes eléctricos en la calle: su negocio consiste en alquilarlos por minutos a través de una app y en vender a sus usuarios la libertad de aparcarlos en cualquier sitio. La recién aprobada ordenanza de movilidad de Madrid les permite operar sin pasar por concurso ni licencia: solo exige a las empresas que compartan la localización de los vehículos y se reserva el derecho a limitar cuántos hay y en qué zonas se concentran.
Poco antes de aterrizar en la capital, Lime publicó varias ofertas de empleo -en portales de estudiantes y en Infojobs- y las publicitó en redes sociales. Ofrecía entre 12 y 24 euros brutos la hora, de 100 a 200 euros diarios, a cambio de localizar, recoger y reubicar patinetes “a tu propio ritmo y en tu propio horario”. Los requisitos incluían ser mayor de 18 años y tener coche o furgoneta y carné de conducir. “Cuanto más grande sea tu automóvil, más Lime puedes traer a casa”, decía el anuncio. La gasolina y la electricidad, eso sí, corren por tu cuenta.
¿Quién se apuntó? “Somos todos chavales”, cuentan Violeta y sus colegas antes de continuar el viaje. “Estuvimos en una reunión hace unos días y éramos treinta, todos muy jóvenes”. El hermano tiene 26 años y usa la furgoneta para su negocio, una academia de clases particulares y trabajos de fin de grado. “Hay un montón. Todas las furgonetas que veas por la noche están cazando patinetes. Nosotros la tenemos para la empresa. Como gasta mucho, aprovechamos para ir los cuatro juntos a cargar”.
Cazar patinetes como si fueran Pokémons
Son casi las diez y apenas quedan patinetes en Chamberí. Los juicers llevan una hora recogiéndolos: a las nueve en punto Lime desbloquea todos los que tiene en la ciudad y los muestra en la app del juicer, un mapa en el que en vez de puntos con el nivel de batería (como la app normal) aparecen puntos con un precio al lado (los 5 euros por patín). El botoncito de acción dice “recoger”: cuando se acerca a por uno, el juicer tiene pocos segundos para reservarlo. El patinete empieza entonces a emitir luz y un soniquete. Hay que correr a por él antes de que otro venga y se lo lleve.
“Es lo único malo. Ahora mismo un señor me ha quitado uno ahí arriba”, explica la joven. Cazar patinetes se convierte en una especie de gymkana, porque la app ha logrado convertir en un juego el trabajo de cargar. “Es muy divertido. Como cazar Pokémons”, añade riendo. Aunque el vandalismo contra los patinetes en Madrid no es tan extremo como en Los Ángeles -donde hay hasta una cuenta de Instagram con vídeos de gente lanzándolos desde edificios, estrellándolos contra el suelo y reventándolos en general- alguna vez les toca rescatarlos. “No es lo habitual, pero de vez en cuando sí aparecen en lugares inaccesibles. O en casas”, cuenta otro. “Ahí, lo único que puedes hacer es reportarlo”.
De su maña y rendimiento también dependerá que accedan a más dinero: en principio, Lime solo entrega cuatro cargadores por persona, pero a medida que se enganchan y progresan les da más.
El sistema no es muy diferente a los de Glovo, Uber o Amazon Flex. La empresa abre su oferta y los colaboradores, obligados a estar dados de alta como autónomos (si no, no tienen app del juicer) la aceptan o no. Pero te premia si trabajas más. “Te lo venden como que puedes ganar 4.000 euros al mes. Eso son 25 patinetes al día”, cuenta Wilson, otro cargador en Madrid. “Cuando estás empezando tienes un máximo. Si haces cierto número de cargas al mes, te dan más. Si cogieras 100 patinetes al día serían 15.000 euros al mes. Es cierto, pero hay que currar”.
El discurso de Lime para desmarcarse del problema de los falsos autónomos, que tan fuerte ha pegado a Glovo y Deliveroo porque los repartidores terminan trabajando a tiempo completo y bajo sus directrices para ellas, es similar. “Hay un equipo logístico que recoge los patinetes y los repara”, explican fuentes de la empresa. “Eso es complementario con el trabajo de los juicers, que voluntariamente recogen patinetes y los cargan en casa. No hay obligación. Y la aplicación no te invita a recargar”.
De profesión, cargador
Entre los cargadores de Lime en Madrid hay chavales que los llevan a su casa y empresarios que han visto el filón. Wilson es dueño de la empresa de paquetería Endimialogistig y sale por las noches con sus dos sobrinos a cargar. Son las cinco y media de la mañana y acaban de aparcar en la plaza de Cuzco. La app marca los puntos en los que deben dejar los patinetes ordenados antes de las siete: en las bocas de Metro, a la salida de estaciones de tren.
“Salimos a las 9. Por la noche tienes que aprovechar para cogerlos todos, porque hay competencia. Para dejarlos no hay problema: puedes reservar con treinta minutos de antelación”, explica. “Nosotros probamos con Flex [el programa de Amazon para que cualquiera reparta paquetes en su coche a 14 euros la hora] pero esto es más sencillo. Como tenemos local, somos autónomos y hay que sacarle todo el beneficio posible a la empresa, nos viene bien”. De cuánto supone cargar patinetes en la factura de la luz nadie ha hecho cálculos aún. “Supuestamente no gasta mucho”, explica Violeta. “Vimos un vídeo de un tipo que compró un Xiaomi y explicaba que cuesta poco más que cargar un móvil”.
“Somos varias compañías”, continúa Wilson. “Dicen en Lime que van a desarrollar una app para empresas, porque los que estamos así no podemos contratar a gente. Si ahora mismo contrato a alguien que cargue para mí, no podría usar mi cuenta”. El modelo que plantea es sencillo: en lugar de una app de juicer por autónomo, una app por empresa con empleados a su cargo.
Aunque de momento lo vea como un ingreso extra -“yo tengo otro trabajo y no me daría de alta como autónomo solo para ser cargador, porque hay que pagar cuota y gastos”, insiste- Wilson tiene claro que esto será negocio. Solo este mes han entrado otras dos empresas de patinetes en Madrid -la sueca Voi y la alemana Wind- y a final de mes habrá al menos ocho más en toda España, diez en total. Como todas son iguales, cada una trae su programa de juicers particular. Voi los llama hunters y paga entre 3 y 25 euros por patín “dependiendo del nivel de batería, dónde se encuentre, etc.”, explican desde la empresa. Wind los llama chargers y paga a 5 euros la pieza. “¡Gana dinero mientras duermes!”, dice su eslogan.
Cuando Wilson y sus sobrinos terminan de colocar los patinetes frente al metro, hacen la foto y se van. El día empieza en poco rato y tienen que ponerse con su “otro” trabajo, el que aún es de verdad. “Pero van a venir muchos más patinetes”, se despiden. “Si lo haces bien y eres serio, aquí va a haber negocio”.