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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Desalojan el Centro Social La Bankarrota tras casi una década ocupado por diversas asociaciones

El sol apenas rozaba las calles del distrito madrileño de Moratalaz cuando el despliegue policial se instalaba en los alrededores del Centro Social Okupado La Bankarrota. Una decena de lecheras y varios coches patrulla habían tomado posición en el barrio. Este martes se cumplía exactamente una semana del último intento de desalojo, en el que el movimiento vecinal logró reunir a más de un centenar de personas frente a la puerta del edificio, lo que planteó un escenario de inviabilidad a los agentes. Sin embargo, en esta ocasión los antidisturbios de la Policía Municipal de Madrid se adelantaron y acordonaron la zona desde las 4:45 de la mañana, mucho antes de la convocatoria del centro a las 8.00 o del propio desahucio, previsto para las 9.30.

“No nos ha llegado notificación de ningún tipo, lo que suele ser lo normal, me tuve que presentar en el juzgado de Plaza Castilla ayer para pedir información y fue entonces cuando me avisaron de que el desalojo se iba a realizar al día siguiente”, comenta el abogado que lleva la representación del centro que pertenece al fondo buitre Arguijo y que previamente fue de Caja Madrid. Con el cordón instalado desde una hora tan temprana, los vecinos y activistas que pretendían parar el desahucio tuvieron que esperar fuera del recinto a que algunas de sus compañeros que estaban dentro de la instalación les advirtieran de lo que estaba pasando. “No me han dejado pasar, dicen que tengo que hablar con el consistorio, pero no tiene pinta de que vaya a poder”, concluía el abogado.

“Desde luego todo esto me resulta de dudosa legalidad, quiero decir, en general para que se produzca un desalojo de estas características deberían de avisar, pero claro, una vez producido qué mas da si es legal o no si el centro ya está vaciado”, comenta uno de los vecinos de la zona mientras daba una calada a un cigarro y termina el café que generosamente había ofrecido una de las activistas a los presentes. Desde 2015, la sucursal fue tomada por diferentes asociaciones que se encargaron de realizar actividades y acciones para darle algo más de vida al barrio. “Un desalojo, otra okupación”, clamaban las varias decenas de personas que se encontraban en los alrededores ante la atenta mirada de los vecinos que observaban con curiosidad lo que estaba sucediendo.

El desalojo fue inevitable. Los cuerpos y fuerzas de seguridad entraron pese al intento de resistencia que ofrecieron algunas de las personas que estaban dentro de la instalación. Pequeñas barricadas hacían lo posible para dificultar que la puerta lograra abrirse, pero tras los numerosos intentos terminó cediendo. No se produjeron detenciones ni heridos en el desalojo.

“El otro día fue tranquilo, nos organizamos bien y no hubo mucho movimiento por parte de la policía, pero claro hoy es totalmente diferente, se han presentado desde las cuatro y pico de la mañana y no hay nada que hacer salvo oponer algo de resistencia”, explica una de las activistas a los recién llegados al recinto. Los policías tan solo permitían el acceso a aquellos que vivían o trabajaban dentro del cordón, ni el abogado, vecinos, activistas o prensa han podido acercarse a ver lo sucedido. Pese a ello, el desalojo se ha producido sin violencia, no se ha llevado a cabo ninguna detención y aquellas personas que estaban dentro del edificio para intentar dificultar el desahucio han salido sin incidentes. “Bueno, hemos hecho lo que hemos podido, intentamos ponérselo difícil pero ante este despliegue había poco que hacer”, comenta una de ellas. “Queremos seguir con nuestra actividad, ahora lo difícil será encontrar otro centro, pero no tenemos intención de abandonar”, concluye.

“Esto llevaba vacío desde hace más de 20 años y con las diferentes organizaciones que tomaron la sucursal en 2015 pues al menos se hizo algo con el lugar y se le dio más vida al barrio; escuelas de danza, charlas feministas, eventos culturales... Intentamos hacer de todo, pero por desgracia ya ha llegado a su fin aunque no desistimos”, afirma uno de lo integrantes del centro tras haberse producido el desalojo. “Bueno esto es un episodio más de la ofensiva contra estos centros, al alcalde no le gustan entonces se intentan cerrar todos, hoy es este, pero hace nada fue La Ferro”, explica otro.

“10, 100, 1.000 centro sociales”, “Madrid será la tumba de los buitres” o “Bankarrota no se toca” son algunos de los cánticos que se han producido en la mañana madrileña frente al cuerpo policial mientras se producía el desalojo. Tras concluir las decenas de personas se han reunido en un corrillo en el que han mostrado su intención por no ceder con su iniciativa y satisfechos por lo menos porque no se han producido detenciones.

Este ha sido otro de los avances de la ofensiva de José Luis Martínez Almeida para intentar acabar con estos centros organizados en los que se promueven actividades para los diferentes barrios de Madrid y en los que la solidaridad es la insignia. Pese a ella, muchos de ellos siguen en pie ante el peligro constante de ser desalojados y otros inician su actividad para ofrecer una nueva semilla en la que brote la esperanza de otra forma de gestión de las grandes ciudades.